Algo Inesperado Sucede

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¡ESE MALDITO CERDO!... ¡¡¡¡CÓMO DEMONIOS HA PODIDO EL MUY IMBÉCIL!!!! ¡¡¡¡QUIEN COÑA SE CREE!!!! COMO HA PODIDO...


¡¡¡¡¡ES UN HIJO DE PUTA!!!!!


¡MALDITO CERDO!...


¡MALDITO CERDO!...


¡MALDITO CERDO!...


¡¡¡¡MALDIIITOOOOOOOOO!!!!


Gritaba en mi mente como un mantra al caminar los desolados pasillos de la facultad, en dirección al segundo MALDITO IMBÉCIL de mi vida, mi profesor de escultura; Emmanuel. Si me tocara describirlo diría, sin lugar a dudas, que es un hombre muy apuesto - podré odiarlo a muerte, pero no soy ciega - creo que, debe ser unos doce años mayor que yo - o talvez más - es alto, de piel clara aunque levemente tostada, su cuerpo tiene una apariencia fuerte, gracias a todo el trabajo manual que realiza para crear sus piezas - esos troncos no se tallan solos - ojos miel muy sensuales y una sonrisa pícara que derrite a más del noventa por ciento de la población estudiantil femenina y a gran parte del estudiantado masculino de la facultad, claro, excepto a mí... la verdad es que ¡LO DETESTO! Para mí, él es un puto cabrón que desde que ingresé a la universidad me ha jodido la vida; siempre menospreciando mis trabajos y alabando unas porquerías de las cuales apenas se alcanza a comprender como las hicieron, pero a los míos les encuentra todos los malditos "PEROS" del mundo... si sumo todos los "PEROS" que me ha dado al criticar e inferiorizar mis piezas estoy, total y absolutamente, segura que con ellos podría romper un récord Guinness; sí, el "RÉCORD AL MAYOR NÚMERO DE PEROS RECIBIDOS", la verdad es que es un soberano ¡¡¡DEEEESSGRAAAAACIADO!!!.


Ojalá eso fuera lo peor, pero lastimosamente no lo es, lo peor es su jodida miradita que grita - sin el menor disimulo - que para él mis trabajos son taaan insignificantes que deberían premiarlo por verlos ¡NO LO AGUANTO! quisiera que explotara y solo quedaran de él miles de pedacitos. Sin embargo, - y muy a mi pesar - el Puto Cabrón es un genio en lo que hace, por ende, yo he visto desde el inicio de la carrera muchos talleres con él - para mi mala suerte - cada semestre me inscribo en dos o tres de sus talleres; técnicas de escultura, clases de dibujo anatómico, sociología del arte, historia de la escultura, apreciación de la obra plástica, visión de la escultura en la era primigenia, entre otros. Además, ver estos talleres con él pinta muy bien en mi curriculum, porque cada uno me otorga un certificado en el que resalta su nombre y con él su prestigio - para mi desgracia – porque, aunque quiera no lo puedo negar, el puto cabrón es muy afamando y la razón de la inscripción de la mitad de los matriculados de arte.


Pero eso sí, sin importar que tan bueno sea, yo no lo paso; quisiera volverlo arcilla, quemarlo al sol, caerle a martillazos hasta que se haga polvo y arrojarlo en el tambor de la arcilla, que tiene un aspecto asqueroso y es lo más desagradable - después de él - de toda la clase, ansío ver como se mezcla entre la porquería. En realidad, solo son plastas y plastas de arcilla húmeda que reposan dentro de un tambor con agua, pero parece excremento pastoso y repugnante e imaginar que lanzo los restos de Emmanuel a ese asqueroso tambor es la mejor terapia pre-clases que existe.


Debo admitir que pensarlo me genera un enorme y liberador placer, así como una gran satisfacción.

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