Su Número

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Lo miré sonrojada, jadeante y deseosa, solo quería una cosa y era continuar, por lo que sin preocuparme de nada alcé mis manos, sin fuerza y las acerqué débilmente a él, el cual se acercó dócilmente encajando su cuello en el arco que mis palmas formaban, lo miré hipnotizada y al sentirlo a mi merced lo arrastré sin fuerzas hasta mi rostro, acción que él obedientemente ejecutó, sin oponerse a mis deseos y al tenerlo muy cerca de mí, deslicé mis dedos por su rostro, detallando a este apuesto hombre.


Lentamente contorneé sus ojos, los cuales me encantaban, dibujé con mis dedos la silueta de su mirada, admirando el caramelo de sus pupilas, un caramelo dulce y cálido que me observaba atento, como si no quisiera perderse nada de mí. Continué mi recorrido deslizándome por su nariz, descendiendo hasta sus labios los cuales palpé hambrienta, recorriéndolos con mis dedos como si quisiera memorizar su tacto suave y terso.


- Se sienten húmedos – pronuncié distraída, mientras entreabría ligeramente su boca.


- Tu esencia – respondió ronco, mirándome fijamente, como si verme fuese su religión.


- ¿A qué sabe? – pregunté abandonando sus labios y deslizando mis dedos por su mentón, contorneando su mandíbula, era fuerte y sutilmente áspera a causa de la barba creciente.


- Es un almíbar agridulce al que soy adicto – respondió inmóvil, solo mirándome con devoción.


- ¿Si lo pruebo también me haré adicta? – pregunté con desinterés, ascendiendo mis dedos por sus pómulos, palpando su piel y arrastrándolos hasta sus orejas, las cuales acaricié sutilmente arrebatándole un gemido ronco y sutil.


- Lo dudo, es una formula medicada solo para mí – dijo risueño, mirándome con intensidad.


- ¿Y te hiciste adicto, con tan poco tiempo ingiriéndolo? – pregunté llevando mis manos a su nunca e insertando mis dedos en su cabello.


- Si, su grado de adicción es tan alto que una sola ingesta basta para hacerte dependiente – dijo mirándome risueño, mientras me sonreía sensualmente, cautivándome, envolviéndome, arrastrándome a su juego de seducción.


- ¿Es eso posible? – pregunté intrigada por su devoción aparente hacia mí, aferrando mis manos en su cabello y arrastrándolo hacia mi rostro.


- Talvez – pronunció coqueto a centímetros de mis labios.


Tras su respuesta solo quise besarlo, subirme a él e insertarlo en mí, haciéndolo entrar al ritmo que mi cuerpo implora, pero un destello de luz me distrajo.


- Veo luz – pronuncié lela, saboreando sus labios que aún no se unían a los míos.


Lenta y amargamente giró y tras identificar la fuente de luz que lentamente se movía, maldijo y me miró.


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