Capítulo 21 !Tu cabello!

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"Era una niñita, una romántica, pero yo la amaba por eso. Tenia tantos demonios siniestros dentro de si que no podia menos que agradecer su manera de ser".

-Charles Bukowski.





Capítulo 21 ¡Tu cabello!


Eris Farrera

Me encantaba su cabello largo. Y sabía que a ella también, por eso mismo cuando vi que lo había cortado no pude entender su decisión.

¿Porque deshacerte de algo que te gusta? Me cuestioné.

—A el le gustaba más —fue su respuesta cuando pregunté porque el repentino cambio.

Estaba desanimada, más pálida de lo que normalmente era, tenía ojeras, y los ojos hinchados. Ni siquiera podía verme a los ojos.

—¿El? —cuestioné.

—Tenía que hacerlo —me respondió.

Lucía tan desorientada y abatida. Sabía que algo andaba mal y temí que fuera por culpa mía, por haber iniciado la idea de quedarse a dormir en mi casa. Quizás le había traído problemas con sus padres. Me sentí tan mal al verla tan desdichada que solo quería abrazarla y decirle que todo estaría bien. Ni siquiera sabía cómo en ese estado había tenido ánimos de ir a clases. La hora del desayuno llegó y por más que insistí no quiso probar bocado. Durante las clases anteriores su actitud fue solemne, era como si su mente estuviera en otra dimensión y por más que intentará regresar no encontraba el camino de vuelta. Así que no tenía sentido que entrara a las clases restantes si no podría poner atención siquiera un segundo.

—No entraremos a las clases faltantes —hable firme y decidida.

Luna me miró de reojo pero no dijo nada. La tomé de la mano e hice que me siguiera el paso. Tenía que buscar la manera de que me dijera lo que estaba pasando. Caminamos hasta llegar a la parte trasera del instituto donde se encontraba la vieja bodega, una vez estando allí, solas. Comencé con mi plan para hacerla hablar.

—¿Luna, me tienes confianza? —indagué.

—Si —emitió por lo bajo.

—¿Entonces porque no puedes contarme lo que te está sucediendo? Algo muy malo debió pasarte para que estés así —solté de forma contundente.

—Es complicado… —Su voz sonó extraña y afectada.

Pensé que diría algo más pero no fue así. No se veía nada cómoda hablando de aquello pero ya necesitaba saber el cuento completo.

—Lo se. Se que lo es y también se que te quiero y me duele el corazón al verte así. Quiero estar para ti. Se que quizás no puedo hacer mucho pero no quiero dejarte sola.

Se hizo un silencio extraño uno en el que espere que dijera algo pero no lo hizo. Parpadeé repetidamente y esbocé una falsa y triste sonrisa.

—Te quiero Luna. Y no quiero que lo olvides ni un solo segundo y si lo olvidas pregúntalo de nuevo y te responderé las veces que sean necesarias.

—No lo olvidare —concordó con una leve sonrisa.

—Me encargaré de que no lo olvides nunca—expresé con nostalgia. 

Me acerque a su anatomía y la acogí entre mis brazos, a los segundos correspondió a mí abrazo y se soltó a llorar. Su pecho subía y bajaba, me apretaba contra su cuerpo como si supiera que no volvería a abrazarme de nuevo, como si quisiera sentirme por última vez y aferrarse a mi cuerpo era la única manera de hacerlo. Y entonces me soltó lo que no hubiera deseado escuchar;

—Me iré en un mes —emitió en un aliento cuando dejo de abrazarme.

Fue como cuando dicen; sentí como si una cubeta de agua helada me cayera encima en invierno. Sentí mis párpados pesados y mi corazón en el suelo.

—¿Qué? —emití tontamente— ¿Por qué? —cuestioné de inmediato—. No puedes irte —quise tratar de sonar firme pero falle en el intento, mis ojos empezaron a arder y supe que pronto lloraría.

Negué repetidas veces intentando calmarme, me negaba a aceptarlo. No podía perderla.

—¿Qué tan lejos? —pregunté una vez que pude calmar mi llanto.

—Otra cuidad —habló entre dientes pero pude entender.

—¿Qué va ha pasar con nosotras? —pregunté también.

—No lo sé —fue su exhausta respuesta.

—¿Tu quieres irte? —indagué con temor a su respuesta.

—No —me soltó al tiro—. No quiero. No quiero separarme de ti —me dijo y se soltó a llorar de nuevo.

Me acerque y con mi mano limpié las lágrimas que rodaban por su mejilla. Quería decirle quédate, lo arreglaremos, veremos la forma de estar juntas, pero no me atreví a mentir, no tenía soluciones, siendo menor de edad no sabía cómo hacerlo. Tomo mi rostro entre sus manos y cerré los ojos mientras me besaba lentamente como si yo fuera lo más preciado para ella, como si fuera nuestro último beso. Al detener el beso descansó su frente contra la mía. Cuando quiso separarse le susurré;

—Solo un minuto más por favor —sonó como una súplica.

Ella asintió y luego de unos segundos beso mi frente separándose.

—Solo queda disfrutar estos días —dijo con una media sonrisa.

No respondí.

Si respondía empezaría a llorar de nuevo. Tenía tanto miedo e impotencia de lo que pudiera pasar después, una vez que decidiera aceptar que se iría.

—Te buscaré —le dije, y ella me sonrío.

—Me encargaré de decirte donde me encuentro —pronunció tranquila.



Y no se porque pero eso sonó tan extraño.

Para mí fue como un; te diré donde estaré pero no podrás verme de nuevo. No lo sé tal vez estaba demasiado paranoica y todo lo tomaba a mal. Quise pensar.










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