Capítulo 10

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-¡NO!.-

Con todas mis escasas fuerza, me aparté de su abrazó, y me deslicé tan lejos como el cabecero me permitió. Odié el desconcierto y el dolor por el rechazo en su asustado rostro, pero más me odiaba a mi misma por la antinatural fuerza que se había asentado dentro de mí. Eso no podía estar bien, yo no era uno de ellos, y mucho menos iba a morder a mi propio hijo.

- Mejor dejamos a mami descansar un poco, todavía no se encuentra bien.-

Alex estaba agachado junto a Aidan, y le tendía la mano para que juntos abandonaran la habitación. Estaba asustado, mi pequeño estaba asustado de mí. Y no sabía que era peor, eso, o dejarle en manos de un ser, que tenía las mimas ganas de chupar su sangre que tenía yo.

- ¿La duele mucho?.-

Podía escuchar preguntarle a Alexander.

- Ahora sí, la duele mucho, pero se pondrá mejor, te lo prometo.-

- Cuando estoy enfermo, mi mamá me abraza y me siento mejor,¿ por qué a ella no?.-

- Bueno, lo que funciona con los niños, a veces no lo hace con la gente mayor.-

- Ah. Pero, ¿se pondrá buena, verdad?.-

- El doctor y yo la cuidaremos hasta que se ponga buena del todo.-

- ¿Me lo prometes?.-

- Claro.-

Ahora entendía porque podía escucharlos, cuando estaban a varios metros fuera de mi habitación. Me había convertido en uno de ellos. No pude evitar que las lágrimas brotaran con furia de mis ojos, yo no era como ellos, no podía serlo.

Sentí la presencia de Alex otra vez en la puerta, mirándome, esperando a que... ¿asimilara, comprendiera?. En su mano tenía un pequeño cuenco con helado rosado.

- ¿Qué me has hecho?.-

El dejó escapar un suspiró y caminó hacia mí. ¿Intentaba parecer humano mostrando aquellos gestos?, podría funcionarle, pero hoy no, conmigo no.

- Te he traído el helado.-

- Sabes que no podré comerlo, porque ahora de lo que tengo ganas, es de clavarle los dientes a mi hijo, hasta saciarme. Y lo mataré, porque su cuerpo es demasiado pequeño para saciar el hambre que me devora desde que lo olí.-

- Eres más fuerte de lo que piensas, no lo matarás.-

- Hace un momento estuve a punto de hacerlo.-

- Pero no lo hiciste.-

- ¿Intentas decirme que la madre ha vencido al monstruo sediento de sangre?.-

Su cuerpo se tensó, y su cara perdió aquella pequeña pincelada de humanidad.

- Digo que lo quieres más de lo que necesitas vivir.-

No podía rebatir eso, porque era verdad. Mi pequeño era lo que me mantenía viva, sin él, no merecía la pena ni respirar. Abracé mis rodillas, y metí mi cara en ellas. Hasta que sentí el peso de Alexander presionar el colchón junto a mi cadera. Cerca, pero no tanto. Alcé la vista, y vi el helado entre nosotros.

- Pruébalo, quizás alivie la sequedad de tu garganta.-

- ¿Cómo sabes.... ¿, Ah, lo olvidaba, a ti también te pasa.-

- No, pero no has dejado de tragar intentando aliviar esa sensación.-

- Los... los vampiros no toleran alimentos normales.-

- No, los vampiros no pueden, pero tú no eres un vampiro.-

Abrí la boca para mostrarle las pequeñas puntas, que todavía sobresalían del resto de dientes.

- Casi se los clavo a mi hijo hace un momento, quería chuparle hasta la última gota. Yo creo que si soy un vampiro.-

- Como mucho, serías una mestiza. Mi sangre ha hecho... esto, y yo soy mestizo.-

- ¿Y tú puedes comer helado?.-

- Los mestizos podemos tolerar algún alimento humano, unos más que otros, depende de nuestro porcentaje de mestizaje.-

- ¿Porcentaje?.-

- Se nos numera dependiendo de eso. No es agradable, pero es útil.-

- ¿Y tú eres...?.-

- Soy un tres. Si juntaras cuatro piezas para hacerme, tres serían partes de vampiro, y una de humano.-

- ¿Quieres decir...?.-

- Que mi madre era medio humana, medio vampiro, si.-

- Y yo, ¿ahora soy como tú?.-

Alexander se giró para darme la espalda, como si no pudiera mirarme directamente para decirlo. ¿Se sentía culpable?. Si fuera humano y tuviera sentimientos, sería posible. Pero no lo era.

- No, no eres como yo. Nadie es como tú.-

- No entiendo.-

Él se levantó, y se alejó de nuevo hasta la puerta, donde se volvió de nuevo hacia mí.

- Jhon dice que eres la primera humana que sobrevive a una transformación, aunque yo no estoy tan convencido de que lo hayas hecho. No creo que...-

- ¿No crees qué, que me haya convertido en algo como tú?.-

- No sé lo que eres, pero estoy seguro de que no eres como yo.-

Y allí estaba, esa mirada que brillaba, aquellos ojos de gato en la oscuridad, ese brillo dorado, pero que en ese momento me dieron escalofríos de miedo. Alexander abandonó la habitación, y yo me quedé allí, sola, mirando derretirse el helado.

Alargue la mano, y tomé una cucharada. El frescor calmó inmediatamente mi garganta, y el sabor a fresas, aunque menos intenso de cómo recordaba, se deslizó en mi lengua con cremosidad. Bueno, al menos el helado era uno de los alimentos que toleraba.

Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora