20- John

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Sentada en el borde de una carretera desolada, Amy no podía asimilar la realidad que la golpeaba con la fuerza de un huracán: Kai había asesinado a su hermana y, de alguna manera, ella se sentía cómplice. La venganza había rozado su mente, pero se disipó al ver a Winter luchando por su vida.

Era consciente de que no había retorno; Kai había cambiado, transformado en algo irreconocible, más allá del alcance de cualquier terapia. Nunca volvería a ser quien fue.

Perdida en sus pensamientos, un hombre se sentó a su lado.

—Parece que has visto algo en esa casa que te ha aterrorizado. ¿Qué hizo Anderson? —preguntó con una voz que intentaba ser suave.

—No quiero hablar, John —Amy se encogió, abrazándose a sí misma.

—Sabes que debes comunicarnos todo lo que sucede ahí.

—¡Lo sé! ¡Ustedes deberían estar ahí y arrestarlo! ¡Nosotras no deberíamos tener que pasar por esto! —la frustración de Amy estalló en un grito hacia el detective.

—¿Fumas? —preguntó él, a lo que Amy negó con la cabeza mientras él encendía un cigarrillo.
—Mira, Amy, sabes que no podemos entrar sin una orden judicial, y necesitamos pruebas.

—Lo sé, pero es frustrante. Pensé que Kai podría cambiar, que no lastimaría a su propia hermana de esa manera. Maldición, pensé que la encerraría como hizo con Beverly, pero la mató con sus propias manos, mirándola a los ojos.

Amy se aferró a su cabello con desesperación.

—Así que Anderson ha vuelto a matar —el hombre continuó fumando.
—Amy, a partir de hoy eres testigo protegido. Vas a desaparecer de este mundo; fingiremos tu muerte en un accidente. Tendrás un nuevo nombre, una nueva profesión y, si quieres, incluso puedes cambiar tu rostro.

Amy se puso de pie abruptamente.

—No, John, no voy a huir. Voy a enfrentarlo. Después de todo, fui cómplice de todo esto. Sabía que había algo oscuro en Kai, incluso mi amigo me lo advirtió. Esta vez no lo dejaré; estaré con él hasta terminar el trabajo.

John se levantó con dificultad.

—Está bien. Normalmente no dejaría que un testigo ponga en riesgo su vida, pero tú y Ally son la única carta que tenemos.

—Pero ahora tengo que volver. Debe estar furioso porque me escapé.

—Dile la verdad, que te fuiste porque fue demasiado para ti. Después de todo, se obsesionó contigo por tu forma de ser —John apagó la colilla de su cigarrillo.

—¿Me llevas? Estoy cansada.

—Toma —John le pasó una botella de agua—. Te llevaré a un kilómetro de distancia; de ahí tendrás que volver caminando. Debes verte cansada cuando llegues, o él sospechará.

Amy bebió de la botella.

—¿Cuánto caminé?

—Once kilómetros; corriste bastante.

—¡Once! ¡Y solo me vas a llevar un kilómetro! ¡Podrías llevarme al menos cinco! —Amy estaba descalza, y sus pies sangraban.

—Eso planeaba hacer, para que pensaras que llegaste más rápido, niña tonta —John le dio un golpecito en la frente.

Amy se enfadó y estaba a punto de devolver el golpe cuando el detective le pasó un revólver.

—Como testigo protegido, debes tener un arma. Escóndela y úsala solo si es necesario.

Amy tomó el arma y la ocultó en su pantalón.

—¿Vamos?

—Está bien, estoy lista.

Ambos se subieron al auto de John. El detective, que había asumido la responsabilidad de la investigación, era visto por Amy casi como una figura paterna. Durante esos cinco kilómetros, John le habló de su vida, de sus dos hijos y su esposa, a quienes amaba profundamente.

Al bajar del auto, Amy encontró una roca grande y, haciendo un hueco a su lado, enterró la pistola. Si llegaba con ella, Kai la mataría. Había desaparecido toda una noche.

La gente la miraba extrañada, preguntándose si había sido asaltada o algo peor. Sus pies estaban sucios y heridos, su cabello esponjoso, y en su rostro solo se leía el cansancio.

—¡KAI! Apareció, la vieron en el centro de la ciudad —Ally estaba preocupada por la joven y se alivió al escuchar la noticia.
—¿Podrías enviar a alguien para que la recoja?

—No —Kai estaba sentado en el sofá, con la mirada perdida—. Que venga sola, tal y como se fue.

—Pero Kai...

—Nada de peros. Se fue justo cuando más la necesitaba. Mi hermana murió y ella me abandonó. Tendrá que suplicar por su vida.

 Tendrá que suplicar por su vida

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Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora