epilogue

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La vida, se define por la ciencia como el estudio de organismos vivos, la iglesia habla de ella como el regalo dado por las figuras divinas para nosotros los simples mortales, y otros simplemente la ven como un juego, uno que después de todo, vale la pena disfrutar.

¿Haber estado entre la línea de la vida y la muerta había cambiado algo dentro de ellos? Haber estado muertos por un momento, ¿eso hacía diferencia en algo?

En el hospital más grande de Tokio, había una mesa libre en el jardín, tres jóvenes se sentaron ahí para jugar un inocente y divertido juego de cartas.

—No entiendo muy bien como va esto —dijo el mayor de todos sujetando su baraja entre sus manos —yo solo juego videojuegos.

—No es tan díficil. Solo tienes que escoger las cartas correctas —el menor del grupo se acomodó en su silla y le dio un sorbo a su coca cola —velo desde otro ángulo.

La única chica del grupo tomó otra carta del maso y la introdujo entre las que ya tenía, aún le faltaban unas cuantas más para ganar. Cuando la ronda acabó, el menor había ganado, como ya era costumbre desde que se habían sentado en esa mesa.

—Veo que siempre le apuestas a las picas, Usagi —el chico señaló el maso desordenado de la chica —y tu siempre vas por tréboles y diamantes, Arisu.

— ¿Las cartas tienen algún valor especifico? —preguntó el anterior mencionado.

—No lo sé, dicen que el diamante representa la inteligencia, el trébol los trabajos en equipo, las picas la fuerza y los corazones los sentimientos —Ryu se encogió de hombros —pero realmente no se de que tanto sirva esta información.

— ¿Y esa para que sirve? —Usagi señaló una carta que estaba alejada de los demás, Ryu la tomó entre sus dedos y frunció un poco el seño.

—El Joker... —mordió la punta de su lengua conteniendo las palabras —se supone que puede reemplazar cualquier carta, es un comodín.

— ¿Comodín?

—Si, como lo que usamos nosotros para engañar a la muerte, tuvimos mucha suerte —Ryu dejó la carta sobre la mesa —iré a buscar algo de comer, nos vemos luego.

El chico arrojó la lata de su bebida en un viejo tacho de basura. Pasó junto a una joven en silla de ruedas, había perdido la parte inferior de su pierna derecha. Antes de volver a ingresar al edificio, un gran golden retriever se había lanzado a jugar con Ryu.

—Hey, ¿qué tal amigo? —las manos del pelinegro fueron hasta detrás de las orejas del golden retriever y empezó a hacerle cariñitos.

—Am, hola —un niño de diez años se acercó a ellos —perdón, Puki se me escapó.

—No te preocupes enano, no me hizo nada malo —el adolescente le devolvió al infante la correa del canino — ¿Como te llamas?

—Soy Kato, ¿y tú?

—Me llamo Ryu, es un placer.

—Que cool es tu nombre, bueno tengo que irme, ¡hasta luego Ryry! —el niño sacudió su mano en forma de despedida.

— ¿Cómo me dijiste, enano?

—Eh, Ryry, ¿no era así tu nombre? —el niño llevó su cabeza hacia un lado cual gato, Ryu sonrió con ternura y asintió

—Si, así me llamo.

El aire acondicionado del hospital perforó la piel de Ryu, había olvidado tomar un abrigo de su habitación. Vagando por entre las solitarias paredes blancas, una linda pelirroja se cruzó en su camino, ambos se saludaron, sin saber porque sentían que se conocían de antes.

𝗻𝗼 𝘁𝗶𝗺𝗲 𝘁𝗼 𝗱𝗶𝗲, aibDonde viven las historias. Descúbrelo ahora