La armadura blanca como el marfil brillaba en la oscuridad total que envolvía el secreto de la verdadera identidad del Emperador que había dominado los cielos por cientos de años. Su imponente presencia podía sentirse en cada uno de los rincones del mundo, siendo solo más grande el terror que su pasado escondía en el dolor constante de su alma.
Sin embargo, esas heridas quedaron escondidas bajo el exterminio de una generación completa de dioses que habían existido en su primera ascensión, callando sus frívolas risas cuando no le proporcionaron ayuda en el puente que salvaría a su reino del desastre inminente que presagiaba el final.
A pesar de ese episodio inevitable, Jun Wu no sólo había logrado ascender de nuevo, en cambio, formó toda una historia detrás de su majestuosidad, vivió en el exilio como un ser humano por unos años, ascendió cuando su cultivo era el más fuerte de los tres reinos y escaló entre los nuevos dioses marciales demostrando que era el único apto para guiarlos sin objeción alguna.
Tal fue su derroche de inteligencia, que generó la necesidad de tener un Emperador que antes no existía, su talento era indudable y nadie podía igualar su agilidad mental y su destreza corporal hasta que cualquier tipo de duda se disipó en combates que solo duraban un par de segundos rindiendo a cualquiera ante el brillo de aquella coraza blanca que lo protegía de cualquier acecho.
Pero no todo sería tan sencillo, desde ese momento las máscaras fueron el diario vivir para Jun Wu, desde su nombre hasta su controlado temperamento eran mentira, su calma era inquietante para cualquiera que entrara al Salón Marcial cuando recién ascendía. Todos los oficiales celestiales poco a poco se doblegaron, algunos con un discurso, otros con un debate constante, aunque hubo algunos más como el general Pei Ming, que se batieron en duelo contra él, siendo aplastados contra el piso lleno de cenizas de sus antecesores.
El Emperador tenía una vida llena de falsedades, un séquito de dioses celestiales llenos de historias mundanas que no dejaron atrás a pesar de su ascensión, todo era una sinfonía única de podredumbre que amenazaba su brillo constante, que nunca se rindió ante las ciegas intenciones que no conocían el verdadero sufrimiento. Cada historia turbulenta a su alrededor fue una pieza de ajedrez en su juego estratégico para lograr sus objetivos, obtuvo la lealtad y la simpatía del único que consideraba digno de su presencia.
Muchas personas desfilaron por la Avenida Principal, pero no existió ningún dios o demonio que pudiera decir que tenía la victoria contra Jun Wu, su habilidad marcial era inhumana y exquisita, su forma de empuñar la espada era tan rápida y limpia que sus contrincantes muchas veces desconocían cómo terminaban heridos de muerte, su entereza para solo realizar movimientos necesarios denotaban su gran intelecto y su amplio conocimiento en batalla que le daba siempre una ventaja.
Cada uno de estos puntos reforzaban la posición de Jun Wu, convirtiéndolo en la figura más poderosa de los tres reinos y este estatus nunca se vio en peligro aun con el nacimiento de los Reyes Fantasma en el Monte Tonglu. Sin embargo, sus emociones oscuras no le daban tregua a su corazón agotado y herido por la soledad aderezada con la traición de las personas que consideraba incondicionales, por lo que solo le quedaba disfrazarlas bajo un velo de tranquilidad y mesura que engañaba hasta la más aguda intuición, hasta volver a pisar el único lugar donde podía ser él mismo.
Retornar al Monte Tonglu era como escapar de sí mismo, pues se permitía derribar esas barreras auto impuestas que lo asfixiaban diariamente. La oscuridad se condensaba con el odio que sentía por la humanidad, recordando aquellas puntas afiladas perforando su corazón y su carne, quebrando su alma bondadosa con la sensación desgarradora que jamás sanaría a pesar de que su piel blanca borrara las cicatrices que quedaban.
Las corrientes oscuras y frías de su interior se colaban entre los recovecos del horno, casi fundiéndose con la furiosa lava que no dejaba descansar a cientos de almas en pena que buscaban terminar su miserable existencia. Los recuerdos como el Príncipe Heredero de Wuyong se impregnaban en su mente, por lo que se apretaba las sienes hasta casi destrozar su cráneo para deshacerse de ellos y así formar los más temibles demonios que soltaría en el mundo para que se alimentaran a su voluntad de los mortales que no le mostraron misericordia.
Una vez que el trabajo culminaba, Jun Wu paseaba por su reino caído, mirando gélidamente a aquellos cascarones que gritaban aún por su ayuda, pero que al instante se convertían en almas que reclamaban algo que seguía lastimando su memoria como si hubiese sido ayer. Aunque eso jamás lo detendría, si algunas manos blancas se aferraban a él, solamente las destrozaba y se ayudaba de la piedra caliza del volcán para acrecentar su poder espiritual y la dureza de su armadura pulcra.
