Capítulo 9: Síntomas de traición

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— Día 15, me pregunto cuando vendrán

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— Día 15, me pregunto cuando vendrán.

Una pequeña niña de indomable cabellera negra ve la corteza de un frondoso árbol donde se pueden alcanzar a contar quince irregulares rayas verticales. Los verdosos ojos de aquella pequeña transmiten pureza y angustia. A su alrededor no hay más que espesa naturaleza y una pequeña choza hecha de madera y paja, los únicos sonidos que se logran escuchar son el cantar de los pájaros, el pasar del viento acariciando todo a su paso y el acelerado corazón de la pequeña quien ve con preocupación cómo el cielo está en tonos grisáceos anunciando una nueva tormenta. Un pequeño suspiro sale de ella cuando se resigna a pasar otra noche a la intemperie luchando por sobrevivir, sabiendo que ni cerca ni lejos hay alguien que la pueda ayudar. Sabiendo que pase lo que pase allí, ella sola tendrá que valerse por sí misma.

Un nudo, incluso más grande que ella, se hace en su garganta cortándole la respiración, ahogando un grito temeroso que se ha estado formando desde hace ya quince días. Simplemente se ve a leguas que no lo puede evitar. Se siente sola, abandonada. Se siente perdida y profundamente triste. Extraña a su mamá. Extraña que le cante para dormir o que simplemente la viera con aquella mirada seria que siempre le regalaba cuando ella lloraba. Quería un abrazo. Quería una palabra más. Quería muchas cosas que sabía que no podía obtener y eso, le enseño por primera vez, lo que se siente tener el corazón roto.

Una pequeña lagrima sale de uno de sus grandes y hermosos ojos, pero con brusquedad la niña la limpia con el dorso de una de sus pequeñas manitas y temerosa ve hacia los lados como si temiese que alguien haya captado aquella rebelde lagrima que no debería haber salido. Cohibida entra a la choza donde se encuentra una pequeña chimenea improvisa que lucha con todas sus fuerzas proveer un poco de claro para el estrecho y precoz espacio. Con un suspiro tembloroso, la pequeña toma un cuenco hecho de madera donde hay unos frutos que recolecto cuando el sol aun resplandecía, sabiendo que pasará lo que pasará su estómago debía ser llenado si quería poder tener un poco de energía para generar el fuego de la chimenea. Con pesar se sienta en una ramajada que había hecho con varias hojas secas, quienes le servían de cama y de cobija, pues a su disposición no había nada más. Aunque el bosque era enorme y bendecido por la diosa, la precariedad era enorme.

Con los ojos cargados de pesar, come los pocos frutos que tiene viendo como las leves llamas intentan apagarse. Temerosa aun de lo que puede llegar a generar, la pequeña con inexperiencia utiliza su magia y hace que las llamas vuelvan a tener vida, no como deberían, pero al menos la chimenea aún tiene fuego para calentar un poco su presencia en aquel remoto lugar.

— Más allá de las penumbras. Más allá de la distancia. Siempre habrá un alma salvaje que te estará esperando, y mientras tu corazón palpite y el alma se levante, tu deber es ser fuerte, es ser indomable. — La pequeña con voz determinada repite esa palabras que marcaron un antes y un después en su vida. Las repite con vehemencia varias veces entendiendo su significado y haciéndolas su mantra, así como lo es y lo ha sido para todas las demás líderes de su familia. — Espero que te sientas orgullosa. — con estas últimas palabras la pequeña se acostó sobre las muchas hojas secas y cerro sus ojos escuchando los truenos, los relámpagos, la lluvia descontrolada y el viento enfurecido, mientras intenta ignorar el frío y el hambre que hacen estremecer su menudo y trigueño cuerpo de apenas cinco años.

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora