Reduce al demonio. Reduce al demonio. Reduce. Al. Demonio. Las palabras hacen eco en mi interior repitiéndose sin sentido mientras solo puedo concentrarme en su mirada fría donde parece espumear la rabia y el odio. Me quedo sin aire. Me siento desfallecer, aunque sin orden mi mía mi caudal se vuelve turbulento nuevamente preparándose para seguir su orden, porque eso es lo que Argus ha hecho. Me ha dado una orden. Siento las manos de los lobos soltarme y entonces un tirón potente me atraviesa todo el pecho como una llama, como un deseo intenso por cumplir su palabra a aunque eso signifique que tengo que hacer algo de lo que jamás voy a ser capaz de perdonarme. ¿Cómo puede pedirme esto? Él lo sabe muy bien. Dimitry es mucho para mí, de la misma forma que Kaxha, e incluso más. Nos une algo más que una alianza en pro de la armonía. Nos une el amor, nos une el pasado, nos une el bosque, nos unen nuestros miedos y nuestras fortalezas. Nunca hizo falta especificar entre nosotros que quedaba estrictamente prohibido que alguno de los tres se alzara contra los demás, porque sabíamos en el fondo que nunca íbamos a hacer aquello pasara lo que pasara.
Un nuevo tirón me azota el pecho nuevamente y tengo que llevar mis manos hasta allí suprimiendo el dolor. Con mis ojos llenos de angustia veo nuevamente a Argus, pero este se muestra indiferente a las lágrimas de miedo y dolor que empañan mis ojos. Volteo a ver al primer hombre de mi vida, al chico que junto con Kaxha lleno mi vida de amor, de diversión y de esperanza. Volteo a ver a mi primer, y al parecer, único amor. No puedo. No puedo. ¡Maldita sea, no puedo! A él no. Caigo de rodillas mientras enfoco a Dimitry como si el tiempo se estuviera reproduciendo lentamente, torturándome. Lo veo sonreír mientras juega con los lobos, pues estos apenas y son capaces de acercarse un par de metros a él, que con gran destreza y gracias a sus alas y las sombras que se someten bajo su poder, los hiere y lastima cada vez más.
Olas de recuerdos me asaltan mientras otro tirón más fuerte me atraviesa haciendo que mi resistencia se desquebraje mientras que mi magia se vuelva extremadamente peligrosa y mis tatuajes empiezan a relucir. Diosa, por favor no.
— Te queremos, An — dijo un Dimitry con menos años mientras una Kaxha despeinada sonreía hacia mí.
Aquella vez fue la primera vez que alguien me decía que me quería. Aquella vez atesore en mi corazón todos mis recuerdos con ellos, atesore sus sonrisas, sus personalidades, su amor hacia mí y jure, por mi maldita vida jure que los protegería sin importar el costo. Desde entonces nos entrene para combatir los tres juntos, para ser siempre los tres. Para sobrevivir los tres. Desde entonces deje de sentir culpa al matar porque sabía que era eso o permitir que los míos sufrieran. Desde entonces ya no solo vivía y hacia todo lo que debía por mi madre, pues desde ese día Kaxha y Dimitry se volvieron todo y mucho más de lo que yo merecía y los cuidaría como diese lugar.
— No... — dije entrecortada cuando sentí mi magia lista para atacar. — Por.. Por favor.
Esto último lo dije con la cabeza abajo, dejando mi orgullo de bruja, porque si debo suplicar para que retire su orden y no me haga atacar a Dimitry lo haré sin pensar. Pero cuando enderezo mi rostro sintiendo como todo fluye de mí sin mi permiso, me doy cuenta que a la él no le importa. Argus me ve de la misma manera de antes, sin siquiera mostrar un atisbo de remordimiento por hacerme pasar por esto. No hay ni siquiera duda en su mirada, no hay nada que me dé un indicio que la menos considera el retirar su orden y eso duele también, porque yo no sería capaz de ordenarle a él que le hiciera daño a su abuela, por ejemplo, porque se lo mucho que lo lastimaría. Que ilusa fui. Que tonta fui. Olvide quien era yo por un momento y ahora... ahora ya es tarde para verlo.
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El harén del Alfa
FantasíaEstá no es una historia cualquiera, en sus líneas está narrada la historia de la más grande bruja de todo el mundo de Frunbor, un mundo frágil que requiere de hipocresía y falsos modales para conservar la paz y la armonía. Una traición familiar pone...