╚»03«╝ Cardigan

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I ᴋɴᴇᴡ ʏᴏᴜ
Lᴇᴀᴠɪɴ' ʟɪᴋᴇ ᴀ ғᴀᴛʜᴇʀ
Rᴜɴɴɪɴɢ ʟɪᴋᴇ ᴡᴀᴛᴇʀ

I ᴋɴᴇᴡ ʏᴏᴜLᴇᴀᴠɪɴ' ʟɪᴋᴇ ᴀ ғᴀᴛʜᴇʀRᴜɴɴɪɴɢ ʟɪᴋᴇ ᴡᴀᴛᴇʀ

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Melissa

-¡Eso es Atenea! No pierdas el equilibrio ¡Sigue mi niña!-. Gritaba mi abuelito Chente mientras yo seguía montando a princesa, la yegua que me había regalado hace un par de días apenas. Enseñarme a montar parecía ser su hobbie favorito, incluso podría decir que lo disfrutaba más que yo.

Me encontraba pasando el día con mis abuelos en su rancho. Mis padres habían salido a una comida con sus amigos y prefirieron dejarme con ellos a llevarme a sus estúpidas y glamurosas reuniones, aunque verdaderamente amaba que las tuvieran para poder pasar más tiempo con mis abuelos. Los cuales parecían igual de encantados que yo.

-Cada vez lo haces con más facilidad mi angelito, te quiero muchísimo mi niña bella-. Me dijo en ese tono amoroso que usaba siempre que estábamos juntos, amaba tanto a mi abuelo que lo consideraba más mi padre que a su hijo, sabía cuánto me adoraba, siempre se había encargado de dejármelo más que claro.

-Yo te quiero muchísimo más abue-. Dije mientras él me rodeaba con sus brazos en un gesto paternal y yo se lo devolvía.

-¡Ya vénganse a comer!-. Grito en el umbral de la puerta al establo, mi abue Nati.

-¡El último en llegar a la cocina es huevo podrido!-. Gritó mi abuelo mientras se echaba a correr en dirección a la casa.

Cuando terminamos de comer mis padres llegaron, saludaron a mis abuelos mientras a mí me pasaban por desapercibido, mi abuelo y mi padre se dirigieron al despacho que tenía en el rancho.

-¡Melissa, ven acá! ¡Ya!-. Escuche los gritos de mi padre llamándome.

Cuando llegue a donde ellos se encontraban, solo vi el rostro lleno de decepción de mi abuelo, el rostro de mi padre lleno de diversión, como si disfrutara ver como mi abuelo se decepcionaba de mí por algo que claramente no había hecho. Mi padre abandonó el cuarto y las lágrimas ya se estaban derramando por mis mejillas. No recordaba con claridad que había pasado, solo recordaba ver a mi abuelo tocándose el pecho con una mueca de dolor en su rostro para luego desplomarse en el suelo, justo en mis pies.























Me senté de golpe en mi cama, con los oídos tapados y el corazón bombeando rápidamente en un intento de volver a llenar mis pulmones de aire, el cual parecía haber dejado de estar en mi cuerpo hace ya un rato. No quiero siquiera decir lo mojado que tenía el rostro, ni mucho menos lo hinchados que sentía los ojos.

Apenas sentía que había dormido un par de minutos, no podía dormir por mi nariz tapada y el ardor que tenía en la garganta. Desde ayer había amanecido con algo de gripe, los analgésicos parecían haber funcionado, pero no mucho, porque a comparación del día de ayer que sentía que la cabeza me iba a explotar de la fiebre y los huesos, como si fueran gelatina, estaba mucho mejor.

No podía ir al hospital por riesgo de contagiar a alguien más, así que decidí intentar volver a dormir, pero me fue imposible. Me levanté de la cama para poder darme una ducha, cuando termine de ponerme ropa decidí hacer un caldo de pollo, lo cual siempre que enfermaba parecía hacer mejoría, me regañe mentalmente al no ponerme un suéter y me fue inevitable no recordar a mi abue Nati, si estuviera aquí ya me habría dado una regañada por no estar en la cama y no haberme puesto vaporub en la planta de los pies. Casi podría apostar que también me hubiese dado una charla sobre el porqué me tengo que abrigar más si no quería volver a empeorar como cuando era pequeña.

El asma parecía haber desaparecido de mí casi por completo, hacía más de 5 años que no tenía un ataque, no desde mi pulmonía cuando tenía 15, la había pasado muy mal, ciertamente, pero gracias al cielo mis pulmones parecían estar bien a la clara excepción de las pequeñas manchas de fibrosis que quedaron en consecuencia.

El sonido de mi teléfono interrumpió mi pequeña charla mental, era una llamada de un número desconocido.

-¿Bueno?-

-¿Qué hubo cabecilla de zanahoria?-

No había que ser adivino para saber que era Iván, era el único igualado que me llamaba así, bueno, no voy a mentir, disfrutaba que lo hiciera para poder contestarle sarcásticamente y reírme de él. Después de esa deliciosa ida a los tacos no habíamos vuelto a hablar, supuse que había vuelto a Sinaloa, ya que había pasado más de una semana de nuestro encuentro.

-Quien debería de preguntar eso soy yo, los ancianos son más propensos a enfermar-.

-Bueno, pues a menos que seas una abuela, justificaría lo mormada que andas mija-.

-Tengo un poco de gripe solamente chavo ruco-.

-Nombre mija que llevadita andas, yo que te hablaba para ir a visitarte, ando en Guadalajara, o ¿estás ocupada?-.

-No, de hecho estoy en mi casa, no puedo ir a trabajar enferma-.

-Bueno, entonces en la noche te caigo, ¿qué se te antoja cenar?-.

-Pues tengo varios días con ganas de sushi, pero no sé si a ti te guste-.

-Lo que la cabecilla de ladrillo quiera-.

-Ja, ja, ja, graciosillo este-.

-Te veo en un rato pecosilla chula pues-.

-Va-.

Despegue el teléfono de mi oído cuando escuche que ya había terminado la llamada, sintiéndome tonta por la estúpida sonrisa que el rancherillo igualado me había puesto en el rostro.





𝗞𝗔𝗥𝗠𝗔           ☆𝗜𝘃𝗮́𝗻 𝗔𝗿𝗰𝗵𝗶𝘃𝗮𝗹𝗱𝗼☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora