Capítulo 14

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- ¿Mami, ya estás mejor?.-

Ver su rostro temeroso por mi culpa, era como sentir que me cortaban el pecho con un cuchillo. Pero sonreí, porque no quería asustarle más, y porque sabía que me necesitaba, tanto o más que yo a él.

- Sí, cariño. Alexander a cuidado de mi muy bien.-

- ¿Puedo...?.-

Aidan no se atrevía a hacer la pregunta, quizás temeroso de que no estuviese preparada para hacerlo. Pero lo necesitaba, ambos lo necesitábamos. Tendí los brazos hacia él, y me preparé para sentir el choque de su cuerpecito contra el mío. Lo envolví con miedo y pacer al mismo tiempo. Cerré los ojos y esperé que aquella sensación espeluznante me envolviera de nuevo, pero no llegó. Las ganas de desangrar a mi hijo ya no estaban allí. Así que le aferré más fuerte, y respiré profundamente, arrastrando el infantil aroma que desprendía su piel. Sentí su cuerpo relajarse contra el mío, sentí su miedo desaparecer, y con él se fue el de los dos. Estábamos otra vez juntos, el resto lo solucionaría como fuese.

Alcé la vista, y vi a Alexander mirándonos desde el marco de la puerta. Su rostro no mostraba ninguna expresión, era una roca fría y distante. Él asintió y comenzó a girarse para dejarnos solos.

- Espera, no te vayas.-

No pude evitar sentir el miedo en mis palabras, y es que no me sentía con la confianza suficiente como para estar a solas con Aidan. Algo podía revolverse dentro de mí, y podía volver a perder el control de mi misma.

- No estaré lejos por si me necesitas.-

Sus ojos vagaron hasta Aidan, y entendí que él sabía lo que había en mi mente. Nos daría esa sensación de privacidad que ambos necesitábamos, pero estaría a nuestro lado en el momento en que las cosas se torcieran.

- Y cuéntame, ¿qué has hecho estos días en el cole?.-

- Tengo una nueva profe de manualidades, y nos ha enseñado a hacer un barco de papel.-

- ¿Ah, sí?.-

- Si, ¿Quieres que te haga uno?.-

- Pues claro, cariño.-

Aidan salió disparado hacia su habitación, seguramente para recoger el material que necesitaba para nuestro barco. Y allí en la puerta, estaba Alexander con un par de vasos, uno de leche y otro con zumo.

- Pensé que os gustaría tomar algo.-

- Sí, gracias.-

Puso los vasos sobre la mesita, y se quedó allí de pie.

- Ha ido bien.-

- Sí.-

- ¿Más tranquila entonces?.-

- Mucho más.-

- Te lo dije, mientras estés bien alimentada, no tienes por qué tener miedo.-

Una idea cruzó mi mente. Mientras estuviese bien alimentada, y de eso se encargaría él, así, que estuviera de nuevo bajo el control de un "raza". Primero del padre, y ahora del hijo. Los dos habían jugado sus cartas para conseguir lo que querían, mi sangre. Porque, el hijo querría lo mismo que el padre, extraer el líquido rojo que corría por mis venas. ¿Seguiría siendo igual de valioso que antes?, ojalá, porque si no, no tenía nada más con lo que negociar nuestras vidas.


Soy suya, su "Trufa Blanca" (En pausa, esperando inspiración)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora