juguemos

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Michelle Neynet

Cuando pronuncio esa palabra una agitación recorre mi pecho, me sorprende lo atrevida que puedo sonar. Una parte de mi muy oscura resurge cuando Sirius me siguió el juego. Observo sus ojos que brillan con malicia, esta pensando en algo...

Me hace sentir eufórica cada segundo que pasa y la tensión entre ambos se acumula cada vez más. Pienso qué podría estar pasando por su cabeza.

Pero me lo deja saber rápido; junta nuestros labios, me besa con ferocidad. Con una de sus manos sujeta mi cabello, enredando sus dedos en el mismo, y la otra aún tiene el agarre en mi mandíbula, la intensidad con la que nuestros labios se besan es cruda y solo hace que su mano apriete mi piel.

Cada gota de sangre en mi hierve, el vapor se esparce por mi cuerpo calentando hasta los dedos de mis pies, a mi vagina llega una necesidad inmensa de que el sumerja su mano en mí y me toque, sin pudor ni timidez. Quiero que haga conmigo lo que quiera, solo sé que me va a dar placer.

También siento nervios, eso está claro. Pongo una mano en su pecho y siento su musculo endurecerse. Me excita. Intento separarme para tomar aire, pero sus manos en mi mandíbula van hacia mi espalda baja y me sujeta contra él. Un incómodo bulto choca contra mi estómago.

—¿Qué es eso? —logro separar sus labios de los míos, observo lo rojo que se ha vuelto la piel alrededor de su boca.

Sirius frunce el ceño— ¿Qué cosa?

Y antes que pronuncie algo más, muevo mi mano hasta la molestia que choca y se frota contra mi estómago, cuando lo toco noto que es su pene.

Ese simple apretón provoca que Sirius gire los ojos, su boca se abre en un gemido silencioso y tira de mi cabello hacia atrás, mi tacto no lo suelta, pero termino con la mirada al techo.

—¿Qué carajo crees que haces?

Me enseña los dientes como una especie de animal que amenaza a su presa. La diferencia es que veo en Sirius, cuanto le gusta que lo toque como lo hago ahora. En ese momento siento que una especie de corriente húmeda baja de mi intimidad y no puedo evitar gemir.

—Pensé que era otra cosa... que no era tu... tu...

—¿Pensaste que no era mi pene? —una de sus cejas se levanta con interrogación— ¿Qué mierda pensabas que era entonces? ¿Una botella?

Por alguna razón esta conversación baja la tensión, pienso en que quizás no estoy tan preparada como creo, que quizás debería esperar a otro, a alguien con quien lo pueda hacer por primera vez y que no le moleste que sea mi primero. Siento lagrimas caer de mis ojos y el rostro de Sirius se contorsiona en preocupación.

—¿Qué pasa? ¿Te lastimé? —su mano suelta mi cabello y hace que mi cara se estrelle de una manera suave con su pecho, dejando mi oreja cerca de su corazón que late tan rápido como el mío, incluso más.

—Mich —susurra, su voz es suave. — ¿Qué pasa, linda? ¿Te hice daño? ¿Ya no quieres seguir? Si es eso, está bien. Solo dímelo.

Mi respiración es irregular mientras intento que las lágrimas paren de caer, tomo aire antes de soltarlo.

—Sirius, no sé si sea capaz de... Nunca tuve ningún encuentro tan intimo... No quiero echarlo a perder... no quiero que te enojes por no ser experta.

Mis palabras son más rápidas de lo que mi cerebro puede procesar. Pero luego de hablar, se siente bien, porque acabo de soltar una gran preocupación que acumulaba, y estoy segura de que no podría haber disfrutado por más cegada que esté por Sirius.

—Pero Mich —el aire deja su pecho, y me sujeta del rostro para que lo mire a los ojos, el gris está inundado en lástima, pero creo que no es por mí, si no por él. — Tu no debes pensar en eso... No es nada relevante, yo soy quien debo preocuparme por que disfrutes... Tu placer es más importante que el mío, te lo aseguro.

—¿Pero por qué?

La comisura de sus labios se levanta un poco— Porque cualquier toque tuyo va a hacer que disfrute. Yo quiero esforzarme para que nunca pienses que cualquier otro podría hacerte disfrutar como lo hago yo. —sus ojos sostienen una promesa.

Trago saliva, siento aun las mejillas húmedas, pero las lágrimas ya no bajan. — Pero... yo también quiero que sientas eso...

—Te aseguro que ya lo hago —su rostro parece haberse acercado, porque su respiración choca contra mi rostro y percibo un aroma fuerte que me marea de solo tenerlo cerca.

—Debes dejar que cuide de ti —susurra esas palabras que me hacen sentir el pecho pesado.

Sus brazos me levantan de la cintura, haciendo que mis pies estén varios centímetros sobre el suelo. — Vamos a hacer que sea un juego. —su voz baja aun más, es un poco más grave mientras camina sin perder el equilibrio— Yo voy a tocarte, y mientras más te guste más tienes que subir tu tono de voz.

Cuando las ultimas de sus palabras salen, me deja recostada sobre la cama de sábanas de ceda. — ¿Qué debo decir? —pregunto confundida.

Una sonrisa maliciosa ensancha los labios de Sirius, que se eleva sobre mi. —¿Decir?, no vas a lograr decir mucho...

—¿Qué? ¿A que te refieres?

Pero el no contesta. Solo siento sus ojos detenerse en mis pechos, los cuales están endurecidos, y es una sensación extraña la que me produce, como si estuvieran llenos. Pero por alguna razón, imaginar la boca de Sirius sobre los brotes que se forman bajo mi bikini, logra excitarme mucho.

Mis piernas se cierran como efecto de la humedad que vuelve a bajar, que cubre mi bikini y que no estoy muy segura de que quiero que vea Sirius.

—Voy a tener que quitarte esa mierda de tela... —hay claro rencor en su voz— Que no cubre nada y... Mierda, me enoja que hayas salido con eso puesto. —Sirius se desploma frente a mi, cayendo de rodillas. Trago saliva por la aceleración de todo.

—Quítate la camisa de una vez... —pide, conservando algo de calma. — Ahora solo estás conmigo. Y estas a salvo. — por como las palabras salen de su boca, me hace pensar que tiene algún familiar muy cercano veela.

Sus palabras son gloriosas, su voz grave saliendo de su garganta y como sus manos empiezan a masajear mis muslos hace que me derrita. Logro quitarme la camisa con mucha voluntad, dejando mi cuerpo casi al descubierto.

—Merlín... —jadea.

—¿Te gusta cómo me queda? —pregunto agitada, mi pecho sube y baja con su mirada puesta en mi piel. Se fija, con especial interés, en mis pechos, que parecen más planos cuando estoy acostada, pero que aun así se levantan en duras puntas que demandan tener su atención. Su mirada no puede detenerse, en sus ojos brilla la emoción de quitarme mis últimas dos prendas. — Se que quieres hacerlo... Y tienes todo mi permiso de quitármelas, papi.

Sirius me observa a los ojos un segundo, corroborando que lo que digo sale de mis labios y no de su cabeza. — Es la segunda vez que me llamas asi... Y es magico. Haces que lo sienta en mi pene —observo que su brazo se mueve, supongo que intentando aliviar el dolor.

—Si quieres te puedo ayudar —susurro bajo, nerviosa, pero decidida a no verlo sufrir.

—No —me detiene su demanda antes que mueva un musculo. — Te dije que íbamos a jugar... No puedes liberarte de eso, aún.

Siento sus manos masajear mis muslos, de arriba abajo, tiemblo un poco por eso, me hace dar vueltas la cabeza pensar que, por fin, después de tanta espera, lo tengo de rodillas frente a mi, literalmente.

—¿Y qué vas a hacer tu? —pregunto entre respiraciones cortas.

Los extremos de los labios de Sirius se ensanchan, dándole forma a su sonrisa perversa.

devour me; sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora