21-Ruega

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Amy llegó a la casa, recibida por miradas que destilaban desprecio. Descendió al sótano, donde Kai le daba la espalda. Instintivamente, se arrodilló.

—Kai, volví —la voz de Amy temblaba, incierta de la reacción que enfrentaría.

—¿A dónde fuiste? —Kai seguía de espaldas, su voz era un eco de traición.

—Solo fui a caminar.

—Me dejaste solo, te necesitaba, Amy. Mi hermana murió.

—Lo sé, lo entiendo, pero fue demasiado para mí. No esperaba verla morir, por favor, perdóname —las lágrimas comenzaron a fluir, el terror se apoderó de ella.

Kai se giró lentamente y la miró.

—Debería matarte de la misma forma que tu madre murió.

Amy detuvo su llanto y levantó la mirada, desafiante.

—Por eso entiendo cómo te sientes. Mi madre murió, no quería ver a alguien más morir.

Kai se acercó, tomó su mentón, acarició su barbilla y sus labios.

—Eres hermosa. No lo vuelvas a hacer o te cortaré los pies y nunca podrás huir.

Amy asintió, se puso de pie y lo abrazó.

—Te extrañé, amor. Estaba preocupado, pensé que te habías lastimado o que los federales te estaban torturando. Nunca me dejes así —le acarició el cabello.

—Perdón, amor. Quería despejar mi mente. No sé cuánto caminé, estoy agotada, quiero descansar —Amy estaba tan exhausta que no podía mantenerse en pie, todo había sido una tormenta.

—Está bien —Kai la cargó en brazos y la llevó a la cama. Al dejarla, notó los pies de Amy. Había caminado mucho tiempo; estaban rojos, cortados, sucios y magullados. Kai, al ver esto, se arrepintió de haberla amenazado. Ella podría haberse ido, podría haberlo delatado a la policía, pero no lo hizo; volvió a él como pudo.

Buscó un paño y agua, lavó sus pies y limpió sus piernas, luego curó sus heridas.

—Kai, ¿qué pasó con tu pelo? —Amy buscaba romper el hielo.

—Ally me lo cortó, quería verme más presentable —Kai seguía curando sus heridas.

—Te ves bien, eres muy guapo. Te verías bien de rubio, moreno, incluso con el pelo rojo, pero me gustaría verte con el pelo café, como antes.

Kai se sorprendió.

—Antes nadie me respetaba, ni siquiera me veían. No existía para nadie.

—Para mí sí —tras esas palabras, Amy se durmió.

Kai sonrió, pensando que si hubiera sabido que ella lo veía, no habría cambiado.

Se recostó a su lado y, como un niño, puso su rostro en el pecho de ella, durmiendo al ritmo de los latidos de ese corazón que le pertenecía.

Amy despertó en medio de la noche y vio a Kai durmiendo. Era hermoso, todo en él lo era, excepto su mentalidad.

Se levantó de la cama; sus pies dolían, pero era soportable. Bajó al primer piso y vio en la sala de estar una pizarra.

"Las mil Tate"

No sabía qué significaba. No podía ser Tate Langdon, así que pensó más allá, recordando la obsesión de Kai con Charles Manson y los crímenes de su "familia".

Sharon Tate, apuñalada en el estómago, su bebé murió en su útero.

Entendió lo que Kai quería hacer: matar a mil mujeres embarazadas.

Eso era lo que buscaba el FBI, pero Kai estaba muy pendiente de ella. Esta vez tendría que confiar en que Ally lo comunicaría; ella haría lo posible por mantener a Kai alejado.

—¿Amy? Amor, ¿qué haces aquí? Tus pies deben sanar —Kai la sorprendió.

—¿Las mil Tate? ¿Quieres sacrificar a mil mujeres embarazadas?

Kai rió.

—Eres muy inteligente. Claro, ese es el plan. Así, la gente tendrá miedo y confiará en mí —lo decía con orgullo, y a Amy se le revolvió el estómago.

—Bien, pero ¿crees que será posible encontrar a mil? Es difícil, tal vez cien, o cincuenta, ¿no crees?

—Tienes razón, tal vez me precipité un poco —se sentó—. Eres la voz de la razón, Amy. ¿Te imaginas cómo será nuestra vida después de esto?

No, no lo hacía, ni siquiera sabía si viviría mañana.

—No, Kai, no lo imagino —Amy estaba triste.

—Te ordeno que lo hagas —Kai se levantó y la acorraló contra la pared—. Dime, ¿cómo te imaginas nuestra vida? —puso sus manos en la pared alrededor de la cara de Amy.

—Am... —Amy trató de imaginarlo, pero no podía.

—Dime.

—Yo... —cerró los ojos e imaginó su vida con Kai de pelo café.
—Nosotros en una casa como esta, juntos con dos hijos que se parecen a ti, ambos trabajando, tenemos un perro grande, somos tan felices —una lágrima rodó por su mejilla.

—Te olvidas de Oz —al oír eso, Amy abrió los ojos de golpe y enfrentó la realidad.

—Oh... claro... Oz.

Kai se alejó, pero Amy lo abrazó por detrás.

—Quédate así un rato, solo quiero abrazarte —Amy se estaba despidiendo, y él no lo sabía. Pronto lo arrestarían, y ella no estaría allí como él esperaba.

—Te amo, Amy, eso nunca lo dudes.

—Yo también (pero ya no más).

Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora