El que madruga Dios lo ayuda

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Después de un rato, mirando a su hermano. Se levantó algo mareado, caminó a escaleras abajo apoyado contra la pared, buscando algo para comer. Ese día sería más duro que el anterio, ya que empezarían con las clases espirituales de don adicto.

Se encontró con Bebe en el sillon en ropa interior y con una toalla en la cabeza. Desvió la mirada, esa mujer tenía un cuerpo... voluminoso.

Se dirigió rápido a la cocina, logrando ver al castaño preparando el desayuno de una manera muy mundana, se notaba que su orígen no era puramente divino, suspiró algo desganado. No sabía muy bien como actuar o qué hacer.

Por un lado tenía ganas de abrazarlo para consolar la tortura que era tener que ver a su amigo dentro del nido putrefacto del Diablo.

Y por otro quería hablar naturalmente, como si no hubiera nada mas allá que los estuviera atormentando.

¿Tan difícil era vivir pacíficamente con la persona que quieres?

Se acercó lentamente y pasó una mano acariciando la espalda ajena. Terminando en un suave abrazo.

–¿No estarás cargando con mucho? Necesitas hablarlo con alguien. -

Agarró un sándwich, el más feo de todos. Siempre agarraba el más defectuoso para que su hermano tomara el que tenía mejores porciones de aderezo y relleno.

Lo comió rápido, mientras miraba el rostro abatido del otro. Sentía un gran pesar en su corazón, Chris lo había salvado de la miseria y ahora él debía vivirla a través de su amigo, una cadena sin fin de desgracia.

Era injusto, Chris era ajeno a la maldición... también lo era para todos los que la formaban, pero Chris estaba allí por voluntad propia.

–Sabes, he ganado algunos años de experiencia. Podría decir que cumplí cuarenta en cinco minutos. -

Lo mira de frente y acariciándole la mejilla, trataba de darle algún contacto que lo alejara de los pensamientos negativos.

–Tu estuviste allí para mí cuando nadie lo estuvo, te lo pido, dejame devolverte el favor. -

Lo abrazo, aferrándose a su espalda, inhalando el aroma a cigarrillo y aderezo. Tomándolo firme para reconfortarlo entre sus brazos.  

...

Los ojos le picaban un poco, quizás había sido por las lágrimas que derramó o quizás le pasaba algo a Kenny, sin quererlo había dejado la mirada perdida mientras acababa con los sandwiches y a pesar de tener el don divino de verlo todo, no pudo ver a Greg aproximandose a él sino hasta que sintió su tacto, toda su vida fue bastante fuerte o eso aparentaba, pero ese rubio lo hacía sentir vulnerable emocionalmente, sinceramente quería ser feliz con él, las circunstancias se habían torcido tanto que apenas podían tener momentos tranquilos juntos y no quería hacerle daño compartiendo lo que vio, había visto muchas brutalidades, pero esto era algo que era mejor callarlo o al menos eso creía.

– Es parte de mi trabajo como querubín, no te preocupes por mí. -

Minimizó toda su situación porque sinceramente quien lo estaba pasando peor era su amigo, recostando la cabeza suavemente sobre la del rubio para de alguna forma corresponderle el abrazo sin llegar a ensuciarlo con sus manos llenas de salsa.

Gregory se estaba portando tan dulce que apenas podía manejar sus emociones, de niño no tuvo suficiente tiempo para entenderse o descubrirse, de ángel se la pasó la mayoría del tiempo aislado del contacto humano, su trabajo era en las estrellas. No supo como reaccionar a esas palabras, seguía firme en su decisión de no contar nada pero sentía la necesidad de darle respuestas, así que pensó, su pesar por su amigo no era el único mal que le había ocurrido, el más reciente si, pero no el único, así que como una defensiva algo sacada de la nada simplemente dijo lo primero que le pasó por la cabeza.

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