Su meta final siempre era el palacio, entrando en él sintiendo el aire gélido de un mausoleo que se alzaba por la simple naturaleza oscura y frívola del abandono. Sus dedos recorrían la estructura y los detalles de piedra se erosionaban con el tiempo como sus pocos recuerdos alegres, quedando solo una estructura hundida que representaba su corazón acongojado y sin esperanza alguna.
Cientos de kilómetros se extendían en ese reino que se convirtió en nido de demonios, pero ninguno tenía el cariño de Jun Wu como su antigua armería que se ocultaba en el sitio en el que había crecido, si bien el Emperador poseía una exquisita en los cielos, la rareza de sus espadas en ese sitio era delirante y asesina. Las manos del artista marcial casi temblaban al acariciar las hojas de las espadas en las paredes frías, su emoción muda solo era palpable en los ojos como obsidianas que brillaban como el alba, justo en ese momento en que la noche alcanza su punto máximo de oscuridad antes del día.
Todas las armas vibraban al reconocer a su amo, no solo las espadas reaccionaban de esa manera, también las lanzas, las flechas y toda la colección letal que influenciaba el sitio con su aire asfixiante creando un suave murmullo que solo Jun Wu era capaz de escuchar. Si bien todas eran piezas exquisitas, el dios marcial no podía obviar que tenía una favorita, esa que hacía que sus comisuras se elevaran hacia arriba en cuanto delineaba la empuñadura con la punta de sus dedos casi en un toque sensual.
Zhu Xin era su nombre, justamente uno que representaba su falta de fe en el mundo una vez que su gente le había dado la espalda, convirtiéndola en su única amiga leal hasta el momento. La espada exhaló casi imperceptiblemente al ser empuñada y se sintió nuevamente viva cuando su amo cortó el viento con ella en un baile asesino que chocaba contra la piedra oscura que se marcaba con el filo exquisito del momento.
Algo que nunca se podía olvidar es que esa hoja oscura era maliciosa, su sed de sangre era intensa, por lo que en un movimiento ágil y limpio, Jun Wu clavó la punta a lo largo de la cara interna de su brazo, llenando la habitación con un negro fulgor que se armonizaba con los suspiros de la espada y su maestro en conjunto.
La fascinante forma en la que ambos se envolvían en una batalla solitaria hacía que las otras armas temblaran esperando no ser vistas para no ser el punto de ataque de aquel filo inquebrantable, como tantas otras que sufrieron su final en su necesidad de destrozar todo a su paso. Por fortuna, el Emperador Celestial conocía bien a sus compañeras fieles, por lo que nuevamente salió al exterior y utilizó los cascarones vacíos para alimentar a Zhu Xin de almas resentidas que la llenaban de una voracidad casi infernal.
No eran personas vivas, pero la hoja maliciosa recuperaba toda la energía de esos cuerpos cenicientos y absorbía lo poco de humanidad que quedaba en ellos para impedir cualquier oportunidad de reencarnación, haciendo que las almas se dispersaran encontrando su abominable final. Mientras esto ocurría, el brazo herido de Jun Wu iba curándose, pero su armadura no cerró completamente, algo que lo dejó bastante interesado pues hasta el momento nada había logrado provocar un rasguño de tal magnitud, pero sería una información que años más tarde tendría una utilidad intensa para su corazón anhelante por un heredero digno.
Todo parecía seguir su curso, pero hubo un momento en que el humo negro tomó forma humanoide en diferentes personas que llamaban al heredero del reino de Wuyong, reclamando su alma por el fracaso que fue el puente al cielo, pero tanto Zhu Xin como Jun Wu no querían escuchar, por lo que los cuellos de esos vestigios quedaron cercenados hasta disipar las voces insistentes para evitar el agobio de sus reclamos infructuosos.
- Ya no soy Taizi Dianxia...
La voz oscura de Jun Wu carecía de emoción alguna, su arma sentía sus emociones, por lo que se movió elegantemente en un consuelo silencioso que devoró con desdén hasta la más mínima partícula de aquellos seres sin descanso.
Una vez que la tarea culminó, los dedos cálidos del dios marcial acariciaron la única pieza que jamás lo había traicionado y su semblante se volvió macabro, con una sonrisa de medio lado que le helaría los huesos a cualquiera.
- Solo si encuentro a mi sucesor, volverás a ver la luz, mi querido Zhu Xin...
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TGCF. El rincón de los shipps crack y más
FanficEscritos sin historia alguna, basados en la novela Tian Guan Ci Fu de MXTX. Los personajes más recurrentes son Hua Cheng y Jun Wu, porque soy fanática de ellos. No se encuentra el HuaLian aquí, solo shipps cracks aprobados y no aprobados por el fand...