capitulo seis

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Las amapolas representan la esperanza y la promesa de una eternidad juntos, la tranquilidad y el consuelo de sentirse bien con el otro.

*

Cuando dieron las diez, Jungkook secó el sudor que caía de su frente y relamió sus labios agrietados. El sol estaba en su punto más alto ese día, un calor abrazador chocaba con su piel y estaba algo pegajoso en la camiseta. Golpeó una vez más el pico, escarbando un hueco en la tierra húmeda y poco después dejó ahí unas cuantas semillas. Estás no germinarán hasta bien entrada la primavera, pero sentía que en un futuro cercano todo el esfuerzo habría valido la pena.

Su madre le habría advertido que no quería verlo de nuevo en andadas, en ese momento Jungkook quiso decirle que nunca estuvo en malos pasos y que cuando solía desaparecer era para perderse en el bosque y pasar el rato sembrando o explorando lo que allí había. Por supuesto, era peligroso ya que la mayoría del pueblo solía evitar los horizontes. Así que era mejor evitar que su madre tengan algún sobresalto y comience a sobreprotegerlo.

Inhaló una última vez y se dejó caer en el pasto húmedo, al ver hacia arriba un precioso azul le lleno las pupilas y dejó caer un brazo sobre su frente. Las nubes formaban adorables figuras y una brisa fresca ondea en el bosque, hay árboles tan viejos lo suficientemente altos como para escalar y ver a lo lejos inmensas montañas. Los pájaros cantaban y pasan sobrevolando las ramas. Sonrió entonces y se puso de pie. Su propia mente se había nublado gracias a los pensamientos que surgían constantemente en él y trataba sacarlos de su mente porque eran todos incorrectos.

Habían veces en las qué la imagen de unos cabellos negros, tan negros como las alas de un cuervo, llenan su cabeza y encandilan a su corazón. Luego aparecían en sus memorias, unos ojos tan bonitos y que reflejan su inocencia y la pura sensualidad con la que un hombre puede nacer. Jungkook se siente herido cada vez que los ve.

—Si me estás escuchando... —musitó mirando al cielo. —Arregla esto, no lo pedí y no dañaré lo que ahora me importa más que mi propia familia... Ah, mierda no, que me has hecho... —lloriqueo el muchacho.— Te detesto y no sabes cuánto.

Sus ojos ardieron un poco, pero el piquete en su pecho y el palpitar doloroso en su sien no le impidieron seguir. Continúo lampeando y dejando las últimas semillas, regándolas poco después.

Se negaba a aceptar lo que era obvio, no era posible para el. Ni siquiera se conocían lo suficiente, pero quizá era aquel interés genuino que el hombre había tenido con el lo que había calentado su corazón. Incluso así se negó, porque aquello representaba un golpe a su cordura. Jungkook sabía que si el pueblo se llegaba a enterar serían colgados o enviados a la fuerza con el ejército. La última quizá era una buena opción, pero se negaba a tener que ver el sufrimiento en aquellos ojos y el dolor de dejar lo único que consideraba su hogar.

No importaba, Taehyung nunca sería suyo y esperaba sanar esa grieta nueva que surgía en su pecho y en lo profundo de su corazón.


*

Mientras terminaba de dejar las cosas en el almacén, el nombre del pastor fue aclamado por una voz jovial y bastante aniñada, haciéndolo sobresaltar gracias al eco que se forma en las cuatros paredes de la enorme iglesia.

—Oh, por favor. Un poco más despacio, muchacho.

El chico castaño se ríe avergonzado y dió una reverencia, se veía inquieto y tenía los zapatos llenos de lodo seco.

—Lo siento, es la primera vez que estoy en un lugar así —observó todo curioso.— Woah, es tan grande. ¡Parece un castillo!

Taehyung contuvo una carcajada y solo alzó la comisura de sus labios, sus manos entrelazadas a la altura de su cintura.

Jardín de Amapolas  敌人  kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora