10-Candidatura

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Una semana había transcurrido, y la vida de Kai se había enredado en la maraña de su campaña política, mientras que Amy se sumergía en las profundidades académicas de la universidad. Sus encuentros se habían vuelto esquivos, como estrellas fugaces en el firmamento de sus rutinas. Kai, en su seguridad ilusoria, creía tener el corazón de Amy asegurado, pero para ella, el incipiente sentimiento que había comenzado a brotar se marchitaba lentamente.

Winter se había convertido en una sombra del pasado, y Kyle, llevado por las alas del deporte, había partido hacia horizontes lejanos.

La oscuridad de la noche se vio acentuada por un apagón repentino. A través de su ventana, Amy observó cómo las luces intermitentes de las patrullas policiales se precipitaban hacia la derecha, presagiando una calamidad. A pesar de que su instinto le advertía no seguir, la curiosidad la arrastró hacia el epicentro del caos.

Al llegar, el escenario que se desplegó ante sus ojos era la casa del pequeño, y el temor por su bienestar la impulsó a correr hacia el lugar. Una de las madres, arma en mano, se encontraba junto a un cuerpo inerte. Amy, con la calma de quien ha enfrentado la tormenta antes, se acercó para disuadirla, mientras los policías, armas en alto, gritaban órdenes.

—Baje el arma —la voz de autoridad resonó en la noche.

—Fue un accidente, pensé que me atacaría —la voz temblorosa de la madre se mezclaba con el viento.

—Baje el arma, su hijo podría verla así —Amy intercedió, y sus palabras surtieron efecto. La madre cedió, y los oficiales procedieron a desarmarla y esposarla.

El hombre en el suelo, con rasgos latinos y velas en sus manos, parecía haber sido confundido por un intruso. Amy notó la puerta forzada y comprendió el malentendido fatal. La violencia parecía perseguir a aquel vecindario, y Amy no pudo evitar preguntarse si sería la próxima en sufrir un destino similar.

En ese instante, el timbre de su teléfono cortó la tensión del aire. Era Kai.

—Hola, Amy. Hace tiempo que no te llamo. ¿Cómo estás?

—No muy bien, hay un cuerpo a unos metros de mí.

—¿Qué pasó? —Kai fingió sorpresa.

—Alguien intentó entrar a la casa de una vecina. Ella se asustó y disparó, pero a la persona equivocada. Ocurrió en la casa donde trabaja Winter.

—Mmm... ¿Se llevaron a la señora?

—Sí.

—Te extraño —la confesión de Kai llegó abrupta y seca.

Amy, desconcertada por la inoportunidad de sus palabras, sintió cómo el rubor teñía sus mejillas.

—¿Tienes algo que hacer mañana? Me van a entrevistar por los hechos violentos recientes y quieren mi opinión. ¿Podrías acompañarme?

—Te acompaño, pero de lejos. Odio las cámaras.

—Bien, mi niña. Te esperaré.

Al día siguiente, Amy observaba desde la distancia cómo los votantes de Kai lo respaldaban. Él, al verla entre la multitud, sintió que su mundo se completaba. Soñaba con un futuro donde su amor incondicional los llevaría a enfrentar juntos a sus enemigos.

Pero la realidad se impuso cuando un líquido frío interrumpió sus pensamientos. Leche. Un contrincante había decidido manchar su imagen de manera literal.

Amy, movida por el impulso, se abrió paso entre la multitud hasta llegar al auto donde Kai se refugiaba.

—¿Estás bien? Espera, voy a limpiarte —dijo, mientras con un pañuelo intentaba borrar las huellas del ataque.

—Por suerte fue leche y no tomates —bromeó, intentando aligerar el momento.

—Si la gente usara un poco más su cabeza, todo sería diferente en este país —Kai expresó su frustración.

—Para eso estás tú, para cambiar su forma de pensar —Amy lo consoló, aunque en su interior no compartía su visión.

Kai, embriagado por el apoyo de Amy, se sentía invencible. Ella era su mujer, su aliada, su fuente de poder.

—¿A dónde vamos? —Amy se percató de que el auto estaba en movimiento.

Kai, con la excusa perfecta para avanzar en su plan, respondió:

—A mi casa, quiero mostrarte algo.

Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora