3-Ataque

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Las semanas transcurrieron, y la rutina de Amy se vio dulcemente alterada por la presencia de Winter. Juntas compartían cafés, escaparates de moda y charlas sobre psicología. Sin embargo, cada mención de Kai, el hermano protector y admirable según Winter, sembraba una inquietud en Amy, una sensación que ahora volvía a asomarse.

—Amy, he notado que cambias tu expresión cuando hablo de mi hermano, ¿no te agrada? —Winter indagó, decidida a descifrar el enigma en la mente de su amiga.

—No es que no me agrade, es solo que... cuando lo conocí, su forma de preguntar era tan directa, tan... —Amy buscaba las palabras adecuadas.

—Intimidante —Winter completó la frase por ella.

—Exactamente, intimidante.

—Kai tiene esa forma de ser, impone respeto y le funciona, pero es un buen hombre. Tal vez deberías conocerlo mejor, fuera de la campaña. Si quieres, puedes venir a mi casa mañana y charlar un poco con él —Winter ofreció su mano, buscando transmitir confianza.

—No creo que sea buena idea, además, no tenemos nada en común como para sostener una conversación. Sería aún más incómodo —Amy era precavida, y su instinto le aconsejaba cautela.

—Está bien, debo irme, mis clases están por comenzar y tu trabajo te espera. Nos vemos, amiga —Winter se despidió, su cabello blanco ondeando al viento, su frustración con Kai apenas contenida.

Tras un día laborioso, Amy se encaminó a la parada del autobús, solo para encontrar que un accidente había interrumpido el servicio. Decidió caminar; no estaba lejos. Con los audífonos puestos, inició su trayecto.

Una señora rubia la abordó, pero Amy no la escuchó hasta que se quitó los audífonos.

—Disculpe, no la escuché.

—No hay problema, no me di cuenta que estabas con música. ¿Han pasado los buses?

—No, hay un accidente más arriba y cerraron la calle.

—Qué suerte la mía. Bueno, tendré que intentarlo mañana. Gracias.

Amy continuó su camino, pero al poco tiempo, un estruendo la sobresaltó. Disparos. El pánico se apoderó de ella; su respiración se aceleró, sus piernas flaquearon. Se sentó en la acera, cubriéndose los oídos, cerrando los ojos, mientras las lágrimas brotaban sin control.

Entonces, unos brazos la envolvieron. Se aferró a ellos, buscando consuelo.

—Tranquila, no es nada —la voz del hombre era calmada, reconfortante.

—Creo que están cazando pájaros o probando un arma. No te pasará nada mientras yo esté aquí.

Permaneció a su lado, sosteniéndola hasta que su respiración se normalizó. Al abrir los ojos, Amy se encontró con una mirada familiar.

—¿Kai? ¿Qué haces aquí? —preguntó, confundida.

—Pasaba por aquí y te vi. Supe que eras tú, la amiga de mi hermana. Quería saludarte y entonces empezaron los disparos. ¿Estás bien? —La preocupación en su voz era genuina.

—Lo siento, esto es vergonzoso —Amy se levantó, dejando a Kai aún en el suelo.

—No te disculpes —respondió él, mirándola desde abajo. Se disponía a levantarse cuando una mano se extendió hacia él.

—¿Te ayudo? —La voz de Amy era suave, pero firme, una oferta de ayuda que iba más allá del gesto físico.

Kai aceptó la mano, y juntos se pusieron de pie. En ese momento, algo cambió. Una conexión inesperada se había formado, un hilo invisible que los unía más allá de las palabras. Y mientras la ciudad retomaba su ritmo habitual, Amy y Kai se encontraban en una encrucijada de posibilidades, con el eco de los disparos desvaneciéndose en la distancia y el futuro extendiéndose ante ellos, abierto e indescifrable.

 Y mientras la ciudad retomaba su ritmo habitual, Amy y Kai se encontraban en una encrucijada de posibilidades, con el eco de los disparos desvaneciéndose en la distancia y el futuro extendiéndose ante ellos, abierto e indescifrable

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Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora