Parte 6

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Los gritos en la planta baja sacaron a Thuala de su sopor. No había llegado a dormirse por completo pero estaba sumida en un grado de relajación demasiado profundo. Se incorporó en la cama y trató de concentrar su atención auditiva.

Por los gritos y los insultos parecía una trifulca de taberna. Después llegaron los golpes, los quejidos y el crujir de la madera al partirse. La voz del posadero intentaba imponer orden en el tumulto, con poco éxito. Entonces sonaron los aceros y Thuala se puso en alerta.

—¡Llamen a la guardia! ¡Llamen a la guardia! —gritaba una voz en el exterior de la posada.

Si la guardia de Ul Kent se presentaba en el establecimiento, Thuala podría tener problemas, en especial, después de su incidente en la puerta Este. Comenzó a rehacer el petate por si debía cambiar de alojamiento de forma discreta. Tenía todo dispuesto cuando, de pronto, sintió cómo su fuerza vital disminuía. Alguien estaba sustrayendo su energía, canalizándola hacia el exterior... Los gritos empezaron a disminuir.

Thuala quedó petrificada. ¿Quién podía hacer algo así? ¿Quién era capaz de alcanzar el xhie de un ser inteligente, su principio anímico? Esa clase de magia estaba erradicada desde la Gran Escisión; una capacidad perdida en el confín de los tiempos. La Orden se había encargado de silenciar cualquier conocimiento sobre ella. Era una técnica prohibida, cuya investigación conllevaba la muerte. Ni siquiera ella, una apóstata que había ignorado todos los límites impuestos por la Orden, había sido capaz de encontrar información acerca de ese arte siniestro. En las bastas bibliotecas de la Orden tan solo había algunas referencias secundarias sobre la extracción esencial, una destreza mágica capaz de acabar con miles de vidas con solo un hechizo.

Thuala aguardó, mientras sentía cómo su interior se vaciaba, quedándose sin energía. Podía cortar el canal, romper el vínculo con el extractor, pero ello delataría su presencia a quien estuviese realizando el conjuro. Se concentró para detectar el origen. Siguió el halo mágico y confirmó sus sospechas. Sí, eran tres. Un hechizo tan potente no podría ser ejecutado por una sola persona. Estaban en el piso inferior, cerca de la entrada. Sentía su fulgor, absorbiendo el xhie de todos los comensales del salón. Si no cortaban pronto el sortilegio, acabarían matándolos, y a ella también.

Thuala tenía claro cómo reaccionar ante la amenaza. Prefería evidenciar su presencia y enfrentarse con aquellos hechiceros antes que permitirles acabar con su vida sin mostrar resistencia. Se disponía a seccionar el cauce extractor, cuando el sortilegio acabó. Thuala comenzó a boquear y toser, como si, al mismo tiempo, le faltase aire y tuviese que expulsar algo maligno de su interior. Los sonidos en el piso inferior le confirmaron que los demás clientes se encontraban en su misma situación. Después, llegó una calma tensa.

—¿Quiénes han sido los causantes de este alboroto? —preguntó una voz autoritaria.

Nadie respondió.

—Ya veo —continuó la voz, tras aguardar unos instantes—. Entonces, pasaréis la noche en las mazmorras. ¡Guardias, arrestadlos!

Se escucharon algunas protestas, pero la leve reactivación del fulgor de uno de los hechiceros fue suficiente para acallarlas.

Desde su ventana, Thuala observó el desfile de parroquianos que abandonaba la posada en dirección al castillo; Hadar se encontraba entre ellos. Los guardias caminaban a ambos lados de la fila de reos, azuzándolos con los mangos de madera de sus alabardas. Tras los últimos guardas, cuatro amenazantes figuras oscuras, cubiertas con túnicas largas, se aseguraban de que nadie incumpliese las órdenes.

Antes de perderse entre los edificios de dos plantas de la calle adyacente, Hadar miró hacia la ventana de Thuala. En sus ojos se apreciaba una súplica...

Thuala sabía lo que aquella mirada le pedía: que no interviniese, que se mantuviera al margen... Habría sido lo más prudente, pero Hadar sabía que era propensa a no seguir las recomendaciones. Fuese cual fuese el asunto en el que andaba metido Hadar, no parecía tenerlo muy controlado. Quizás no le vendría mal un poco de ayuda. Además, no pensaba dejarlo desaparecer una vez más, no sin dar todas las explicaciones que Thuala necesitaba...



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