2-Nueva amiga

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-Amy, como siempre, eres la primera en llegar —comentó su jefa con una sonrisa.

-Desperté temprano y quise adelantar algunas cosas antes de venir al trabajo —respondió Amy, sentada en el casino, mientras mordisqueaba unas galletas.

-Está bien. ¿Cómo vas con la universidad? ¿El horario del trabajo no te complica con las clases?

-No, tengo clases en la noche, así que no hay problema. Además, las materias son más de comprensión que de memorización.

-Excelente. Cualquier cosa que necesites, si tienes que salir antes para un trabajo o un examen, avísame con un día de antelación —dijo Carolin, la jefa de Amy, quien le tenía gran estima.

-Sí, no se preocupe —Carolin se alejó mientras Amy seguía con su desayuno.

Era un nuevo día laboral, y la tienda rebosaba de clientes. Amy debía atender la sección de adulto mayor, donde la paciencia era una virtud indispensable. Las clientas sabían con precisión lo que no querían, lo que convertía en un desafío encontrar algo que satisficiera sus gustos.

Cuando le tocaba asesorar a jóvenes en busca de regalos para sus madres, podía descansar mentalmente. Y precisamente eso era lo que buscaba ese día cuando vio a la persona indicada: una chica joven, de su edad, ojeando la sección. Amy se acercó para ofrecer su ayuda.

—Hola, buenas tardes, mi nombre es Amy. ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó con una sonrisa a la joven cliente.

—Ah, sí, estoy buscando una blusa para mi madre y no sé muy bien qué le puede quedar.

—Tenemos una variedad de blusas. ¿Sabes su talla?

—Sí, es talla L.

—Buscaré algunas opciones y vuelvo enseguida.

—Gracias.

Amy recorrió el lugar en busca de blusas de la talla L, seleccionando aquellas que no fueran demasiado caras. Con cinco prendas en mano, se dirigió hacia la clienta, quien estaba absorta en un libro.

—Aquí tienes lo que encontré, espero que sean de tu agrado.

La joven eligió una blusa blanca y, mientras Amy le indicaba dónde estaba la caja, el libro se le cayó a la chica.

—No te preocupes, yo lo recojo —dijo Amy, agachándose y notando que el libro era "Psicología de las masas y análisis del yo" de Sigmund Freud.

—Pocos leen este libro —comentó al devolvérselo.

—Sí, tengo que leerlo para clase.

—¿Estudias psicología? —preguntó Amy, emocionada.

—Sí, ¿tú también?

—Sí, termino la carrera el próximo año.

—Mucho gusto, ¿cómo te llamas?

—Amy. ¿Y tú?

—Puedes tutearme. Me llamo Winter, Winter Anderson —dijo con una sonrisa.

—¿Anderson? Qué extraño, hoy conocí a un tal Kai —dijo Amy, riendo.

—Kai es mi hermano. Se está postulando para un cargo político. Qué coincidencia tan agradable —Winter notó la confusión de Amy y cambió de tema—. ¿Hace mucho que trabajas aquí? ¿No interfiere con tus estudios?

—No, para nada. Llevo tres años aquí y todo va bien. Mis jefes son comprensivos y me dan tiempo si lo necesito.

—Qué bueno. Dijiste que estás en tu último año. Yo acabo de empezar a estudiar este año. ¿Podrías darme tu número? Así podríamos juntarnos y me ayudas un poco —Winter sacó su teléfono, presionando sutilmente.

—Ah, sí, claro. Mi número es ×××××× —dijo Amy, sintiéndose incómoda.

—Te llamaré. Gracias por ayudarme con la blusa.

—No hay de qué. Nos vemos.

Se despidieron con un abrazo, pero Amy se sentía incómoda. Por segunda vez en el día, un Anderson le pedía información personal y ella no había podido negarse. Parecía ser un hábito familiar, esa forma de preguntar que te obliga a responder. Además, era demasiada coincidencia. Pasó el resto del día trabajando hasta que llegó la noche y era hora de ir a la universidad. Sin embargo, no podía dejar de pensar en aquel hombre de pelo azul y en aquella mujer de pelo blanco.

 Sin embargo, no podía dejar de pensar en aquel hombre de pelo azul y en aquella mujer de pelo blanco

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Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora