Una fría tarde de junio, un ventarrón arrasó con las ramas de los viejos árboles y sacudió en furiosas embestidas el techo de las casas. Las radios ya añejas emitían comunicados alarmantes a la sociedad, que presa del pánico, comenzó a salir del país a como diera lugar.
No importó que algunas familias murieran de hambre esperando en las fronteras, cada persona en la ciudad quería alejarse del desastre que de forma inevitable se daría en el país.
Pronto, las noticias llegaron a oídos del joven muchacho que se regocijaba en el pequeño oasis que era el hogar del pastor para él y como lo hacía sentir estando a su lado. En un principio no prestó atención a ello, porque creyó -se aferró- a la esperanza de que todo aquel conflicto no pasará a mayores. Sin embargo, eso no ocurrió y Jungkook estaba fuera de sí mismo, pensando en diferentes escenarios que resultaban desagradables para un par como ellos. No planeaba ir a la guerra, de todas formas, pero sentía que sería un desafío lograr que Taehyung dejará todo lo que hasta ahora había dicho que amaba.
Aún con el malestar en su pecho, salió a toda prisa de su casa y corrió por el pueblo. Taehyung le había dicho que no podrían verse muy seguido ya que con la reciente revuelta, muchos habían ido a parar a la iglesia en busca de consuelo y algo a lo que aferrarse. Evidentemente, para él no representaba nada arrodillarse ante una imagen. Jungkook seguía reacio a seguir lo que muchos de esos hombres creían a ojo ciego, la banalidad de sus ideas le atormentaba con constante frecuencia y a veces se preguntaba si había algo malo consigo mismo.
Cruzando el umbral, la hermosa sonrisa del pastor le dió la bienvenida como la entrada de la primavera. Taehyung caminó hacia él con gracia, como un querubín que baila entre las nubes y solo por esos breves instantes Jungkook olvidaba por completo sus aflicciones.
—Jungkook, hola... —dijo, sonriendo— ¿Pasó algo malo? Te ves tenso.
—No realmente, pero las últimas noticias me han preocupado —rascó su nuca, viendo al pastor asentir ante sus palabras— ¿Tú cómo estás, Hyung? ¿Fue bien la misa?
—Ujum, los feligres siguen llegando y parlotean mucho de la inminente guerra —inhaló profundo— No te preocupes tú también, Kook. Todo estará bien aquí, vivimos en un pueblo pequeño y es casi imposible que los militares nos tomen importancia.
—Lo sé, pero...
Taehyung lo mandó a callar con una expresión divertida, tiró de su muñeca y comenzó a caminar en dirección al almacén de la iglesia. Jungkook evitó morder su labio y se dejó llevar por el hombre mayor que aún traía puesta su túnica, quizá olvidando ese detalle.
Pensó entonces en lo aburrida que se veían todas esas telas, de colores opacos y tan vagos que hacían a sus ojos dormir. Jungkook ladeo una sonrisa, imaginando que en algún momento podría quitar cada una de ellas con sus propias manos.
O quizá su boca.
—¿A dónde me llevas? —carcajeó— Seguimos en la iglesia, padre. No te portes mal.
—Oh, calla —Taehyung se sonrojó— Nunca sería tan irrespetuoso en la casa de Dios.
Jungkook solo le hizo un sonido, suspirando cuando por fin entraron en el almacén y la puerta se cerró con ellos dentro. Inmediatamente, el pastor soltó su mano y comenzó a tirar de la túnica por encima de su cabeza, continuando con el lazo que se amarraba a su cintura.
—Creí que no eras esa clase de hombre, Tae —dijo, sonriendo— Está bien, puedo adaptarme a esto. Que sexy.
Taehyung se rió y acomodó la tela de su camisa arrugada y aliso sus pantalones de pinza una vez quito todas las telas de él. Entonces, se acercó al menor y rodeo su cuello, su sonrisa se torno coqueta mientras acariciaba el cabello detrás de su nuca. Jungkook se estremeció.
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Jardín de Amapolas 敌人 kookv
FanfictionSiendo un fiel creyente del libre albedrío, Jungkook asegura que no está en la obligación de tener que creer en algún Dios. Mientras que Taehyung, el sacerdote del pueblo, cree fielmente que puede encaminar a cada joven antireligioso con el que se t...