12-Ally

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Amy deambulaba por las calles de su vecindario, envuelta en un resplandor nuevo. Dos días habían pasado desde que su relación con Kai se había oficializado, y su corazón latía con una alegría que no sentía desde los días de Tate. Al principio, las lágrimas brotaron, temiendo ser infiel a su recuerdo, pero luego recordó al Tate que amó, y supo que él habría querido verla feliz.

En su paseo, la figura de una mujer luchando por respirar captó su atención. La mujer, sumida en el caos de su cartera, parecía estar sufriendo un ataque de pánico. Sin dudarlo, Amy se acercó para ayudar.

—Disculpe, yo le ayudo —dijo Amy, encontrando un inhalador—. Tome, tranquila, respire profundo.

La mujer aspiró el aire medicado y se aferró a Amy hasta que el aliento volvió a sus pulmones.

—Perdón por molestarte, mi niña —articuló con esfuerzo.

—No es ninguna molestia —respondió Amy, reconociendo en la mujer la madre del pequeño que conocía.

—¡ALLY, POR DIOS, QUÉ PASÓ!? —gritó Meadow, cruzando la calle hacia ellas.

—Solo fue un ataque de pánico, una de mis fobias, pero ya estoy mejor —explicó Ally.

—¿Te acompaño a tu casa? —Meadow intentó seguir con su plan, pero Amy estaba interfiriendo.

—No te preocupes, puedo sola —Ally se levantó con la ayuda de Amy.

—¿Está segura? Conozco lo que es tener un ataque de pánico, no es fácil recuperarse. Si quiere, yo la acompaño a casa, estudio psicología, puedo ayudarla a estar más tranquila —ofreció Amy con genuino interés, notando el agotamiento en el rostro de Ally.

—Está bien, me vendrá bien un poco de compañía. Gracias, Meadow, pero esta joven me va a acompañar —declinó Ally.

—Está bien, la próxima vez no vendré a ayudar —dijo Meadow con una sonrisa que a Amy le pareció la más falsa que había visto.

Al entrar en la casa, los muebles bloqueaban las ventanas, como si quisieran mantener al mundo afuera.

—Creo que alguien necesita terapias —comentó Amy en voz alta sin querer, arrancando una risa a Ally.

—Lo peor es que sí estoy en terapia y tomando medicamentos, soy Ally.

—Amy, ya la había visto antes. Su hijo y yo fuimos testigos de lo que pasó enfrente.

Ally se sorprendió.
—¿Fueron unos payasos, verdad?

—Sí, eran horribles. Su hijo fue muy valiente.

—Lo es, no como yo. Tengo miles de fobias, todo me asusta —dijo Ally, frustrada.

—Siempre he dicho que la gente normal tiene trastornos o fobias. Los que no, generalmente son psicópatas porque controlan tan bien su mente y emociones que nada les afecta —reflexionó Amy.

Ally consideró el análisis de Amy revelador, nunca lo había visto desde esa perspectiva.

—Mi esposa se fue con mi hijo. Cree que le fui infiel con la niñera, y mi pequeño me odia —confesó Ally.

Amy se sorprendió internamente; Winter era la niñera, pero prefirió omitir que era su amiga.

—Espero que todo se resuelva. Los niños a menudo se dejan influenciar por los pensamientos de los padres, pero eventualmente forman sus propios juicios. No deje de luchar por él —aconsejó Amy.

—Muchas gracias. ¿Quieres algo? Tengo galletas caseras —ofreció Ally.

Amy tenía que ir a la universidad, pero percibió que Ally necesitaba compañía.
—Está bien, me quedaré un rato.

Mientras tanto, Kai estaba en la casa de Meadow, ansioso por saber si su plan había funcionado.
—Lo siento, Kai, pero apareció una niña mal educada y arruinó todo —se quejó Meadow.

—Es algo que podía pasar si se hacía a plena luz del día —respondió Kai, manteniendo la calma hasta que Meadow reveló algo más.

—Era una estudiante de psicología, creo que es la misma que nos vio aquella vez.

Kai se levantó del sofá, con la mirada perdida. No podía ser cierto, tenía que ser Amy.

Salió corriendo, desesperado por sacarla de allí.

Al cruzar la calle, una explosión sacudió la casa. Meadow debía haber desactivado el explosivo, pero no lo hizo porque Amy intervino, y ahora ella estaba dentro de la casa en llamas.

—¡AMY! —gritó Kai, entre la pena y la rabia.

Intentó entrar en la casa en llamas, pero Meadow y Gary lo detuvieron.

—No puedes entrar, recuerda el plan —le dijo Gary.

—¡De qué me sirve adueñarme de este país sin ella! —exclamó Kai—. ¡DEJENME IR!

Los bomberos llegaron y el detective Samuels se acercó a Kai.

—¿Qué pasó? Se suponía que la bomba no explotaría —observó a Kai más alterado que nunca.

—Necesito entrar, Amy está ahí, tengo que sacarla.

—¿Amy? —Samuels ordenó a los bomberos buscar a las dos mujeres de inmediato.

—Van a buscarla, pero no esperes que siga viva —advirtió.

Al oír esto, Kai se derrumbó. Había esperado tanto por Amy y ahora esto. Si ella moría, él también lo haría, pero no sin antes desatar su ira sobre incontables inocentes. Lloraba y gritaba, queriendo tenerla en sus brazos. No era justo; si ella debía morir, solo él tenía derecho a decidirlo, nadie más.

—¡Encontramos a las mujeres! —anunciaron los rescatistas.

Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora