La barrera

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El barro se hundía y salpicaba sus pantorrillas, aceleró su ritmo cuando escucho los gruñidos más cerca. El musculoso hombre iba escasos metros más atrás, cuidando sus espaldas. Apretó el pequeño bulto contra su pecho con más fuerza, lágrimas caían por su cara angustiada por su futuro. No había hecho nada malo, tenía apenas una semana de vida y ya le habían escrito su futuro, sobre todo, su final, algo que ella esperaba con ansias poder atrasar.

-Grá, dlús a chur le do chéim, tá siad ag éirí níos gaire- le dijo su marido, con voz ahogado por el inminente llanto.

Hizo lo que le pidió, sintiendo sus piernas arder, su mente trabajaba en un plan a mil por hora, descartado los imposibles y planteándose los arriesgados. Solo tenían que llegar a la barrera para estar a salvo.

Escuchó los gruñidos con mucha más claridad, giro su cabeza, su mirada conecto con los ojos angustiados de su marido, para luego dirigirla a los aterradores animales que les perseguían.

Los ojos rojos los delataban, era claro que ella estaba detrás de todo eso, había estado tan ciega. Espuma caía entre sus filosos y aterradores dientes, dándoles un aspecto aún más terrorífico.

-Ní sroichfimid- le dijo ella, sollozante- ar a laghad ní sinne- dijo mirando a su pequeña hija.

Sus ojos cambiaron de marrón a un blanco perlado, cuando Ikaris lo notó, entendió el plan que tenía su esposa y, entre lágrimas y ágiles movimientos, agarró a su pequeña hija.

- Is breá liom tú, sa saol seo agus an chéad cheann eile- le dijo a su mujer, para empezar a correr hasta, la ya visible, barrera.

La mujer sonrió con tristeza, para después girar y enfrentarse a esos enormes y terroríficos lobos de sangre.

-Ní bheidh an chumhacht a ritheann trína veins leatsa go deo- dijo ella mirando al lobo más grande directamente a los ojos, sabiendo que ella escuchaba.

La jauría se abalanzó sobre ella.


Cuando escucho el grito desgarrador se lanzó a llorar con fuerza. Miró a su pequeña hija, la cual lloraba desde el inicio de aquella desgarradora noche, la amaba. La amaba mucho más que a cualquier persona, el amor que sentía por ella era mucho más grande que el que sentía hacia el mismo. No podía ir con ella, no con lo peligroso que eso supondría. Además, que la profunda herida que le atravesaba el pecho no sería de gran ayuda, sangraba en abundancia y dolía horrores, moriría, no había duda alguna.
Envolvió a su pequeña en la sábana de seda blanca, ahora con manchas rojas.

-Tabharfaidh an dúlra aire duit agus nuair a bheidh an t-am ann dúiseoidh sé thú- besó su diminuta nariz- Beidh daidí grá agat go deo-.

Con lágrimas en los ojos, hizo que su hija atravesará la barrera, confiando en que en la naturaleza la protegiera

Arma de Fuego- Klaus MikaelsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora