8. Señora Rose no me deje morir

190 19 23
                                    

Amanda

Amelia estaciona su auto frente a su casa. Es un poco más grande que la mía, tiene un patio delantero resguardado por una cerca de madera blanca, un césped muy verde y con algunas plantas en macetas en el porche. Alcanzo a ver un gran gato naranja, muy peludo, pero con mirada amenazadora, viéndonos por la ventana junto a la entrada y no puedo evitar emocionarme.

Amelia suspira y me mira algo estresada.

—¿Estas lista para conocer a mis padres? —me dice.

Toda mi emoción desaparece y se convierte en pánico.

Se que dije que me gustaría salir con ella pero, ¿desde cuando se presenta a los padres en la primera salida?

Creo que en mi expresión debe reflejarse mi sorpresa y miedo porque Amelia se apresura a continuar.

—¡No van a estar todo el tiempo con nosotras! Tienen que salir, pero querían saber quién estaría conmigo antes de irse.

Me tranquiliza un poco oír eso, pero no del todo. Así que asiento con la cabeza, no tan segura y le sonrío.

Dios, no permitas que diga ninguna tontería

Bajamos del auto, caminamos hasta la entrada y Amelia abre la puerta, la casa está muy bien iluminada y tiene una bella decoración rústica. Hay un tapete en nuestros pies muy bonito que dice bienvenidos, desde donde estoy puedo ver la sala de estar y parte del comedor, todo a mi al rededor se siente tan acogedor que me toma un momento acostumbrarme.

Nos recibe el gato peludo que ví por la ventana, que maúlla mientras se desliza por las piernas de Amelia y ella se agacha para acariciarlo.

—Hola, Boris —lo saluda, en un tono más dulce del que acostumbra usar.

Yo no puedo evitar sonreír, hasta que escucho pasos acercándose a nosotras y veo a una mujer de la altura de Amelia, delgada, de cabello pelirrojo atado en un moño desarreglado, con ropa casual y expresión alegre bajando las escaleras. Me recuerda a esas señoras mayores que te sonríen dulcemente en la calle cuando les abres la puerta y te desean los buenos días.

Se detiene a una distancia considerable de nosotras, y Amelia se levanta enseguida, sonríe, pero parece más nerviosa que yo.

—Hola, mamá —la saluda.

—Pensé que llegarían más tarde —su mirada se desvía hacia mi y luego a Amelia. Sonríe y le lanza una mirada que no logro comprender

—Ella es mi amiga, Amanda, de la escuela — Dice, y señala con su mano en mi dirección. Yo me quedo tensa alado de Amelia. Debo verme como esos animales que se hacen los muertos cuando sienten que están en peligro, porque tengo mis manos a los lados y me paro recta.

Mi pulso se acelera, me obligo a mi misma a no tronarme los dedos o hacer cualquier movimiento nervioso con mis manos y miro a su madre. La mujer me sonríe amablemente y yo le regreso una mucho más inestable.

—Bienvenida, Amanda —me dice, esta vez en un tono más suave.

—Mucho gusto, gracias por dejarme venir —inclino mi cabeza hacia el frente un poco por el nerviosismo. ¿Qué estoy haciendo?

—No hay problema, nos alegra saber que Amy tiene nuevas amigas —me asegura.

¿Amy?

Yo sonrío y por unos segundos siento que puedo respirar, hasta que veo a un hombre aún más alto bajar las escaleras.

Su cabello pelirrojo está muy bien peinado y tiene una mirada firme que hace que quiera salir corriendo. Se para junto a la madre de Amelia y me mira de pies a cabeza.

Una Novia Para Amanda GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora