Capítulo 4

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-          Buenos días, Señor Montblanc.-

Leopold apareció detrás de mí, con el sigilo de siempre. Ya me he acostumbrado a ello, aunque sigo sobresaltándome cuando pasa. Su voz sonó sobre mi hombro, porque le gustaba esa sensación de posesión sobre mí, y hacía ostentación de la misma cada vez que tenía ocasión. Es una cualidad vampiro, creo, porque todos actúan así. Son depredadores, y tienen que marcar sus presas y sus posesiones, así de simple.

-          Buenos días Jhon. Pasemos al despacho. ¿Cómo va la investigación?.-

No quise saber más. Me revolvía las tripas pensar en sangre, quizás porque ya tenía suficiente con la dosis que me tocaba. Esa misma mañana me había llegado el período, y sabía lo que eso significaba. Desde hacía un par de años, Leopold había descubierto el sumun de los afrodisíacos, pero no estaba contento con disfrutar él solo, tenía que compartirlo.

-          Ah, Mira.- volví mi rostro hacia él. Sabía que había podido olerlo, siempre podía olerlo.

-          Lo sé.-

-          Bien.-

No necesitaba decirme más. Él y yo lo sabíamos, Él, yo y otra persona más. Aún me sorprendía que aceptara practicar en aquel... no sabía cómo llamarlo. Sólo se, que siento vergüenza y repugnancia a partes iguales, solo con saber lo que pasa en esas sesiones. Pero no podía negarme.

Mi gran miedo no era que Leopold decidiera cambiar de par-tener. No, era que un día, mi pequeño saliera de su habitación en plena noche, y nos sorprendiese. A Leopold le daba igual que Aidan nos viera, esa era su casa y hacía lo que quería en ella. Y lo que pensara Aidan sobre él y lo que hacía con su madre... le traía al fresco. No, la que tenía miedo de afrontar el rostro asqueado de Aidan era yo, sólo yo. Mi pequeño no podía saber que su madre hacía esas cosas, no, no podía.

¿Y que era lo que su madre hacía?, sencillamente, dejar que el diablo la utilizase.

Diciéndolo claro y sin rodeos. Cuando una mujer se excita, segrega jugos vaginales que facilitan la penetración del macho. Une esos jugos a la sangre que sale de la vagina durante la menstruación, y tienes un concentrado de Viagra. Sexo y sangre, todo en uno. Añádele a eso mi particular aroma, y el que sea mi cuerpo el que expulse el exquisito líquido, sin ningún tipo de extracción forzada, y no sólo tienes el mejor regalo que le puedas dar a un vampiro, sino el afrodisíaco por excelencia.

Leopold solo me llevó a una de sus "reuniones sociales" cuando tuve mi período, y no volvió a hacerlo. Machos y hembras se abalanzaron sobre mí como carroñeros hambrientos. Sólo un par de humanos que trabajaban en la seguridad, pudieron sacarme de allí, aunque no en buenas condiciones. Desde entonces, siempre hay miembros humanos en el equipo de seguridad que me acompaña, y durante mi período, los mestizos y vampiros tienen prohibida la entrada en nuestra casa. Bueno, salvo las noches como aquella. Noches en las que Leopold comparte su tesoro con alguien más.

Temo el día que decida vender esos momentos para obtener favores. Al fin y al cabo, es un vampiro, no tardará en darse cuenta de que puede conseguir mucho si comparte sus juguetes con "otros niños". Estoy segura que tiene la idea rondando su cabeza hace tiempo. Supongo que esté esperando al vampiro y ocasión apropiados. Si todos juegan con su juguete, al final no seré tan inalcanzable, y el "favor" a devolver no será tan importante. Tiempo, sólo es cuestión de tiempo, y de eso un vampiro tiene demasiado. Leopold nunca me ha dicho su edad, pero he llegado a pensar que el número es de tres cifras, aunque no sabría decir exactamente. Si de algo estoy segura, es que le he sorprendido hablar con una asombrosa familiaridad de acontecimientos que ocurrieron durante la Guerra Civil Americana.

La voz de Aidan me hizo volver al presente.

-          Mami, ya estoy listo.-

Asentí con una sonrisa, giré mi rostro hacia Flavio, mi guardaespaldas personal, y recibí su respuesta. Todo listo. Llevaríamos a mi pequeño al colegio privado, y después tendría mi sesión preparatoria. Depilación, hidratación... a los vampiros civilizados les gustan las pieles suaves y exentas de pelo. Sin pelo, como sus cuerpos, suaves, como la textura de la seda que adoran acariciar. Y el olor, bueno, de eso me encargo yo.

Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora