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Después de la movida noche que hubo pareció "mudarse" junto la rubia, es lo que un buen custodio hace, más él no era un custodio nada más, debía cumplir con otras tareas como querubín, estaba allí y solía salir mucho, dejando una paloma blanca cuidando de Greis, aunque salía de noche más que nada. Para ese punto entendía porque no quería que estuviera en su casa, estaba plagada de entes malignos, se imaginaba que era abrumador. Las semanas fueron pasando de forma "tranquila" quitando el echo de que investigaron y conocieron a cada demonio que había atravesado el portal hasta el momento, la mayoría impresionantemente dóciles, suspiró, esta experiencia había sido cuando menos peculiar, tenía sentido el porque lo habían colocado en un puesto alejado de la interacción humana después de lo que había vivido y con lo que esta atravesando ahora.

Como huésped en casa de la rubia lo mínimo que podía hacer era colaborar con aquella casa, que aunque el dueño mantenía ordenada él se encargaba de mantener en orden ahora, limpiando, cuidando que comiera y se hidratara apropiadamente y hoy su tarea era hacer la compra. Él no era tonto, tenía ojos hasta en las plumas, sabía que a quien cuidaba planeaba algo y por ello lo mando lejos, pero quizás esta vez le sería mejor cerrar los ojos y respetar su deseo. Para cuando terminó de comprar y ya iba de vuelta a la casa su estómago estaba dando vueltas, más no quería mirar, no todavía, al llegar quedó estático, antes donde había una cabaña de un ex satánico que se convirtió en un hogar después de mucho tiempo nada más habían cenizas y humo, todo se había quemado hasta que no quedara nada, ni lo más mínimo.

Tragó grueso mientras caminaba lentamente hacia el centro de las cenizas, escudriñando entre escombros carbonizados con el objetivo de encontrar algo de ella, lo que fuera, encontró varios restos humanos echos nada más que carbón, suponía que eran aquellos que lo orillaron a todo este desastre, a los cuales dedicó su vida y ahora los llevó a la muerte. Sus pensamientos fueron interrumpidos por sus manos, manchadas de negro por las cenizas, que sintieron un objeto metálico, con sus manos apartó los escombros dejando ver por fin una mano muy lastimada, sosteniendo en rosario que le había regalado a Greicy el día que se volvió su guardián.

Saco los restos de la casa que aplastaban el cuerpo de aquella muchacha y vió con pesar que efectivamente ya no había nada que pudiera hacer. Lo agarró en un fuerte abrazo y lo pegó de su pecho ocasionando que casi por reflejo una gruesa y tibia lágrima resbalara por su rostro, su amiga se había ido, ¿podían culparlo por quererla? Esa tonta tenía su encanto.

Pero este no es el final, es tan solo el principio.

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