sentimientos negados

1.2K 102 13
                                    

Sirius Black

Estaba seguro que no había sido hecho para pedir disculpas, porque todo lo que tenía pensado decirle se lo llevó el viento cuando la vi ahí sentada. Parecía tan pacífica con su respiración suave, dudé varios minutos si interrumpir su cruce de pensamientos. Estaba con las piernas dobladas sobre el sofá, parecía meditando.

Recuerdo una vez que intentamos meditar, digo intentamos por culpa de Kreacher, se acercaba cada minuto a molestar y entonces yo tenía que sacarlo prácticamente a patadas mientras Michelle se reía sosteniéndose el estómago, en ese momento, en nuestro contexto, escuchar a cualquiera reír era lo más semejante a un milagro. Por un momento volví a escuchar ese sonido tan burbujeante, tan viva y sonriente que sentía las lágrimas cosquillearme. Creo que fue mi sonido favorito, y lo sería aún si lograra volver a ser el causante de su risa.

Pateo una piedra por el camino mientras intento no pensar en cuan estúpido me siento.

Es realmente frustrante sentir tanto y expresar poco. Mayormente lo reprimo, no me gusta pensar en ella como algo... no amistoso, digámosle.

Pero tampoco puedo evitarlo con el constante paso del tiempo. Es como si las horas fueran lentas, siento el cuerpo entero atado y la cuerda cada vez se aprieta más, sofocándome. Trato de reprimir este sentimiento, pero es como si todo yo la necesitara todo el tiempo. Se trata de una sensación extraña, ya que cuando no la veo, la siento o la tengo, es estar como enfurecido, las manos me tiemblan un poco y a su vez hay un cosquilleo constante, como de anhelo.

Levanto la mirada cuando llego justo enfrente del club en el que trabaja. Después de escapar de cualquier cosa que podría decirme, hoy, me encerré en la habitación, no abrí ninguna ventana ni encendí la luz, no quería reflejarme en el espejo y sentir más odio hacia mí.

Un bastardo...

Minutos después ella tocó mi puerta, avisándome que iría a trabajar y recuerdo como su voz suave, susurró una súplica— Si no te molesta ¿podrías acercarte a buscarme? Hay muchas nubes en el cielo y no quiero volver sola. Solo sería muy amable de tu parte.

El cuerpo me dio un sacudón, como si pidiera por ella. Si la hubiera tenido enfrente hubiera caído de rodillas, diciéndole que no debía de preguntar, solo decir que necesitaba o quería y lo cumpliría.

Respiré el aroma ahogante a cigarrillo. Había un grupo de tres muchachos que reían justo en la puerta del lugar. Luego unas personas salieron del club, parecían ser empleados porque llevaban sus mochilas y abrigos, y todos tenían la misma mirada cansada.

Pero mi atención se desvió en el momento que escuché su voz a lo lejos. Estaba saliendo por la puerta con una chica alta, con el pelo en un rodete y bien estirado.

—Déjame en paz —sus palabras salieron con una connotación graciosa.

Sus ojos no tardaron en mirar hacia mi dirección, observé como se ponía su abrigo azul, su piel bronceada era hermosa a la luz de las farolas, tenía los ojos tan oscuros que apenas sabía donde empezaba su pupila.

Con un movimiento de mano saludó a la chica, ella se detuvo y me miró por un momento pero no le tomé importancia, Michelle estaba trotando hacia mí, con una sonrisa iluminando su rostro.

—Viniste —se detuvo en seco frente a mí. Creo que debió de entender algo. Yo tenía las manos apretadas en los bolsillos del saco.

Suspiré y bajé la mirada —Después de lo de hoy quería hacer algo por ti... aparte, siempre que me lo pides estoy aquí.

Empezamos a caminar.

Y aunque no te lo pida también —habló con arrogancia mientras me miraba, como si significara algo... ¿Pero significaba lo mismo para mí que para ella?

—¿Qué tal hoy? ¿Ningún cliente muy intenso contigo?

Siempre le hago las mismas preguntas, porque me preocupa cuando mis ojos no están sobre ella, lo último que quiero es que alguien se le acerque con intenciones no amistosas.

—Bueno... —me miró por corto tiempo, y no reconocí ese oscurecimiento en sus pupilas— Todo se ponen bravos después de unas copas...

—Sabes a lo que me refiero —la corté, ¿por qué mi voz sonaba como si guardara una amenaza en el fondo de mi garganta?

—Okey —su ceño se frunció en mi dirección— Cuide su tono señor.

—Lo siento —hablé apenas audible.

—Nadie se me acercó mucho, es tonto que siempre preguntes eso como si fueras un novio toxico —sus ojos escanearon mi reacción.

Me límite a apretar los puños aún más en los bolsillos.

—No me definiría de esa manera... Soy más como un padre protegiendo a su hija de cualquiera con malas intenciones —dije con tranquilidad, manteniendo mis ojos al frente mientras seguíamos la curva de la acera.

—Eres como mi hija, Michelle —fui frío al hablar.

—Lo sé —su voz fue segura— Verte desnudo no me afecta en nada. Hoy un chico me pidió mi número incluso, claro le dije que no tengo celular, pero me invitó a salir mañana...

Mi expresión se transformó a una de perplejidad, incluso sin notarlo, me detuve en medio de la acera, mis músculos no cedían, y no podía creer lo que estaba diciéndome. Después de unos segundos fruncí el ceño y me sentí como si me estuvieran arrebatando algo que quiero, pero no puedo tener. Celos, me susurró una voz en mi cabeza, celos injustificados e inmaduros.

—¿Por qué le aceptaste una salida a alguien que apenas conoces? —estallé, mirándola como no podía dar crédito a mi reacción.

Se quedo callada, con la boca levemente abierta y sus ojos fijos en mí.

—¿Y si intenta secuestrarte? O algo peor... —respiré con fuerza, sentía como si me estuvieran apretando la garganta, pero mi voz no hacía más que endurecerse. — No se te ocurra asistir —di un paso largo para acercarme lo suficiente y susurrarle. Ahora estábamos a centímetros de distancia, pero no siendo completamente consiente de lo abrumadora que estaba siendo la situación para ella.

—Nunca dije que acepté —y una suave sonrisa apareció en sus labios, observándome con esos ojos inocentes y perversos al mismo tiempo.

—Eres una... —levantó una ceja en mi dirección. — Una niñita malcriada —mi voz ronca y susurrante la hizo sacudirse, como si cada zona de su cuerpo pudiera sentirme hablarle justo encima.

Nos miramos, mientras mi respiración se descontrolaba, empezaba a sentir calor, como si estuviera en una habitación de cuatro por cuatro sin salida, percibí sus ojos recorrerme el rostro y fue obvio que me estaba poniendo rojo.

—Vamos... —intenté no tartamudear— Me está dando un poco de frio.

devour me; sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora