Veinte minutos después de permanecer bajo el agua caliente de la ducha, aún me sentía sucia. No, ni Leopold ni nadie me había tocado de aquella manera. No, se podía mirar, se podía oler, pero ninguno, salvo Leopold, podía tocarme. En aquellas reuniones sociales, con estancias privadas para el disfrute privado, todos sabían lo que ocurría dentro de ellas, pero nadie, salvo los implicados, y sus mascotas, estábamos allí. Mi olor era un gran afrodisíaco en aquellos días. Sólo se necesitaba una gran estimulación sexual, y el coctel explosivo estaba servido. Me sentía sucia porque me usaban para su placer, pero me sentía aún más sucia, porque no podía evitar que mi cuerpo se excitara ante el despliegue sexual de aquellas criaturas en pleno bacanal. Cuerpos sudorosos y gemidos, algún que otro colmillo clavándose en la carne, y sexo, mucho sexo. Helena era la pareja de Leopold, al menos la actual. No, no era su esposa, solo su amante. El extraño honor de ser la esposa de Leopold recaía en mí. A efectos legales, yo era la propietaria de todo, salvo de mi misma. Leopold era mi esposo desde hacía 4 años, y Aidan era su hijo adoptivo. Sí, podría dar un puñetazo sobre la mesa y dejarlo sin nada. Un acto inútil, él me quitaría a mi pequeño, como lo hizo con su padre. Sí, se que él lo mató, o hizo que lo mataran, eso da lo mismo, la cuestión es que puede quitarme todo lo que quiero, sin remordimientos, ellos no los tienen. Lo único que puedes esperar de un vampiro es egoísmo. Ellos primero, luego sus posesiones, el poder, después, nada.
Apagué la ducha y me envolví en la suave toalla. Tenía demasiado sueño para pensar en lo mal que me sentía. Había estado sentada en aquella habitación casi toda la noche. Si tuviese que apreciar las virtudes de un amante vampiro esa era la única, su resistencia. Podía estar excitado y dispuesto toda la noche, sobre todo si bebían de otro vampiro. Pero a mí no me parecía una virtud, porque aquellos encuentros salvajes, me mantenían despierta e incómoda durante horas.
Me metí en la cama y dormí las pocas horas que quedaban hasta que mi pequeño vendría a despertarme. Puede que las noches le pertenecieran, puede que guiara mis actividades durante el día, pero la luz del día era todo lo que necesitaba para recordar que mi pequeño seguía a mi lado. Sólo su presencia conseguía alejar todo lo corrompido y decadente que había en mi vida.
- Buenos días.-
No fue la voz de Leopold la que me recibió esa mañana, era la voz de Jhon, Jhon Matheus.
- Buenos días doctor Matheus.-
- Sabes que puedes llamarme Jhon, Mira. Nos conocemos hace tiempo.-
- Lo siento, la costumbre. ¿Puedo ofrecerle algo, un café tal vez?.-
- Sí, gracias.-
Mientras le preparaba una taza, recordé como entró en mi vida aquel hombre. Fue el encargado de realizar mi estudio sanguíneo. Y no, no se quedó en mi anemia, me hizo un estudio completo de ADN. Jhon era el director técnico del laboratorio de Leopold. Sí, tenía un laboratorio, o mejor dicho, una empresa dedicada exclusivamente a la genética. También era su almacén privado de sangre, un supermercado exclusivo para vampiros. Sangre procesada, revisada y catalogada según su calidad. Una vez estuve allí. Ver las bolsas de sangre colgando en los soportes, como si fuera una cata de vinos, me dejó helada. No quise saber mucho sobre los negocios y las investigaciones que allí se realizaban, pero sabía que eran una gran fuente de ingresos para Leopold. El por qué humanos como el doctor Matheus trabajaban para él, no debía ser sorprendente para mí, yo sabía por qué un hombre como él había vendido su alma al diablo. Su hija. Jhon tenía una hija de 28 años, la cual padecía de policitemia primaria, o dicho de otra manera, exceso de producción de sangre. Para un vampiro, ella era una fuente inagotable de sangre, usarla regularmente era una manera de asegurarse el sustento con un único productor. Para ella, ser mordida con regularidad, era una manera de paliar los síntomas de su enfermedad. El doctor llegó a Leopold, o más bien, Leopold se apareció en la vida del buen doctor, como el ángel salvador de su pequeña. Desde aquello habían pasado casi 20 años, y desde entonces, el buen doctor había estado investigando a las órdenes de Leopol. Si, buscaría remedios para muchas enfermedades, entre ellas la de su pequeña, pero sobre todo, seguiría las pautas de Leopold.
Más de una vez le he oído hablar sobre sus proyectos, él no cree que pueda revelar la información a otras personas, sobre todo, porque sabe que me tiene lo suficientemente aislada y vigilada como para que no pueda hacerlo, y sobre todo, me tiene lo suficientemente asustada como para que no quiera tampoco.
En fin, sobre lo que sé, el viejo Jhon ha dedicado sus desvelos a una sola cosa, solucionar los problemas de la raza vampiro. ¿Y cuáles son esos problemas?. Pues como cualquier ser vivo, ellos también enferman, y tienen varias taras genéticas, como por ejemplo dificultad para reproducirse. Decir que son estériles es excesivo, pero si muy aproximado. La naturaleza es sabia, y es su manera de controlar la población. Si vives mucho, no te reproducirás con facilidad. Una manera de equilibrar el ecosistema. Bueno, me estoy yendo por las ramas, o tal vez no. Seguramente te preguntarás, ¿si mi sangre es tan preciada por su aroma y sabor, por qué no me han convertido en uno de ellos?. Así tendrían asegurado un suministro continuo durante mucho tiempo. Pues bien, la respuesta es simple, porque no se puede. Un vampiro nace, no se hace. En otras palabras, lo han intentado, y nunca se ha conseguido con éxito. Así que no hay más que hablar sobre ese tema.
Volviendo al tema de la reproducción, seguramente te preguntes qué ocurre con los mestizos. Bien, pues es lo que parece. Son mezcla de vampiro y humano. Por lo visto, es más fácil dejar preñada a una humana que a una hembra de la raza. ¿El resultado?, pues eso depende del gen predominante. Unas veces tiende más a humano, la mayoría, y otras tira más a vampiro. Con los primeros no hay problema, su genética es tan similar a la humana, que salvo por ligeras características, son tan humanos como cualquier otro. Con las mismas ventajas y defectos. Los segundos; normalmente no son más que sirvientes para los vampiros. Estos mestizos, no pueden integrarse entre los humanos, no al menos por mucho tiempo. Su alimentación es una curiosa selección de alimentos, entre los que no puede faltar la sangre. Ahora bien, pueden vivir sin alimentos comunes, pero sin sangre... digamos que no, aunque tengan mejor aguante que un vampiro normal. Quizás por eso los odien los vampiros puros, porque han demostrado una adaptación al medio mejor que la suya. Si miras hacia atrás en el tiempo, podríamos equiparar a un mestizo con los esclavos negros, que trabajaban los campos de algodón en las plantaciones, de los estados del sur en Norteamérica. Bueno, aquí no había esclavos, propiamente dicho, nadie posee a nadie. ¿Tal vez sería mejor compararlo con el período post guerra de secesión?, si, eso creo. Aunque fuesen libres, seguían siendo negros. Hoy en día, los mestizos no están bien vistos entre los vampiros, sobre todo entre los más antiguos. Para ellos, la pureza es algo demasiado valorado. Se creen como la nobleza británica. Diferentes y muy superiores al resto de la vulgar plebe.
Son vampiros, que esperabas, la sangre es siempre la sangre.
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Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)
VampireVampiros. Mito o realidad. Para mí no eran más que historias para asustar a algunos, o para despertar el romanticismo en otros. Hasta que me topé de bruces con su mundo. Mi historia... puedes o no creerla, pero si estás dispuesto a escuchar, prepára...