Capítulo 27: Hojas y raices

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Una gran cama, casi del mismo tamaño que la de Argus

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Una gran cama, casi del mismo tamaño que la de Argus. Un vestidor que parece vacío con los pocos vestidos que recibí los primeros días por parte de la reina. Un delicado tocador donde se encuentran cepillos, aceites, bálsamos y demás. Un pequeño balcón que da hacia el gran portón del castillo. Una pequeña mesa para tomar el té. Cortinas gruesas con bordados finos y elegantes. Cómodos sillones con tapices en cuero. Un pequeño cuarto de baño. Un par de concubinas listas para ayudarme y otro par de sirvientes para servirme. Todo esto se me concedió por ser una princesa, por ser una heredera, por llevar los linajes que llevo inscritos en el alma y en la piel. Por tan poco me dieron tanto. Esta vez no hubo desafíos, misiones ni sacrificios, por el contrario, ni siquiera he sido capaz de abrir el grimorio y aun así me premian, aun así, la gran ex reina me sonríe con cariño mientras Argus solo me ve con una mezcla de diversión y satisfacción.

No sé realmente de que me sorprendo. Siempre lo he sabido. Mi vida suele cambiar rápidamente, suele tomar rumbos inesperados que por lo general me sorprenden y no precisamente para bien, pero esta vez fue diferente, esta vez estoy gratamente sorprendida y no por las comodidades y los lujos, sino como se están dando las cosas, por los nuevos matices que me está enseñando la vida. Ya no solo es blanco, negro y gris, ahora también hay tonos cálidos y vibrantes, pero aun así, la vocecita en mi interior me avisa, me advierte, me atormenta con palabras negativas, de esas que solo auguran un cercano adiós, un rumbo diferente o quizás el encausamiento de un voraz rio que jamás debió ser tratado de desviar. Me educaron para mantener mis sentimientos a raya para así ser la líder que debo ser y para neutralizar cierto deseo audaz y ambicioso que me recorre, pero aun así, soy incapaz de alejarme de Argus, soy incapaz de no devolverle la sonrisa a la ex reina. Soy incapaz de controlar el apresurado latir de mi corazón escuálido que palpitaba a veces con dolor, con temor, con coraje o con rabia, pero pocas veces por cariño y felicidad.

Estoy perdida en mundo que no debería haber pisado. ¿Dónde quedó la bruja que le huye al sentir? No lo sé. Entre tardes de té, vestidos, almuerzos y compañía perdí mi frialdad, abrí puertas de mi alma y mi corazón que durante mucho tiempo tuve cerradas bajo llave. Sin previo aviso me abrí al sentir, me deje llevar de los deseos carnales de mi ser y sentí mi cuerpo vibrar de felicidad solo con un leve roce de una señora que apenas y conozco. ¿Dónde está la bruja que no daba explicaciones? En los aquelarres no importaba si habían o no explicaciones, todo tiene consecuencias sin importar el por qué, pero aquí he dado explicaciones, he buscado su comprensión, he abierto un poco de mi alma para que así no se asusten ante quien soy y, ¿para qué? ¿Para no recibir ese rechazo del que jure haberme hecho inmune desde pequeña? Pero ¿realmente me hice inmune o solo fingía serlo con todas las fuerzas de mi ser? Por primera vez siento calidez en vez de desconfianza dirigida hacia mí por seres que no comparten mi misma responsabilidad. Por primera vez me siento cómoda comiendo con compañía, por primera vez me permito sentir el calor de alguien al lado mío mientras duermo. Por primera vez veo las pinceladas de un mundo diferente al que yo he vivido, pero ¿realmente este nuevo mundo es mejor que el mundo que yo conozco?

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora