un rato fuera de la jaula

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Sirius Black

Apenas levantarme, ya me sentía de mal humor, la música no dejaba de taladrarme la cabeza, quería romper todo. Seguro debió de poner un hechizo al aparato que usa, porque estaba seguro de que en cada rincón se escuchaba las canciones reproduciéndose.

Me levanté de mi cama, sentí como un dolor en la entrepierna que me recordaba los pensamientos de todos los días.

Después de la guerra Michelle se quedó a vivir aquí, es bueno no estar completamente solo, el problema llegó después de que cumpliera sus dieciocho años.

No estaba seguro si en mi cerebro se había activado un cable desconectado hace ya bastante, uno que me hacía sentir asco y placer al mismo tiempo. Había empezado a sentir una atracción hacia Michelle, una que no podía controlar.

Su piel bronceada me hacía querer pasar el dedo para comprobar cuan suave es, y cuánto tiempo tardo en tirármele encima. El cabello le había crecido, ahora estaba casi por encima de su cintura, y siempre estaba suelto, su castaño tenía algo especial porque parecía chocolate.

No me sentía así cuando ella llegó. Pasaron unos días de que se instaló y Dumbledore me informó sobre su situación, no quise más que protegerla, empaticé con su situación al instante, porque a pesar de nuestra diferencia de edad ella pasó por algo similar a lo mío.

Sentí tal conexión, que lo único que me proponía hacer cuando ella llegaba era sobre cargarla en afecto y lindos momentos, solo cumplí lo segundo, porque el cariño creo que no le agradaba mucho y lo último que quería era incomodarla.

La situación actual es muy diferente, no podía estar mucho tiempo fuera de la habitación porque ella estaba justo encima de mí, creo que me vigila por si me pasa algo y eso lo hace tierno. Pero su aroma me llega a las fosas nasales y siento que me derrumbo, ya no tengo fuerzas para controlar mis palabras, mi cuerpo o mis pensamientos.

Por eso puse una pequeña sala de ejercicios en el piso de abajo, me apasiona el deporte, pero no estaba logrando cansarme. Incluso, se puede decir, que me hace desearla con más fuerza.

Siento que esto está mal, y si pudiera, lo pararía. Pero Michelle se me hace irresistible.

Tomé una ducha y me vestí. Estuve un rato largo paseándome por el suelo, debatiéndome si salir o no.

Pero al final me resigné y salí, según la música debía estar en su habitación.

Fui a la cocina y me preparé un café, calenté pan hasta que se dorara y lo puse en un plato.

Escuché como bajaba la escalera dando saltitos.

Mierda, mierda, mierda.

De pronto sentí como dos brazos se enredaron en mi cintura, inspiré y me llené con su aroma frutal, debía de ser igual de deliciosa como olía.

—Ya empezaba a extrañar tu malhumor —dijo, con la mejilla pegada a mi espalda.

Solo quería gruñir, decirle que se estaba comportando como una caprichosa cada vez que me veía abajo y me abrazaba por la espalda, claro, se volvió algo tan recurrente, pero lograba sorprenderme viniendo de ella.

—Necesitaba comer —contesté mientras ponía manteca al pan tostado.

Ella desenvolvió sus brazos y se sentó sobre la mesada, justo a mi lado, por una fracción de segundos posé, sin intención de hacerlo, mis ojos sobre sus piernas.

—Debías de estar muriendo de hambre —bromeó, la canción seguía sonando en el fondo mientras que sus dedos daban golpecitos al compás.

No hacía mucho se obsesionó con esto de la música. No voy a negar que algunos eran buenos, pero no me sentía de humor para escuchar a quien sea cantar.

No le respondí. Con una mano sostuve mi taza de café y en la otra el plato, la mano de Michelle pasó tan rápido queriendo robarme una tostada que no la noté, en el proceso el plato cayó al suelo de un golpe crudo.

Por primera vez la miré a los ojos, ella los tenía puesto sobre el vidrio roto y las tostadas con manteca de cara al suelo. Sus ojos tenían una tonalidad oscura, era obvio que eran marrones aún que a veces parecieran negros. Su rostro fue de divertido a asustado en minutos

Vi cómo se sobresaltó— Lo siento, lo siento —empezó a decir sin parar y tartamudeando, fruncí el ceño y me quedé inmóvil en el lugar.

—Cuidado no te lastimes. Lo siento, Sirius, lo pagaré —se bajó de la mesada y estuvo a punto de pisar descalza un vidrio, pero la vi a tiempo. Tuve que hacer toda una maniobra con solo un brazo, la levanté y pegué su cuerpo a mi costado, mientras sus piernas se sostenían de mi cintura.

Su respiración se tornó irregular, y pensé que estuvo a punto de llorar hasta que mi piel tocó la suya, fue como si se hubiera olvidado de lo que acababa de pasar.

—No pasa nada. Fue un accidente —me sorprendió decir más de dos palabras, a Michelle también la sorprendí.

Me miró con el rostro tan cerca del mío, podía olfatear su shampoo tan esquicito.

—¿Cómo es que tienes tanta fuerza?

—No se —volví a usar solo dos palabras.

Realmente no quería decirlo, ¿ella creería que estoy perdiendo mi tiempo ejercitándome por la edad que tengo?

Estoy seguro de que no, pero sentí vergüenza al pensar en decírselo.

:🦆
tengo miedo

devour me; sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora