𝘂𝗻𝗼 - 𝖽𝖾𝗌𝖼𝗈𝗇𝗈𝖼𝗂𝖽𝗈𝗌

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El suelo está frío, además de estar mojado a causa de la lluvia. no siento mi cuerpo, pero si veo mi brazo, mi cabeza está recostada sobre este y frente a mi cayó mi celular, está con la pantalla quebrada y la luz que emitía comenzó a pestañear hasta apagarse debido al agua de lluvia o a la caída, quien sabe, al final sólo sé que mi madre me castigará por romperlo.

De fondo hay murmullos, gritos, llanto y el lugar que era muy oscuro por la noche fue iluminado por luces cálidas, luces rojas y celestes. siento que me hablan, pero mis oídos no funcionan bien, mis ojos me pesan y comienzo a sentir sueño, mucho, así que cierro mis ojos pensando que es muy triste morir así, ser atropellada por un loco al volante que jugaba a las carreras mientras llovía, es triste, o mejor dicho lamentable.

Mamá perdón, las bolsas de compra se rompieron y están quien sabe dónde.

Lo siento...

Que pesadez...

Hay oscuridad y silencio, mi respiración se calma y estoy lista para irme, o eso creo cuando hay una sensación extraña en mí, tengo frío, miedo, me siento insegura, no sé dónde estoy, comienzo a llorar, pero entonces siento que unos grandes brazos me envuelven y escucho una voz femenina decir—: Grace, ese será tu nombre, te amo mi pequeña.




Llegué a este mundo siendo una bebé y como bebé no podía hablar y hacer cosas obvias, pero ahora que tengo ocho años puedo escribir, no muy bien, pero algo es algo. La mano aun me tiembla porque no me he acostumbrado al lápiz contra la hoja, así que tengo que hacer presión, es raro, empezar una vida nueva desde el principio y con mi consciencia aun intacta, pero no he tenido tiempo de pensar en ello, bueno tiempo si tengo, pero a lo que me refiero es que me encargo de recordar todos los detalles posibles de la trama de este mundo.

—Grace Fairlaw —levanto mi cabeza y una profesora vestida de celeste me señala el pizarrón, hay unas matemáticas básicas que a pesar de ser básicas me pierdo en su explicación, asiento cuando me dice que deje de distraerme, pero cuando me da la espalda sigo intentando escribir lo mío y después de unos minutos una gran sombra me tapa la luz proveniente del exterior, nuevamente la profesora quien se pone a mi lado y frunciendo el entrecejo y apunta al exterior de la sala, «fuera» supongo que dice en su interior.

Guardo mi cuaderno y lápiz en mi bolso y salgo de la sala, es una mujer insoportable y la tendré que aguantar hasta fin de año, porque ahí recién nos darán a otro profesor para enseñarnos la historia de las facciones, cosas que recuerdo más o menos mal debido a que ha pasado mucho tiempo. Camino a grandes zancadas ya que mis piernas son cortas, entonces cuando voy a seguir mi camino oigo sollozos, observo a mi alrededor y no hay nadie a la vista, pero aún los escucho, camino lento y sigo el sonido.

—Snif, snif —me asomo a una esquina algo apartada del centro del colegio y observo quien es, hay un chico un poco más grande que yo y está llorando, este viste de gris y se restriega sus manos heridas con raspones en su rostro.

—Oye —dije en un murmullo, él no me escuchó, mi corazón se acelera de lo nerviosa que me siento ¿qué se supone que le diga? No sé tratar con personas llorando, menos niños. Trago saliva y estoy paralizada, parezco una figura de cera de lo tan quieta que estoy, hasta que finalmente decido armarme de valor y acercarme al chico, me siento a su lado con la espalda contra la pared (igual que él) y mis pies a lo largo, él se sobresalta ante mí presencia y me observa, no lo miro—. Toma es mejor que pasar tus manos sobre tus ojos —digo al ofrecerle un pañuelo, mi madre siempre lo dejaba dentro del bolso, ella sabía que sería útil en algún momento, yo lo dudé, pero ahora le estoy agradeciendo internamente. Veo al chico de reojo y le acerco más el pañuelo hasta que lo recibe, descanso mis manos en mi falda y espero a que este bien.

Se limpia las lágrimas y los mocos, hago una mueca que rápidamente quito de mi rostro, entonces lo sigo oyendo sorber, pero ya no tanto como antes. —Lo limpiare y gracias —ahora mis ojos posan en él, es delgado y casi de mí mismo tamaño, su piel es algo tostada y sus ojos son negros, pero ante la luz solar hay un brillo azulado en él, cómo el mar y sus profundidades. Hay también marcas moradas, verdes y rojas sobre su piel, algunas ocultas bajo su ropa, si no lo estuviese detallando, no me daría cuenta.

—¿Alguien se metió contigo? —pregunto, los de abnegación suelen ser sumisos y aceptar todo, es algo que no me agrada.

—No, yo... —silencio, no habla mucho y no pretende hacerlo, se ve tímido y temeroso al mismo instante, entonces me observa de reojo y ve mis vestimentas, soy veraz, así que poseo ropa blanca y negra, además de la fama de nunca poder guardar un secreto.

—Está bien, lo entiendo, es porque soy veraz.

—No, yo no quise decir nada —se altera, no puedo evitar sentir que aquella reacción es graciosa, así que sonrío.

—No te preocupes, no me molesta, de hecho, yo tampoco confiaría en mi para un secreto —él suspira y no lo veo sonreír, solo relajarse—, lo que sea que te sucedió, mejorará, y si no, puedes hacer tú el cambio —digo sonriendo, él nuevamente me observa en silencio, pero no hay odio ni irritación en su mirar, hay curiosidad y algo de admiración quizás, es un chico curioso y me agrada.

Volví una y varias veces al mismo lugar donde lo vi antes, él estaba ahí y ahora me entregaba mi pañuelo limpio, pero siempre se lo volvía a ofrecer cuando lloraba (cosa que era casi constante). El tiempo siguió pasando y me fue imposible no sentir cariño por el chico, no sé su nombre, pero él tampoco sabía el mío, éramos desconocidos haciéndonos compañía.

Le comentaba mis problemas con la profesora de matemáticas, algunas cosas que no entendía y él solo asentía y escuchaba, de vez en cuando sonreía sutilmente y eso me alentaba a seguir hablando, no lo veía cansarse de mí, en vez de eso lo veía más y más curioso, no sabía si era por mi o por la vida que vivo desde mi ángulo.

A medida que pasaban los años lo empecé a notar más distante, más rígido y con más marcas que se veían cuando movía sus mangas o cabeza, sabía que alguien le hacía daño, pero nunca cruzamos la línea de la "amistad", él solo quería un desconocido que lo acompañara ¿para qué? Para no tener que explicarle nada respecto a su dolor.

Cuando él cumplió dieciséis, yo estaba en aquella ceremonia, lo observaba desde las gradas, él es dos años mayor y cuando lo llamaron, ahí supe su nombre, se llama Tobias, Tobias Eaton y a los ojos de todos, él traicionó a su facción para ir a Osadía, pero para mí, él dejó su infierno para vivir su vida. 

𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐆𝐄 ━━ 𝖣𝗂𝗏𝖾𝗋𝗀𝖾𝗇𝗍𝖾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora