Capitulo 2

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Shinso

A mis siete años se me había impuesto a una persona que debía amar, si o si.

Nunca fui una persona amante de los libros, pero incluso había llegado a escuchar de famosas historias de fantasía, dónde el amor era lo más importante, dónde ese sentimientos se convertía en un éxtasis perpetuo y en un infierno si era perturbado.

Por ello que me dijeran que un chico como Monoma sería la persona a qué por obligación debía amar fue imperdonable.

Conocía muchos rumores de el, que era caprichoso, mimado, egocéntrico...que hacía llorar incluso a niños más grandes solo con el filo de sus palabras. Aquellas cualidades me hacían odiarlo, ya sea por qué contrastaba mucho con mi ideal de una vida tranquila, o por el hecho de que tan solo imaginarlo me causaba escalofríos.

Así que de nada sirvió que me mandarán al extranjero,  al contrario, mi enojo fue en aumento y me sirvió como una buena forma de dejar en evidencia mi descontento, mis padres pagaban a una universidad a la cual no asistía. La etiqueta era otra forma de protestar, vestía como un chico vulgar y sin gracia y cuando conocí a Hanta encontré la felicidad en la naturaleza, no sabía que podía llevarse doblada en una cartera. Tal vez aquella hubiera sido mi perdición si Kaminari no hubiera aparecido en mi vida.

Era un chico increíble, alegre, con energía, sincero y amable. Su luz cegaba mis ojos cansados de tanta obscuridad y por primera vez conoci el amor en persona y el infierno en un lapso muy corto. Aquel rubio ya tenía a alguien especial, muy especial y no tuve más opción que aceptarlo, pero mi amor no lo podía ocultar y cada día era un alfiler que se clavaba en mi pecho, dónde tenia un maldito calendario que marcaba que pronto tenía que hacer frente a la realidad.

Mis padres trataron de ocultar mi descontento, se que le mandaban regalos a mi nombre a Monoma en cada cumpleaños, navidad y día de los enamorados.

Yo tan solo los dejé ser, con la promesa de que aquella boda no se llevaría a cabo.

Incluso en un intento desesperado arrastre a Kaminari conmigo con la vaga esperanza de que al verme al punto de casarme el me dijera que me amaba, que huyeramos, pero no, el estaba tan feliz chateando con su novia.

–Si cariño, traje mi cepillo de dientes...

Necesitaba aire fresco, salgo a la terraza y dejo que la noche iluminada arrase con mis malos pensamientos.

Monoma era lo que temia, un niño mimado y egocéntrico. Mi esposo de toda la vida. Ni siquiera quise abrir la caja que me dió, era más que obvio que solo era parte de su actuación de buen prometido.

Sin más que hacer, voy a la cama e intento idear una forma de evitar la boda, tal vez una mujer que diga estar embarazada, una enfermedad terminal, lo que sea, pero que impidiera aquello, era absurdo, mi vida era absurda.

El siguiente día me obligó a vestir bien, estaba en un restaurante donde debía verme con mis padres, debían ver la luna de miel y el traje que usaría, o más bien solo decidir, sabía que mis padres eran muy organizados.

–Me alegra ver qué no huiste y que tus rezos dónde el avión se cayera y solo tu murieras no fueran exitosos–dijo mi madre muy feliz.

–Por ese motivo estamos pensando que la luna de miel no sea tan alejada y que no incluya aviones –interviene mi padre.

–No me quiero casar–dije sin esperar una respuesta positiva, era más para recordarles su error.

–Creo que seria bueno un viaje en barco a las islas privadas de la familia...

Un corazón para dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora