Alex se acariciaba el pelo con frustración, mientras volvía a repasar otra vez las imágenes en la pantalla del ordenador. Sí, el asesino de su padre aparecía en ellas, pero se había cuidado mucho de que lo identificaran. No solo parecía conocer la ubicación de las cámaras, sino que llevaba ropas que se podrían comprar en cualquier gran superficie. Su rostro estaba cubierto, e incluso sus ojos estaban protegidos por unas gafas de sol oscuras. El programa de reconocimiento que estaba ejecutando, sólo podía utilizar las variables físicas del individuo, comparándolas con el personal de servicio y con los conocidos de Leopold. Tal vez daría un resultado de coincidencia con alguno, pero no se concedía muchas esperanzas. Aquellas ropas eran holgadas, y estaba claro que algunas proporciones habían sido alteradas a propósito. Aunque si estaba seguro de algo, aquel individuo pertenecía a la raza, no podía ser de otra manera. Las gafas de sol dificultarían la visión de cualquier humano, sobre todo en un lugar protegido de la luz solar directa, y con la iluminación artificial atenuada. Y tenía que ser alguien conocido, alguien a quien Leopold esperaba, porque la presencia del asesino fue notada por Leopol, pero no hizo nada al respecto. Estaba relajado, distendido, como si esperara la visita de alguien, y fuera algo agradable. El puñetero macho sonrió cuando notó la mano de su asesino en su hombro, como si ese tipo de contacto no solo fuese agradable, sino habitual. Y después, el otro individuo, algo más bajo que Leopold, sacó un largo y afilado cuchillo, y le seccionó el cuello con rapidez. Después lo clavó en una de las axilas, y con la misma precisión, en la femoral derecha. Estaba claro que conocía la anatomía de la raza, y el funcionamiento de su organismo. Si querías matar a "un raza", había que desangrarlo con rapidez, evitando que escapara. Nada de crucifijos, ajo o agua bendita. La decapitación era la forma más efectiva, luego la incineración, pero para eso tenías que conseguir que el raza no escapara de la hoguera antes de morir. Y luego estaba el procedimiento que el asesino había utilizado, la exanguinación. Pero el haberla utilizado, en vez de cualquier otra, revelaba mucho de el "porqué" de su muerte.
Desde tiempos muy antiguos, la justicia de la raza se impartía con crudeza, y la exanguinación, era el método utilizado para matar a los criminales, a los que habían ultrajado o cometido una villanía contra otro miembro de la raza. Pero no había existido acusación, ni investigación al respecto. Seguramente Leopold habría incurrido en un delito que no fue denunciado, o tal vez, la persona que lo asesinó, pensó que lo que había hecho se merecía ser calificado como delito, aunque no llegara a serlo. La ley era demasiado antigua, y había muchos vacíos de los que los más pudientes se aprovechaban en su beneficio. ¿Sería ese el caso?. Cada vez estaba más seguro de que había sido una venganza. Fría y estudiada. Efectiva, dolorosa y vejatoria para "un raza". Ahora sólo tenía que descubrir quién, y tal vez el porqué.
- ¿Algún resultado?.-
Byron se acercó, pero mantuvo una distancia prudencial, sin llegar a penetrar en el espacio de trabajo de Alex. Su olor le decía que no era inteligente acercarse a él en aquel momento.
- De momento no.-
- Ha llamado el Dr. Matheus. Tiene todo despejado para esta noche.-
Alex se levantó de su sillón, y echó un último vistazo al proceso de reconocimiento.
- Entonces prepáralo todo, iré a avisar a Mira.-
- ¿el procedimiento habitual?.-
- Sí, pero quiero dejar doble protección en la vivienda.-
- No quieres sorpresas a la vuelta.-
- Hasta que no sepamos cómo llegó hasta aquí, el lugar no es del todo seguro.-
- Entendido. Mantendré sólo a nuestro personal en la casa. Ninguno de Leopold.-
Alex asintió y se giró hacia la puerta. Mientras subía las escaleras a la planta superior, dejó de pensar en el asesino de Leopold, y se centró totalmente en su más absorbente problema, su trufa blanca. Llevarla al exterior era un riesgo, tanto para ella, como para él. El primer vampiro converso, "un raza" no nato, una quimera, un imposible, y él lo había hecho. O mejor dicho, ella lo había hecho. Ocultar aquello al resto, iba a ser una tarea irrealizable, pero al menos le daría todo el tiempo posible, hasta que se acostumbrara a su nueva naturaleza. ¿Y su protección?, ese era el gran problema. Su olor se intensificaba cada día, pronto los vampiros y mestizos estarían acechando en su puerta. Solo su impronta, la sangre de un macho en ella, era lo que la protegía del resto. Pero, ¿sería suficiente?. La única solución que veía, era establecer un vínculo con ella, aunque fuese temporal. Acostarse con ella era algo que sus entrañas de macho le gritaban a cada segundo, emparejarse, marcarla como de su propiedad, pero él no era de los que establecían vínculos, con su trabajo y modo de vida no era algo aconsejable, y mucho menos posible. Tener una diana en la espalda era algo a lo que estaba acostumbrado, porque su objetivo era estar entre su cliente y el peligro. Un escudo, sí, eso era. Protección, era un especialista en proteger personas, así que eso es lo que haría, protegerla. Ahora bien, ¿tenía que ponerla al tanto de la protección que necesitaba y lo que tendría que hacer para conseguirla, o simplemente tomar la decisión por ella?.
Se detuvo frente a la puerta, inspirando lentamente el aire, saboreando el aroma de la mujer en cada bocanada. La resistencia de Alex estaba empezando a resquebrajarse, y suponía que a sus hombres no les iba mucho mejor. Sólo su olor sobre ella, era lo que les contenía de abalanzarse sobre Mira. Entonces lo supo. La respuesta a su pregunta estaba clara. Tendría que tomar él la decisión, y tenía que hacerlo rápido. Nunca seducir a una hembra había sido una necesidad más que física, pero ahora no podía fallar, tenía que conseguir su entrega.
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Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)
VampireVampiros. Mito o realidad. Para mí no eran más que historias para asustar a algunos, o para despertar el romanticismo en otros. Hasta que me topé de bruces con su mundo. Mi historia... puedes o no creerla, pero si estás dispuesto a escuchar, prepára...