Hua Cheng. Un fantasma por elección

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¿Hablamos ahora de una sonrisa? Todos la señalan por su falsedad, por el ser cretino que la posee. Es el símbolo completo de la burla hacia los cielos y la humanidad que se cree con el derecho de usar la tortura con los espíritus errantes sin conocer su naturaleza.

Un niño maltratado y herido, alguien que para muchos no debió haber nacido, el monstruo con las más bellas facciones y un ojo carmesí único... Pero siempre se condena lo desconocido y lo diferente, haciendo que se ocultara detrás de unas vendas fangosas y raídas.

El demonio que se negó a su divinidad, una que podría haberle dado una vida eterna tranquila y llena de poder; en cambio, decidió ser su némesis e ir escalando dentro de la devoción de los seres débiles de mente.

Un Rey Fantasma burlón y cambiante, con tantos misterios como mariposas, con la sensualidad inalcanzable y el fuego en su interior hasta consumir a quien se atreva a desafiarlo.

Pero nadie se detiene a pensar, ¿acaso no encontró el dolor al negarse a su propio destino? Fue como arrancarse la piel misma mientras caía al mundo fantasma.

Las llamas devorándolo, exigiendo volver a su origen, mientras que, con voz cavernosa, intentaba callar esas otras que solo él podía escuchar por parte de su crepitante elemento.

Pasar tanto tiempo muerto debió ser la ayuda idónea para soportar tal tortura, pero cuando su ser tocó el abismo, su garganta se desgarró junto con la cordura de su mente. Ya no respiraba, pero sus pulmones exigían el oxígeno olvidado por algunos años y se revolcaba en la negrura de la tierra bajo la luna.

Solo el toque frío de las mariposas lo mantuvieron con cierta lucidez, mirando el oscuro cielo, ¿qué podría hacer un alma con tan poco tiempo de muerto y con la juventud impresa en la eternidad de su existencia?

Aún escuchaba las palabras del Emperador Celestial que lo recibió en lo más alto, debió quedarse del lado de los dioses para obtener el poder y la calma ansiadas desde su nacimiento. Pero él era Hua Cheng, el amo del fuego y la sangre constante, así que alzó su mano al cielo, dejando en lo alto solo su dedo medio, dando paso a esa sonrisa maldita que se volvería en la pesadilla de los tres reinos.

 Pero él era Hua Cheng, el amo del fuego y la sangre constante, así que alzó su mano al cielo, dejando en lo alto solo su dedo medio, dando paso a esa sonrisa maldita que se volvería en la pesadilla de los tres reinos

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