Desenterrando traumas para quemarlos

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En un rato logró su cometido de hablar con un par de exsorcistas en la iglesia, bastante jóvenes además, que le tomaron confianza en un instante, ¿Qué podía decir? Simplemente daba buenas vibras. Compartió su información con ellos y le contaron sobre todos los sucesos "extraños" de aquel pueblo, se rumoreaba incluso Jesús había pasado un día allí, le pareció bastante surrealista pues en sus años de servicio jamás había presenciado algo similar. No le tomó importancia y al estar con ellos le ofrecieron formar parte de la comunidad y de un segundo al otro resultó siendo guitarrista del coro de la iglesia. Había sido una tarde bastante movida, estaba satisfecho con sus resultados de ese día.

Pasaron dos días aproximadamente antes de que fuera a la única universidad de aquel pequeño poblado. A las once en punto, para encontrarse con el bibliotecario raro que parecía tener muchos secretos debajo de esa vida normal de jóven universitario. Mientras esperaba que los estudiantes salieran para interceptar a la rubia y poder hablar con ella, se sentó en uno de los bancos de afuera del edificio. Todo estaba oscuro y hacía mucho frío.
Aunque sea un ángel ahora lo afectaban las leyes de un cuerpo medianamente físico. Tenía la nariz roja y tiritaba un poco de frío, aunque verdaderamente no sentía nada radical.

Sacó un cigarrillo y un encendedor de los bolsillos gastados de una de las camperas que sacó de la iglesia. Nada mejor para entrar en calor un poco. ¿Un ángel fumando? Si, ¿Por qué no? Lo malo no es consumir, es volverte adicto y hacerle ese daño a los demás, bendita sea la vida eterna que nos brinda nuestro señor. Le dio un toque profundo a su cigarro esparciendo el humo por todas partes, estaba solo después de todo.

Pasaron unos quince minutos hasta que las personas empezaron a salir, eran pocos los que tomaban el turno nocturno, y pudo diferenciar evidentemente los rizos dorados de Greis entre las personas. Se levantó de su lugar tirando su cigarrillo a la mitad al suelo frío para después pisarlo y acomodar su chaqueta, dirigiendose a su dirección recibiendo un par de miradas nerviosas, no los culpaba para nada, tenía la fachada de un loco de plaza. Llegó a la ojiverde manteniendo su distancia prudente, saludando con cordialidad.

-Buenas noches Fields, espero que no me hayas olvidado. -

Para la chica había sido una jornada muy extensa, los profesores del taller de costura eran los peores, siempre quejándose de los alumnos y su poca creatividad.
Por lo menos había terminado un día más, pero todavía le quedaba ir a su hogar y alimentar a las sombras y hacer su trabajo clandestino de bruja.

A lo lejos ya lo veía. No podía ser cierto, el tipo raro de la biblioteca lo estaba esperando fuera de la universidad, genial, ahora los demás pensarían que hablaba con vagabundos...nah, como si le importara, si hablaban iniquidades de él solo tiraría un mal de ojo para castigarlos.

-Como olvidar al no satánico que se llevó el libro más turbio de la biblioteca...-

Sonríe y va a su lado para emprender un viaje de regreso al pueblo.

-Siempre causo buenas primeras impresiones. -

Bromeó con respecto a su peculiar visita a la biblioteca el día que se conocieron, donde ambos a pesar de ser tan distintos encajaban en no encajar con la "normalidad", la intriga que lo motivó a seguir en contacto con él no hacía más que crecer.

-¿Quieres ir al pueblo al parque que propusiste? Es una buena idea supongo-

- Si podemos dar una vuelta rápida por el parque y así después te acompaño a tu casa ya que es un poco tarde, así sabre donde queda y podré visitarte un sábado, que no estés cansado por la universidad. -

Se pasearon por el camino que guiaba hacía el pueblo, juntos, en la apartada soledad de la noche. Sinceramente le parecía que esa rubia era muy confiado para caminar solo con relativamente un extraño, pues al trabajar en el reino de los cielos sabía de varias almas que acabaron allí por situaciones similares.

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