Capítulo 11: En vilo

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Despierta

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Despierta. Despierta. Despierta. Las imágenes se arremolinan en mi mente. Otro recuerdo sacude mis nervios y con frustración abro los ojos para encontrarme con la oscuridad, pues ya no hay rastros de la luz plateada de la Luna, quien brillaba con embelesa cuando caí en los atrapantes hilos de los sueños. Siento una de las musculosas piernas del rey alfa sobre mi abdomen en un ángulo bastante extraño, por lo que supongo que otra vez está atravesado en todo el resto de cama. Quien diría que su alteza duerme tan mal. Una sonrisa se me escapa al recordar la primera noche que dormí con él, todo fue perfecto hasta que en medio de la noche empecé a sentir sus movimientos bruscos, lo cual me preocupo, pero al salir de la bruma del sueño entendí que su gran excelencia es de aquellos que duermen de una forma, digámosle, salvaje. Con suavidad muevo su pierna mientras los suaves ronquidos me confirman que el rey está más que dormido, cosa que me alivia, necesito un momento para pensar, porque aunque no lo parezca, estos sueños hechos recuerdos significan algo, algo que sé que debo descifrar, hay algo o alguien tratando de hacerme ver algo.

Al estar de pie al lado de la cama, camino torpemente y con las manos al frente siguiendo el camino que ya sé de memoria hacia el balcón. Al estar ya afuera, siento el viento frío de la madrugada chocar contra mi piel poco protegida por estos camisones de dormir que se deben usar en la habitación del rey. En fin, cierro los ojos y puedo percibir donde están ubicados los guardias, así que al saber que no están cerca y probablemente ni estén alertas, salto al vacío y con un hechizo floto un poco por encima del suelo para no generar ningún tipo de ruido que altere el desarrollado oído de los lobos. Mi visión es un impedimento, la Luna se escondió llevándose la claridad y dejando penumbras, unas que no me detienen, porque sin saber muy bien que estoy haciendo me dejo guiar por suaves corrientes de viendo que parecen parlotear a mi alrededor. Por un instante me permito respirar y sentir como la presión del día se va con el viento. Hoy la gran reina salió al fin de su encierro solo para confrontarme a espaldas de su hija. Fue breve la charla, pero suficiente para dejarme con unas ganas enormes de arrancarle la cabeza.

Cuando siento que ya me he alejado lo suficiente sin salir o sobrepasar las murallas del castillo, me detengo y pongo mis descalzos pies sobre la hierba fría y fresca, cosa que me hace sonreír. Está sensación es tan conocida para mí que por un momento me permito disfrutar del momento, del tenue sabor a libertad. Es como estar en las tierras de los aquelarres. Con tranquilidad me siento sobre la hierba y golpeando la palma de mi mano contra el suelo implanto un círculo de meditación, así consigo que las demás energías que rondan por todas partes se aparten de mí y pueda meditar sola, conectada directamente con mi esencia y con la naturaleza. Hace mucho que no hago esto, y en cierta medida entiendo las ganas que me empujan hoy a hacerlo. La meditación es muy importante para las brujas y brujos, pues es el momento donde nos concentramos en nuestros flujos más básicos, eso que vienen directamente desde nuestra magia, y mucho más allá de ella.

Con tranquilidad cierro los ojos mientras mi respiración se acompasa y los latidos de mi corazón se reducen, de esta forma dejo de sentir la brisa, dejo sentir la hierba fría y me sumerjo en una profunda meditación donde lo único que siento es la vibración de mi ser y el flujo la naturaleza en su más pura expresión. Aquí no hay problemas ni brumas. Aquí no siento la presión de los que me odian o la molestia por las amenazas y desafíos que recibo a diario por todos cuando el rey no está presente. Al abrir los ojos veo que estoy en un bosque sombrío, donde la energía se turba y donde el sonido de mi respiración se oye con un eco siniestro de fondo.

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora