xviii. reencounter

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Después de unos días, la chica de rastas hizo un gran bolso donde empacó todas las cosas necesarias para sobrevivir un tiempo en las calles desoladas de ese país, iba a ir en busca de Chishiya, Ann y Ryu.

Kuina le había dejado como única tarea a Arisu el cuidar de Usagi, después del juego de Kyuma, Arisu solo podía entender una cosa, incluso si completaban todos los juegos, ¿cuáles eran las posibilidades de salir de ahí?

Los recuerdos compartidos con Karube y Chota se instalaban en la cabeza de Arisu en forma de película, los malos chistes, los tragos, y los momentos donde le pedían a Arisu que siguiera con su vida no lo dejaban en paz, ¿por qué ellos? ¿Tenían que morir?

El chico volvía a almacenar ese sentimiento de vacío en el pecho, el mismo que lo acompañó durante día y noche después del juego de corazones.

— ¿Vamos a cazar? Si seguimos así, tendremos que comer plantas —la chica sacudió un ramo de hojas frente al rostro de Arisu —si quieres comer carne, tienes que ayudarme.

Ambos habían seguido a un conejo hasta un parque abandonado, para ser un animal inofensivo, era bastante escurridizo, ya habían perdido la cuenta de la cantidad de veces que Arisu se había lanzado a atraparlo y siempre se le escurría de las manos.

—Olvidalo, me rindo ya —Arisu se quejó desde el suelo.

—Hoy no vamos a cenar nada.

—Muero de hambre.

Una sensación cálida nació de ambos, risas endulzaron el momento y por unos instantes, el mundo parecía haberse detenido solo para ellos, para que fueran felices. ¿Desde hace cuanto no se reían?

Ruidos fuertes oscurecieron la situación, el sol parecía haber dejado de brillar, todo era gris. Detrás de unos cuantos arbustos nacidos de la vejez del lugar, se ocultaba los restos de un holocausto.

Habían varias tiendas de acampar y casas rodantes, los cuerpos estaban tendidos sobre el suelo, manchas de sangre formaban parte de las ropas de las víctimas, no había que ser muy listos para saber que el Rey de Espadas había hecho de las suyas.

Más adelante, sentado en el suelo, quedaba alguien con vida, pero no se sabía por cuanto el dolor lo tendría agonizando. Arisu y Usagi se acercaron hasta esa persona.

— ¿Estás bien? —Arisu se dobló al suelo para poder escuchar bien a ese hombre.

—Grabación... —habló entre dientes el desconocido, sus ojos se apagaron y su alma fue tomada por la muerte.

Usagi se dejó guiar por la curiosidad y entró en la casa rodante, dentro de ella habían manchas de sangre, fotos y un rollo de película recién hecho. Un viejo proyector era cargado por una mesa de madera, Arisu tomó la pequeña manija que este tenía para ponerlo en marcha.

En una tela blanca se concibieron distintas imágenes de las calles de Tokio, todas estaban igual de solas y tenebrosas que siempre, poco después de unos segundos, apareció el reciente hombre que habían encontrado en su lecho de muerte.

—Soy Kaito Kameyama, en este mundo sin dispositivos electrónicos voy a usar esta cinta para descubrir la realidad de este mundo. Grabaré lo más que pueda.

En uno de los clips del vídeo aparecía Ann, Usagi y Arisu compartieron una mirada de preocupación, el vídeo siguió corriendo a medida que Arisu le daba cuerda al proyector.

—Disculpa, ¿qué está sucediendo?

—Hay más peces, y más vegetación, mientras más me alejo de la ciudad, más densas son las plantas,es extraño.

𝗻𝗼 𝘁𝗶𝗺𝗲 𝘁𝗼 𝗱𝗶𝗲, aibDonde viven las historias. Descúbrelo ahora