JunHua. El Señor del Fuego contra dos Calamidades Vestidas de Blanco

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Hua Cheng había ascendido hace poco tiempo, lo único que conocía dentro de la Capital Celestial era a algunos de los dioses de más alto rango y, por supuesto, al Emperador que dominaba todo.

No solía meterse en ninguno de los problemas mundanos, para eso existían más dioses, él tenía cierta desidia hacia la humanidad y era orgulloso como su elemento. Todos lo señalaban como el más arrogante, solo rivalizando con el Tirano del Agua, pero aún así, si tuvieran que ofender a alguien, lo harían con Shi Wu Du antes de siquiera enfrentarse al siempre siniestro y cambiante Señor del Fuego.

Como cada mañana, se presentaba ante el Salón Marcial mucho antes de que los demás se reportaran para obtener las instrucciones precisas directamente de los labios de Jun Wu, lo que no imaginaba era que todo cambiaría para él en cuanto le fue asignada su misión: Encontrar a las dos Calamidades de Blanco.

Esos Supremos eran un dolor de cabeza para todos y Hua Cheng los había acechado en silencio, por lo que sonrió complacido ante la orden del dirigente de los cielos, quien se levantó de su lugar para acercarse a Hua Cheng que permanecía arrodillado en su lugar. Los largos dedos elevaron su barbilla para que se encontrara con los ojos obsidiana que conocía perfectamente.

— Parece que el Señor del Fuego encuentra su misión gratificante.

— Mucho, mi señor.

— ¿Seguirás escondiendo tu habitual frialdad y sanguinaria manera de ser?

— Solo usted la conoce.

Jun Wu hizo un ademán con su mano libre para que el oficial vestido de rojo se levantara y, una vez que estuvieron en igualdad de circunstancias, los labios entreabiertos del mayor se incrustaron en los del dios más cambiante del reino celestial. Las lenguas inmediatamente se enredaron con avidez y un brazo fuerte ciñó la cintura de Hua Cheng que soltó un gemido sincero por el roce.

— Siempre tan lleno de vitalidad.

— Pensar que al que llaman descarado en los cielos es a mí.

El Señor del Fuego mordió el labio inferior de su dirigente para después separarse y acomodar la alta coleta que portaba, mientras le enviaba un beso volado a Jun Wu que solo rio entre dientes, culminando así otra de sus sesiones extracurriculares.

Hua Cheng sabía perfectamente en qué zona se encontraban los rumores del terror que causaban dos seres vestidos con ropa funeraria, así que no le fue difícil llegar hasta ahí. Para su buena suerte, esos Supremos también tenían adoradores, lo que le permitía rastrearlos mientras torturaba hasta la locura a esos devotos sacando la información necesaria.

Sin embargo, lo más cerca que pudo estar había sido con el menor que no tenía mucho tiempo siendo reconocido como Calamidad, pero que tenía un fuerte poder espiritual. Hua Cheng sabía que era un dios caído en la desgracia por la energía que desprendía lo que los llevaba a tener enfrentamientos intensos y prolongados, algo que aceleraba su corazón inerte con emoción pura.

Sin embargo, ese día tuvo suerte y dio con uno de los sacerdotes de culto hacia esos seres, por lo que después de desangrar lentamente al líder religioso y quemar las puntas de sus dedos de manos y pies, obtuvo la ubicación real de Bai Wuxiang. Teniendo la información, salió de ese templo quemándolo hasta sus cimientos con una sonrisa lúgubre mientras empuñaba a E-Ming, una de las armas espirituales más famosas en los tres reinos.

Pero su sonrisa tembló cuando encontró a la Calamidad Vestida de Blanco rompiendo el cuello del mayor adorador que tenía Hua Cheng en esas tierras y solo la máscara que ríe y llora lo observó cuando se acercó mientras una voz juvenil y burlona resonó en el espacio.

— Ojo por ojo, aunque tú le diste un buen uso al tuyo.

— Te mostraré qué hermoso es el filo de mi cimitarra.

El Señor del Fuego cargó hacia su oponente que se movía grácilmente esquivando cada ataque, solo hasta que se sintió bastante interesado, desenvainó una larga espada negra que le hizo frente al arma maldita dominada por un dios elemental.

— Para no ser un dios marcial, tienes bastantes habilidades.

— Yo puedo convertir en cenizas a cualquier estúpido que me ofenda.

— Lo sé y por eso...

Nuevamente Zhu Xin se movió con maestría, cortando la mejilla de Hua Cheng quien había esquivado por pocos milímetros el ataque de la poderosa espada.

— Me gustas, pequeño Señor del Fuego.

Los ojos carmesíes centellaron de furia, esas palabras más que halagarlo lo hicieron sentir enfermo, por lo que el combate subió de nivel ante la risa fresca de Bai Wuxiang. Aunque Hua Cheng se lo negara, siempre había ansiado una pelea así, por lo que sonrió ligeramente casi de manera subconsciente, lo que no pasó desapercibido por el otro que se acercó hundiendo a E-Ming en su propia carne ante la expresión atónita del dios elemental que fue abrazado por la cintura mientras la burla nuevamente imprimía la comunicación entre ambos.

— Eres más mío que tuyo, no lo olvides, Hua Cheng.

El Señor del Fuego odiaba eso, no quería ser de nadie, pero un par de ojos obsidiana vinieron a su mente, dándole la fuerza para jalar su cimitarra al costado de la Calamidad cortando por lo ancho la carne, aunque lo único que encontró fue una piel arrugada e inservible, se trataba de una cáscara sin vida.

— Maldito...

TGCF. El rincón de los shipps crack y másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora