13- Mia

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Kai se erguía desde el suelo, su figura recortándose contra el caos de luces y sombras. Con una agilidad nacida del pánico, esquivó a los bomberos y la divisó: Amy, sosteniendo a Ally con un esfuerzo sobrehumano.

—¿Están bien? —inquirió un policía, su voz apenas un eco en el tumulto.

—Eso espero. Ally se desmayó y yo... —Amy hizo una pausa, su mirada perdida en el horizonte de humo—. Ella no reacciona, tuve que arrastrarla hasta aquí.

Sentada en el pasto, Amy levantó la vista y encontró a Kai, su cabello azul un estandarte en la bruma.

—¿Kai? ¿Qué haces aquí? —preguntó, pero él no respondió. Estaba petrificado, la realidad de su presencia golpeándolo como una ola: ella estaba viva, había salvado a Ally, era una fuerza de la naturaleza personificada.

La abrazó con una intensidad que rozaba la desesperación, y aunque Amy estaba adolorida, el abrazo de Kai era un bálsamo para su alma atormentada.

—Pensé que te perdía —susurró él, su voz un hilo tembloroso.

Amy sonrió, una chispa de su antiguo fuego brillando en sus ojos.
—Se necesita más que una explosión para matarme —respondió, y por primera vez, Kai rió, una carcajada que resonó con la promesa de días más luminosos.

Meadow, testigo de la escena, sentía cómo la envidia la corroía. Kai, el objeto de su amor no correspondido, estaba rendido a los pies de Amy.

—Pero Ally no reacciona —la preocupación teñía las palabras de Amy.

—Eso es lo de menos —respondió Kai, su indiferencia hacia Ally un abismo oscuro en su corazón. Solo Amy importaba; el resto del mundo podía arder.

En ese instante, Ally despertó, su conciencia emergiendo de las sombras.
—Ally, ¡por fin! Soy Amy, ¿te acuerdas de mí?

—Mm-hmm —murmuró Ally, asintiendo débilmente—. Gracias.

La investigación sobre la explosión concluyó que el culpable era un microondas defectuoso. Pero para Kai, la verdadera revelación fue el miedo visceral de perder a Amy, un temor que lo llevó a replantearse su futuro.

—Amy, ¿quieres ir a vivir conmigo? Yo puedo cuidarte —propuso Kai, su voz un susurro cargado de promesas y peligros ocultos.

Amy, ahora en el hospital con una pierna fracturada, se enfrentaba a una decisión inesperada.
—¿No es muy pronto? Solo llevamos dos días saliendo —dudó, la incertidumbre anidando en su corazón.

—Para mí han sido como tres años —confesó Kai, besando su mano con una ternura que disfrazaba su urgencia—. No me importa, quiero que estés a mi lado en todo momento.

Amy reflexionó, sopesando la soledad de su hogar contra la compañía constante de Kai.
—Está bien, solo por un tiempo. Cuando me recupere, volveré a mi casa —concedió, sin sospechar que Kai ya tejía planes para enredarla en su mundo, para hacerla depender de él emocionalmente y así poseerla eternamente.

—Está bien, desde hoy serás mía —declaró Kai, su voz un murmullo posesivo.

Amy rió, pero al cruzarse con la intensidad de su mirada, un escalofrío la recorrió. En sus ojos azules, ella vio la verdad de sus palabras, y por un instante, el miedo se apoderó de ella.

-Bien señorita- Interrumpio el medico- está todo bien, solo necesita tener el yeso por unas 4 semanas, por suerte no fue mucho, intente tener la pierna elevada, cualquier cosa puede venir

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-Bien señorita- Interrumpio el medico- está todo bien, solo necesita tener el yeso por unas 4 semanas, por suerte no fue mucho, intente tener la pierna elevada, cualquier cosa puede venir.

-Gracias- Kai la ayudo a pararse con las muletas- ya me puedo ir?

-Si, nos vemos en 4 semanas, cuidese.

Llegaron a la casa y Kai la cargó hasta el sótano, era increible lo fuerte que era, nadie la habia podido cargar asi en su vida.

-Kai, hay un problema, todas mis cosas están en mi casa y no tengo ropa aqui.
Kai se sonrió
-Amor, ahora esta es tu casa, tendras cosas nuevas, yo te las daré y si te preocupa la ropa, no es problema- dijo sacandose la camisa. - Esta noche no la necesitarás.

Amy sabia a que se refería y se sonrojó, no esperaba que fuese tan pronto.
-Pero Kai, mi pierna está rota- Intentó excusarse pero era algo que ella igual quería.

-No hay problema, debes tenerla en alto- se sacó los pantalones
-Asique, no las bajes de mis hombros.

Nuestra Rota Historia (Kai Anderson/ Kyle Spencer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora