Capítulo 21

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Mis pies casi volaban sobre la hierba alta. Los árboles pasaban a mi lado como un borrón. Solo importaba lo que había delante de mí, solo importaba correr. Escuchaba a los animales a mí alrededor, desde las lechuzas, hasta los escarabajos arrastrándose entre las hojas muertas. El olor de la tierra, su necesidad de agua, la humedad del aire que se adhería a mi piel, mezclándose con mi sudor.

Cada nuevo paso, me adentraba más en aquella comprensión de mi entorno. Aprendí a separar los sonidos, los olores, a silenciar los que no eran importantes, a concentrarme en los que si lo eran. Analizando, descartando.

Llegué a un claro, desde el que la luna era de nuevo visible, y me detuve. Respiré profundamente, dejé que mis sentidos flotaran y entonces lo noté. Algo me acechaba, algo peligroso, algo que no se detendría hasta cazarme. Y estaba cerca, demasiado cerca.

Alexander

Era imposible dormir. Aunque revisé todas y cada una de las medidas de seguridad, aún no estaba tranquilo. Fuese quién fuese, no se detendría hasta conseguir lo que quería. Había matado a un vampiro viejo, experimentado, poderoso. Se había arriesgado a volver al lugar del crimen, arriesgándose ¿por qué?, ¿qué buscaba?. Habían dado vuelta a aquella maldita casa, destripado cada escondite, cada escondite. Pero el asesino no se había llevado nada. Había a su alcance piezas de joyería con valor de millones de dólares, y él solo se llevó el contenido de una papelera y algunas prendas del cesto de la ropa sucia.

Para un humano, aquellas pistas no podían decir nada, pero para un vampiro...

Cuando un vampiro ataca, es para conseguir algo que quiere, o para eliminar una amenaza, incluso por orgullo o justicia. Si fuera un mestizo, el abanico de posibilidades se ampliaba. Podía llamarlo corazonada, podía llamarlo intuición, pero si de algo estaba seguro, era de que la segunda incursión del asesino tenía por objetivo llevarse algo más importante que basura y ropa sucia. Sobre todo, si la basura consistía en el material sanitario con el que trataron a Mira, y la ropa sucia era uno de sus pijamas. Tenía bien claro que Mira era su objetivo. Incluso sopesó llevarse al niño, porque su presencia en la habitación se lo confirmaba. ¿El porqué no lo hizo?, quizás no tuvo tiempo, quizás no le convenía. Quién sabe. Cuando lo encontrara, tampoco se iba a parar a preguntar por qué. Había algo que todos "los raza", vampiro o mestizos, llevaban grabados a fuego en su ADN, y eso era el instinto de proteger lo que era suyo, y ese individuo me había amenazado directamente a mí, a lo mío. Ese niño y la mujer me pertenecían.

El golpe seco sobre el suelo me sacó de mis pensamientos. La amenaza estaba cerca. Había alguien allí afuera. Salí veloz hacia el lugar del impacto, pero antes de llegar, el olor de Mira impregnó mi olfato. Su esencia se había intensificado, mezclándose con algo más, algo salvaje, algo primario, algo de lo que no podría escapar aunque quisiera, algo que me arrastraría al fondo, aunque luchara, algo contra lo que no podría ganar. Y corrí, como el diablo que llevaba dentro, como el animal que no podía contener en mi interior. Tenía que cazar, y ella era la presa.

Seguí su rastro, percibiendo cada sutil detalle de su olor. Como mutaba a medida que descubría lo que era, lo que la envolvía. Cada vez más vampiro, más animal, más salvaje, más primario, más magnética. Y tuve que perseguirla, antes de que cualquier otro la alcanzara, antes de que tomaran lo que era mío, antes... antes de perderme a mí mismo.

La alcancé en un claro. Allí, oteando la luz de la luna, como un lobo subyugado por su atracción. Entonces abrió los ojos y me vio, y supe que ya no había marcha atrás.

Caminé hacia ella como el depredador que era, lento, seguro, hambriento. Ella retrocedió, pero no apartó la vista de mis ojos. La acorralé sobre un árbol, mis brazos cerrando la jaula, mi rostro acercándose a su piel, a su yugular, a su boca. Miré sus ojos por última vez, buscando la única señal de que no era bien recibido, pero no estaba allí. Curiosidad, miedo y sobre todo, excitación, básica y pura excitación. No necesité más. Tomé su boca, y probé de nuevo el néctar de la perdición, ella. Sabía a pecado, a paraíso y a milagro, todo en el mismo paquete, y era mío, iba a ser mío.





Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora