Luna Grace
Regresé a casa feliz a pesar de que no era mi lugar favorito. Ese día ameritaba estar feliz después de todo lo bueno que me había pasado junto a Eris. Tal y como supuse mi madre no se percató de mi ausencia. Un punto a mi favor. Me dirigí a mí cuarto sin la más mínima intención de buscar a mi madre y decirle que había vuelto. No quería verle la casa y me arruinará el buen ánimo que tenía. Abrí la puerta y encendí la luz de mi cuarto, la alegría se me esfumó en un segundo, al verlo recostado sobre mi cama volví a sentirme miserable. Esa ocasión no me sonrió como era su costumbre cuando me veía después de tiempo. Su semblante era serio y muy pensativo. Se enderezó y se sentó cuando vio que había llegado.
—Siéntate —me pidió neutral palpando a su lado.
Obviamente no haría eso. Quise quedarme de pie frente a la puerta mientras decía lo que tuviera que decir, pero volvió a insistir y esta vez no tan amable como la primera vez.
—Luna —sentenció con una expresión dura—. Vamos. No quiero obligarte y recordar viejos tiempos cariño.
No. No quería recordar. No quería.
Sumisa ante sus palabras hice lo que me pidió. En cuanto me senté a su costado su mano acaricio mi cabello. Sentirlo de cualquier manera siempre me provocaba asco. Era como si al tocarme dejara algo de el en mi cuerpo, algo que aunque intentará quitarlo de mil maneras nunca se borraba. Odiaba saber que era algo valioso para el.
—Sabes que siempre me ha encantado tu cabello —me recordó.
Y no era necesario, porque eso lo sabía de sobra aunque intentará evadir el hecho.
Tenía la mirada fija en mis pies mientras era consiente de que sus ojos recorrían todo mi cuerpo.
—Y también sabes que tienes permitido salir. Más no a no dormir en casa. Te has saltado una regla muy importante.
—Lo se —exclamé temerosa.
—Bien entonces espero y no se vuelva a repetir —advirtió.
—No volverá a pasar —le dije esperando a que se largará lo antes posible.
—Eso quería escuchar —acarició mi cabeza como un premio a mi obediencia.
Asentí. Y me levanté de la cama. No soportaba sentirlo tan cerca.
—¿Estuviste con ella cierto? —preguntó aún cuando ya sabía la respuesta.
Asentí también. No era necesario negarlo. Me sonrío con descaro.
—Pues disfrútala estos días porque en un mes nos mudamos. —me informó jocoso.
—¿Irnos? ¿A dónde? —rebatí de inmediato.
—Como sabes mi trabajo se centra en la cuidad vecina y ya estoy arto de viajar y no pasar tanto tiempo con tu madre y sobre todo contigo. He conseguido una casa mejor que está para los tres. Tu madre estuvo de acuerdo —regodeo con autoridad.
—No podemos irnos. No me iré —le solté al tiro.
No estaba dispuesta a dejarla.
—¿Por qué no? ¿Por ella? —cuestionó con burla—. ¿Acaso te has enamorado de ella o algo así? —se burló con aires de superioridad.
Pero sus palabras tenían razón. Me había enamorado de Eris. Al punto de querer enfrentarlo. No podía irme.
—Sí —me atreví a confesarle.
Soltó una escandalosa carcajada que hizo se me revolviera el estómago.
—No seas tan ilusa. ¿Acaso no sabes que eso no es bien visto?
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NO LEAN MI DIARIO
Fiksi RemajaSe supone que un diario es únicamente para ti, por lo tanto nadie más debe leerlo. Eso pensaba cuando empecé a escribir en el, pero ahora que no sabía que rumbo iba a tomar mi vida quise que alguien mas lo leyera. Y esa persona elegida fue ella.Quer...