Tenía que reconocerlo, aquella nueva casa era preciosa. Nada que ver con el dúplex de Leopold en la ciudad. Estaba de pie, embelesada en el pacífico paisaje boscoso, cuando una leve ráfaga de aire me trajo su aroma, su olor. Cerré los ojos, y esperé a que hablara, porque sabía que él acababa de entrar en la habitación.
- ¿Necesitas alguna cosa?.-
Me giré hacia la puerta, encontrándolo allí parado, su postura rígida, las manos en los bolsillos del pantalón, y sabía que apretadas en fuertes puños. Él estaba tenso. No podía culparlo, todos lo estábamos, salvo Aidan. Aunque su inocencia infantil, parecía protegerlo de aquella constante sensación de peligro, nada podía mantenerle aislado de la tensión de los adultos. Aunque intentábamos mantener una actitud calmada y normal, él podía percibir que estábamos nerviosos por algo.
- De momento no.-
- Cualquier cosa que necesitas, no dudes en pedirlo. He dado orden de que atiendan tus necesidades.-
- ¿Estaremos mucho tiempo aquí encerrados?.-
Los hombros de Alexander parecieron perder algo de rigidez. Caminó hasta quedar a mi lado, su mirada perdida al otro lado del ventanal abierto. Cerca, pero totalmente distante. Sus manos aún en sus pantalones.
- La casa es segura, toda la propiedad lo es. Aidan y tú podéis salir al jardín con total seguridad. Pero de momento... no puedo permitir que salgáis más allá de los muros. Todavía no es seguro.-
Asentí con suavidad, asimilando la información. Tenía demasiadas preguntas aún en mi cabeza, la mayoría de ellas, tenía miedo de hacerlas.
- Todo esto tiene algo que ver la muerte de Leopold, ¿verdad?.-
- Aún no lo sé.-
Podía sentir la mentira. Él estaba convencido que era así, aunque no quería decirlo. Tal vez quería más pruebas, o tal vez quería negarse a sí mismo que fuera así, o tan solo simplemente quería quitar la diana sobre nosotros, o al menos hacer que yo lo sintiera así. No iba a entrar allí. Llevaba muy poco tiempo en el mundo de los vampiros, y el aislamiento de Leopold nos mantuvo al margen de la mayor parte de él, pero no por ello sabía que eran diferentes a los humanos, no ya físicamente, sino mentalmente. Su concepción de la vida, sus costumbres, su forma de pensar, era diferente.
La voz de Alexander se tornó dura, letal, erizando mi piel cuando la escuché.
- Voy a encontrarlo, y después acabaré con él.-
Solo asentí, incapaz de decir nada. Él se encargaría de todo. Era el señor del castillo, y él era el que manejaba el destino de todos aquellos a su servicio. Y no olvidaba, que yo no era nada más que una propiedad. Valiosa, pero una propiedad.
- Descansa, lo necesitas.-
Tan silenciosamente como llegó, Alexander desapareció de la habitación.
Caminé hacia la puerta que comunicaba con la habitación de Aidan, y me detuve bajo el marco de la puerta abierta. Podía escuchar su pausada respiración, el rítmico latido de su corazón, el olor de su joven piel, la paz de su sueño. Pero aún así, caminé hasta estar junto a él, y deslicé mis dedos entre su sedoso pelo, sintiendo su reconfortante tacto. No me atreví a besar su frente, por miedo a perturbar su sueño, aunque lo necesitaba.
Caminé de nuevo a mi habitación, pero no pude meterme en la cama. Algo corría por mi sangre, haciendo que estuviese demasiado despierta para dormir. ¿Sería que me estaba convirtiendo en un animal nocturno, como lo eran los vampiros?, ¿ o simplemente era que la tensión me consumía?. Miré hacia el otro lado de la pared de cristal, y la abrí totalmente, dejando que el aire nocturno me envolviera. La calidez me envolvió, junto con los aromas de la naturaleza a mí alrededor. Todos los aromas, todos los sonidos, eran tan intensos, que me abrumaban, me saturaban, pero a la vez sacaban la ansiedad de mi cuerpo. Necesitaba aquello, necesitaba dejarme llevar por el bosque, por la naturaleza salvaje, experimentar todo aquella tormenta que ahogaba mis sentidos, dejar de pensar. Alcé el rostro, dejando que la luz de la luna llena iluminara mi rostro. Miré mis manos, aferradas a la barandilla de piedra. Y después miré hacia abajo, al mullido césped de la planta baja. Y lo supe.
Con un suave impulso, mis pies pasaron sobre la barandilla, y me lancé al vació. Y por primera vez en mucho tiempo, decidí olvidar todo lo demás, y ser libre. El animal que dormía dentro de mí, despertó. Ya no era humana, el vampiro tomó el control.
ESTÁS LEYENDO
Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)
VampirVampiros. Mito o realidad. Para mí no eran más que historias para asustar a algunos, o para despertar el romanticismo en otros. Hasta que me topé de bruces con su mundo. Mi historia... puedes o no creerla, pero si estás dispuesto a escuchar, prepára...