Capitulo 3. Jugando a ser una muñeca parte 2.

310 28 2
                                    

Al día siguiente hice exactamente lo que mi madre me había pedido la noche anterior. Me puse un vestido en color lila, peine mi cabello junto a un moño blanco, utilice mascara de pestañas y pinte mis labios en un tono rosa, también me puse aretes y uno que otro accesorio. Al terminar y verme al espejo admití que ya arreglada no me veía tan mal.

Suspire resignada.

Y es que bueno mi vestimenta era siempre repetitiva, pantalones holgados,  playeras unas tallas más grandes que mi madre aseguraba eran de chico, también usaba suéter vintage casi todo el tiempo incluso hiciera calor, y mis mejores aliados, los primeros Converse negros que mi padre me regaló en mis 15 años, me los había comprado un número más grande por eso aún me venían y se mantenían en buen estado a pesar del uso cotidiano, y que durante ese tiempo no los cambiaba por nada. No podía sentirme más cómoda con algún otro calzado.

Reflexionando un poco acerca de mi forma de vestir tan descuidada durante éstos años, me cuestione como es que mi madre nunca hizo de las suyas y tiro toda esa ropa que a ella le desagradaba que usara, pudo haberlo hecho, tuvo la oportunidad de dejarme sin ella, y con la única opción de comenzar a usar la ropa que ella me compraba y que rara vez al año usaba en salidas importantes y fiestas de familia, amenazada por ella claro, por que de otro modo no acostumbra vestir así, pero nunca lo hizo.

Antes de salir de mi habitación eché un vistazo a mi grande armario de madera  pintado en color morado con dibujos de Barbie y todo ese tema de la muñeca del momento, que para nada era mi estilo, pero que obviamente había sido escogido por mi madre, en el habían diferentes vestidos colgados en ganchos de madera y cubiertos con alguna clase de protección trasparente para que se mantuvieran en buen estado, había variedad en color y en diseño que ya había olvidado que existían pero que definitivamente eran recientes, de moda actual, o más bien no lucían antiguos que seguro aún me vendrían pues la tela no era ajustada. Y ni hablar del calzado, en la parte de abajo del armario, las cajas de zapatos formaban unas cuantas columnas de diferentes marcas. Que no me apetecía usar en todo este tiempo, no está ahora.

Sí, me veía linda, pero no me sentía cómoda.

En cuanto baje las escaleras para llegar al comedor las miradas se clavaron en mi nuevo aspecto, mi padre, mi madre, y mi hermano mayor parecían no creer lo que veían.

Mi madre fue la primera en opinar.

—Así está mejor.

Por mi parte solo le dedique una sonrisa de boca cerrada y nada verdadera.

—Te ves bien cariño —opino mi padre sentado a la cabeza del comedor.

Eso sí que me saco una sonrisa verdadera y también me tomo por sorpresa. Era la primera vez que me decía un alago en mis diecisiete años de vida, quizás un “te ves bien”, suena muy simple pero viniendo de él para mí era todo un poema en mis oídos.

—Gracias —le respondí dirigiéndome a la puerta de salida.

Mi hermano por su parte se limitó a opinar aunque si me observaba de pies a cabeza.

—¿No desayunas? —pregunto mi madre.

—No, se me hace tarde —le dije apurada y salí de la casa para dirigirme al instituto.

Unas de las pocas cosas que me gustaban de ese instituto era que no pedían como obligatorio usar el típico uniforme de falda, calcetas largas, y blusa blanca. La vestimenta era libre. Además de la suculenta comida que preparaban allí.

Durante mi trayecto al instituto me resultó toda una tortura de incomodidad debido al frío viento del invierno, mismo que alzaba los holanes de mi vestido, el abrigo que llevaba puesto solo alcanzaba a cubrir parte de mi espalda y mis caderas más no mis piernas que quedaban al descubierto y el frío viento se colaba por ahí. Al instante me arrepentí de haber tomado esa decisión, incluso planeé regresar a casa y cambiarme pero lo cierto es que ya estaba a unas dos cuadras del instituto y regresar me llevaría más tiempo.

NO LEAN MI DIARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora