Capitulo 23. Hungría

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Después de que la abuela se marchará una sensación de desasosiego me invadió, ella había sido capaz de dar toda su vida por mí. Sin apenas conocerme ella había muerto por salvarme a mi. La culpa me reconcomía, como no había sido capaz de ser al menos un poco más amable con ella? De nada servían ya mis preguntas y mis pesares, ella en estos momentos ya debía de estar en el otro mundo.

A la mañana siguiente los dos hombres nos prepararon un desayuno consistente, nos advirtieron que no pararíamos más que una o dos veces en todo el trayecto y solo lo necesario para abastecer el vehículo de gasolina. Por lo tanto debíamos de comer bien, también nos contaron que no llegaríamos hasta la noche o quizás a la madrugada a un Hungría.

Debíamos de ser rápidos y sobre todo ocultar nuestro olor, a estas alturas Alessander ya sería conocedor del ataque y estaría de camino.

El viaje fue largo y tranquilo, bueno tranquilo por el trayecto pero no por nuestras inquietudes, ya que detrás de cada árbol, de cada casa, de cada obstáculo que encontrábamos en el camino creíamos verlo detrás agazapado.

Eran las once de la noche cuando llegamos a Seewinkel, este era el último pueblo antes de pasar la frontera con Hungría, aunque moríamos de sueño aún no podíamos dormir.

En el pueblo nos reunimos con dos mujeres y les entregamos nuestra ropa, a cambio recibimos las suyas. Ellas se marcharon con uno de nuestros rescatadores en el Jeep y nosotras continuamos a pie hasta la frontera.

Como nos ordenó nos transformamos en lobas, mi loba estaba un poquito inquieta, no hacía nada más que repetirme que era peligroso, que podía perder algo valioso, en esos momentos no entendía lo que me quería decir, no lo entendería hasta más adelante...

Con esfuerzo y paciencia conseguí transformarme, Isabella también tardo un rato en transformarse, no sé en qué diablos pensaban esas lobas, qué había más peligroso sino que el propio Alessander.

Pasamos la frontera con facilidad, al hacerlo en forma de animal los guardias no te miran, no te piden nada, simplemente te dejan pasar.

Pasadas dos horas llegamos a un pueblo y he aquí mi dilema, que íbamos a hacer sin ropa! Pero como siempre yo me adelantaba a los acontecimientos Federico así es como se llama nuestro rescatador, después de dos días a su lado al fin se dignaba a decirnos su nombre, lo tenía todo preparado. Una casa franca en la que había ropa y comida.

Nunca en toda mi vida había sido tan feliz de poder dormir con el estómago lleno y en una cama. Mira que había pasado por cosas pero estos dos últimos días habían sido agotadores.

Mi felicidad fue efímera ya que cinco horas después ya estábamos de nuevo en marcha. En serio este hombre no necesitaba dormir!

En una hora nos encontrabamos pasando por la ciudad de Sopron, pero tampoco este era nuestro destino, continuamos dos horas y media más nuestro viaje hasta llegar a Budapest.

Esta vez sí llegamos a un viejo edificio y estacionamos el Jeep, desde ahí cogimos un autobús que nos dejó en el extrarradio de la ciudad.

Una fábrica abandonada sería ahora nuestro hogar, al menos de forma temporal o eso era lo que esperaba yo.

Le pedí a Federico su teléfono para poder ponerme en contacto con Caleb, a estas alturas solo había dos opciones o se había olvidado de mí. O estaba como un loco buscandome por toda la tierra. De corazón esperaba que fuese la segunda opción.

Pues para mí mala suerte Federico no solo se negó, argumentando que era peligroso e irresponsable y egoísta por mi parte poner en riesgo toda la operación.

En el fondo sabía que tenía razón pero eso no me hacía sentir menos frustrada, pensé una idea... cuando te quedará dormido le cogería el móvil y me pondría en contacto con Caleb.

Destinada al AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora