capitulo quince

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El día que marco a Taehyung, durante mucho tiempo, ocurrió un veinticinco de junio.

Aún habían chubascos la mayor parte de los días y ese aire lúgubre cubría al pueblo. El pastor decidió que quizá pasaría todo el resto del día en cama, sostenido por el calor que los brazos de Jungkook le brindaban y perdiéndose en sus húmedos besos.
Se había acostumbrado a eso, poco a poco la incertidumbre de que su actuar era inadecuado se había ido y con ello la mayoría de sus miedos. El muchacho de mechas azules lo tenía en otro mundo, de manera extraña había ahondado en sus entrañas y su corazón, asegurándose un pequeño lugarcito ahí para jamás salir.

No podía recordar el porqué se había negado a tal sentimiento, si Taehyung lo amaba desde que el chico amenazó con morder su boca. Quizá era un revoltoso sentimiento o capricho, que mas daba, ahora lo único que quería de ese hombre era tener sus manos siempre sobre él. Y lo quería siempre, cada noche y en cada momento, el pastor lo anhelaba con una arraigada ambición que se hundía en el y consumía su carne.

De todas formas, la guerra tuvo repercusión en la ciudades que residían muy cerca de la frontera. Previo a eso, pasaron algunos días antes de que la noticia corriera a voces y se expandiera por todo el país, hasta el más recóndito lugar en el mapa fue enterado de la lucha que se estaba dando en la división de dos grandes. Cada individuo de favorable posición económica hizo ciertos movimientos para poder tener la certeza de que su seguridad no se vería violada y por tanto no tendrían de que preocuparse ante la toma de civiles para unirse a un servicio militar obligatorio.

Fue por ello que Taehyung entro en una crisis, pasados sus veinte y tantos años —rozando los treinta— tenía muy pocas probabilidades de ser llevado, además contaba con la dicha de formar parte de la iglesia y podría cuidar de los niños del pueblo junto a las madres. Sin embargo, Jungkook no corría con tanta suerte. Él era un joven alto y bien proporcionado, claramente de buen físico además de ser bastante ágil. Taehyung ya tenía idea de que en algún momento militares vendrían al pueblo a reclutar más soldados y temía por ello, porque si su amado no tenía un plan para poder excusarse de la milicia, sería llevado a la guerra y en la más cruda realidad, era muy probable que muriera.

Esa misma noche, habiendo pasado apenas unos días del inicio de su desdicha, el pastor se encamino a la vieja piedra en la que Jungkook y él solían reunirse. Horas antes habían acordado verse, ya que debido a los sucesos ocurridos las cosas en el pueblo habían estado alocadas y llenas de angustia.

—Ah, Jungkookie... ¿Por qué tardas tanto? —pregunta el pastor, llevando sus manos a su boca para poder calentarlas un poco.

Daba pasos de lado a lado, mordiendo sus uñas en cada tanto. La ansia estaba presente desde hacia días y aún más cuando no tenía idea de lo que él muchacho de mechas azules podría tener pensando hacer.

Escuchó unos pasos, algunas piedrecitas crujían bajo el paso de unas botas que reconocía a la perfección. Taehyung alzó la cabeza y divisó a unos metros de él a su chico, que corría envuelto en una capa muy similar a la suya. Jungkook le sonrió apenas llegó frente a el y tiro de sus caderas hacia sí mismo, dándole un beso profundo. El pastor solo se dejó hacer, enredando sus dedos en los mechones rebeldes de su nuca.

—Perdon, Hyung — susurró sobre su boca, dándole un rápido pico— Mamá no podía dormir de nuevo, me quedé un rato hablando con ella hasta que por fin pudo cerrar los ojos.

—¿Sigue preocupada por ti?

—Uhm, pero no pasa nada. Todo estará bien —sonrió— Ahora, ¿Que querías hablar?

—Aquí no, será mejor que vayamos caminando.

Taehyung se separó de él y comenzó a caminar en dirección al bosque, Jungkook fue detrás suyo.

Jardín de Amapolas  敌人  kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora