Capítulo 8

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Alex no podía creer lo que había hecho. Había saltado sobre la mujer y la había drenado, demasiado. La había tendido sobre la cama del viejo, cuando se dio cuenta de que se deslizaba hacia el suelo. Al menos seguía viva, escuchaba su corazón aún palpitar. Pero su color era demasiado pálido. Soltó una maldición para sí mismo. No había podido contenerse, había sido una tortura desde el mismo momento que entró en el despacho. Su olor... era puro néctar delirante. Había despertado en él un hambre lujuriosa que se había visto obligado a saciar, pero no había podido detenerse hasta que fue demasiado tarde. No había estado preparado para el placer líquido que explotó en su boca nada más saborear su piel, pero su sangre... Oh, dioses, su sangre era puro pecado.

- ¡Byron.¡- gritó. Y en cuestión de segundos, su amigo entró por la puerta de la habitación.

- Mierda, Alex. ¿Qué ha pasado?.-

- ¿Tú qué crees?, llama al jodido médico de Leopold, que Favio lo traiga aquí, ¡rápido!.-

Byron salió disparado por la puerta, mientras Alex permanecía sentado junto a Mira. Su mano acariciaba delicadamente su cabello, al tiempo que no apartaba su mirada de sus párpados.

- No te mueras, ahora no.-

Mantuvo su oído centrado en escuchar el débil latido de su corazón, su costosa y superficial respiración.

- ¿Mami?.-

La voz infantil lo sorprendió. Debía estar tan absorto en la mujer, que no había escuchado los pasos del niño acercándose a la habitación. Estaba parado allí, en el marco de la puerta, con la cara asustada, preguntando en silencio que le ocurría a su mamá, para estar inconsciente sobre la cama.

- Tu mami estará bien, sólo está cansada. El doctor se ocupará de que se recupere pronto.-

Mentir a un humano no era algo nuevo, había jugado a eso casi toda su vida adulta. Pero mentirle a aquel pequeño, le estaba apretando el corazón de una manera totalmente desconocida hasta ese momento. Casi podía sentir el nudo cerrándose sobre su garganta, impidiendo que salieran más mentiras de su boca.

Byron apareció en la puerta y miró al niño antes de volver su atención sobre la cama.

- El doctor estará aquí en 5 minutos.-

Alex hizo un gesto con la cabeza en dirección al pequeño, y Byron no necesitó más.

- Vamos pequeño, le diremos a la cocinera que prepare algo de sopa caliente para tu mamá.-

El pequeño lo miró, y aunque vaciló de tomar la mano que le tendía el hombre alto y rudo que acababa de conocer, al final la tomó con docilidad.

- Mami me da sopa caliente cuando estoy enfermo.-

La voz se alejó por el pasillo, y Alex volvió su atención a la mujer. No podía culparla por lo ocurrido, era totalmente su culpa. No era por estar aún desconcertado por todo lo ocurrido, aunque lo estaba. No había conocido a su padre, aunque su madre le dijo que vino a verle cuando cumplió los dos años de vida. Una única vez, pero según él, malditamente demasiado. Siempre había sabido que se avergonzaba de su nacimiento, era una enorme mancha para "un pura sangre" como Leopold. Un hijo mestizo no entraba dentro de sus planes, así que no le sorprendió su rechazo. Pero si lo hizo el que lo incluyera en su testamento como único heredero. ¿Se había arrepentido el viejo?, no lo creía, pero el caso, es que estaba allí, y ahora era dueño de algo con lo que nunca contó. Se giró hacia la puerta, esperando la llegada del médico.

Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora