Nunca has sido y Jamás serás una más

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- ¿De qué hablas? – preguntó confundido


- ¿Porqué quieres saber? ¿Acaso crees que por un revolcón ya tienes que saber todo de mí? ... – sentí como sus manos detenían su movimiento consolador ante el impacto de mis crueles palabras, la verdad no se porque las dije, talvez por la misma razón por la que un minino aruña a quien lo cuida, solo porque cree debe defenderse. – ... No te sientas con la responsabilidad de cuidarme solo porque soy tu alumna, piensa en mí como una más, como otra de las tantas con las que te desahogas y de las que apenas y sabes el nombre –


- ¿... como una más ...? – repitió áspero como si un alambre de púas se enroscara en su garganta rasgando sus cuerdas vocales, las cuales se desangran en esas filosas palabras, entonadas con una voz punzante y áspera.


- ¡SÍ! Ya para de "cuidarme," si lo haces por la responsabilidad de que soy tu alumna o por cuidar de tu reputación, puedes parar, a pesar de que ahorita parezco menos que una piltrafa te aseguro tengo la madurez suficiente como para separar mi vida profesional y académica de mi vida íntima, así que puedes volver a ser tú y dejarme sola, para que yo siga hundiéndome en santa paz y tranquilidad – dije escondiéndome más en su pecho mientras me aferraba a su chaqueta y mis lagrimas empapaban su camisa.


- ... volver a ser yo ... - repitió agrio, como saboreando las palabras, las cuales parece que le sabían mal.


- ¡SÍ! Vuelve a tratarme déspota e hirientemente, de esa manera se que esperar, no vengas a consolarme, como si ahora fueras el paradigma de la caballerosidad, porque no lo necesito, además tú tampoco necesitas hacerlo, no es como si fuese a divulgar lo que paso e incluso, puede y volvamos a acostarnos, total, solo somos eso, una cama en la que nos gusta repetir.


- ... una cama en la que nos gusta repetir ... - repitió como profundizando en esa frase, pero en ningún momento me soltó, al contrario, fue como si con cada palabra dicha me apretase más.


- Sí, solo somos eso, una encamada que disfrutamos y podemos tenerla sin que vengas a aparentar nada – sollocé en el calor de su abrazo.


- Nunca he aparentado nado – susurró poniendo fuerza en sus brazos y obligándome a encajar a horcajadas entre sus piernas.


- Entonces porque actúas como si te importara y doliera mi existencia, cuando antes me tratabas como a una basura – rio negando sutilmente, mientras acariciaba mi cabello que fluía como un río de fuego por su pecho.


- No estoy actuando ... – dijo terco mientras aferraba sus manos en mi rostro y lo obligaba a desanclarse de su cuello, para hacerlo arribar en sus labios – ... me importas ... – pronunció entre besos sutiles con los que rompía mis fuerzas y me hacía necesitar más - ... y me duele tu dolor, por eso estoy acá – dijo separando nuestros labios a la vez que me obligaba a ver sus dulces y gentiles ojos miel, que no hacían mas que mirarme con devoción, como si su existencia dependiera de mí.


- No lo entiendo – gimoteé aterrizando en su cálida palma.


- No tienes que entenderlo, solo sentirlo – susurró en mi oído, besando lenta y pasionalmente desde mi oreja hasta la base de mi cuello, arrebatándome gemidos sutiles - ... y lo sabes, tu cuerpo y tu alma lo saben – dijo ronco lamiendo el anterior camino de besos que dejó sobre mi cuello.


- Enmanuel – jadeé enroscando mis brazos en su cuello, entregándome al sutil y latente deseo que comenzaba a despertarse en mí.


- Nunca has sido y jamás serás una más – me reprendió mordiendo con sutil fuerza mi clavícula, como si me reprochara mis crueles palabras y en mi defensa no pude más que gemir llorosa.


- ¿No lo soy? – susurré tímida, rebuscando temerosa en su mirada, por esa respuesta que sospechaba, pero que como el adicto necesitaba.


- No, lo sabes ... - pronunció firme y seguro mientras frotaba su nariz a la mía y acariciaba delicado mi caballo, ordenándolo detrás de mi oreja. - ... es por eso que deseo conocer que te causa tanto dolor, para poder evitar vuelva a martirizarte este sufrir.


- ¿Por qué quieres saber? – pregunté temerosa de contarle.


- Porque me importas, más que cualquier otra cosa – dijo serio y tranquilizador, como si fuera un puerto al que puedo aferrarme en cualquier tormenta y aunque quería resistirme no pude evitar terminar aferrándome a su calidez y seguridad, pues son en sus brazos donde me siento segura.


- Recuerdas te dije que mi padrastro obligó a mi mamá a darle mi custodia a mis abuelos – lo vi asentir, mientras trataba de sentarme sobre sus piernas y para verlo mejor.

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