Capítulo 5. El Callejón.

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Llegué a la sala y ella ya había dejado mi casa, pensé en darme por vencida pero al final me arme de valor y fui tras ella, abrí la puerta y corrí hacia hacía la dirección que supuse ella había tomado.

Corrí media cuadra y aún no la veía por ningún lado. Seguí corriendo unas cuantas más, sin darme cuenta de cuántas pasado ya, era como si no pudiera detenerme, pero después de unos minutos mis piernas me fallaron, sentía como mis músculos empezaban a arder por haber corrido tanto, me detuve justo frente a lo que parecía un salón grande, antiguo y no habitado junto a el había un largo callejón hacía donde terminaba la calle, un poco aturdida y jadeante, suspiré cansada, me senté en una de las banquetas de aquel salón para poder descansar mis piernas, después me levanté y observé con más detalle mi alrededor y caí en cuenta que me había alejado lo suficientemente de mi casa, está era una de esas calles que no conocía o más bien no había llegado a explorar. Parecía muy solitaria y abandonada que me asusté un poco al encontrarme allí sola. Por curiosidad me acerque un poco a la entrada del aquel callejón y quise saber que había allí, pero después esa voz sensata en mi cabeza me dijo que hullera de allí. Me di la vuelta y era lo que planeaba hacer pero de pronto alguien hablo, me hablaba a mi. Y esa voz provenía del interior de aquel callejón lleno de grafitis.

Me detuve en seco cuando la escuché, por un momento pensé que estaba alucinando y para comprobarlo me di la vuelta y poder mirarla. Lo que esa voz dijo fue;

—¿Acaso buscabas a alguien? — mencionó divertida mientras se fumaba un cigarrillo y el espeso humo se colaba entre sus finos labios rosados. 

¡Era ella! Quedé completamente anonadada al verla. No podía creer que la había encontrado. Me sentía como si ella me hubiera puesto una trampa y yo fácilmente había caído en ella. No me explicaba cómo era que ahora la tenía frente a mi, si mis posibilidades eran las más mínimas.

—Sí, a ti —respondí con la respiración un poco agitada.

—¿A mí? —preguntó curiosa.

—Sí a ti —le repetí.

—¿Y para que me necesitas? — preguntó ceñuda.

Antes de responderle, en mi mente me repetí muchas veces las palabras que estaba apunto de soltar. Sinceramente estaba nerviosa y temía quedar en ridículo frente a ella.

—Quería invitarte a una fiesta —dije un poco asustada.

—¿Y corriste más de tres cuadras solo para invitarme a una fiesta? —preguntó divertida.

—Sí  —fue lo que dije tímidamente entrando al callejón.

—No me gustan las fiestas —opinó y tiro por un lado la colilla del cigarrillo para después aplastarlo con el pie.

—Este lugar podría ser muy peligroso —dije echando un ojo al interior—. Sobre todo si te metes aquí sola —comenté.

—Bueno ahora ya no estoy sola —me miró fijamente a los ojos y continúo hablando—. Los lugares son como portadas de libros, como personas, no los puedes juzgar solo por su aspecto. ¿No crees?

—No estoy segura —dije no muy convencida sobándome los brazos. Había de casa sin suéter y apenas y empezaba a sentir el frío clima.

—Bueno, entonces solo queda la opción de que le des una oportunidad y conocerlo más afondo —dijo adentrándose en aquel oscuro callejón.

NO LEAN MI DIARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora