CAPITULO 10

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¡E vuelto...!







El suelo de madera apenas era iluminado por antorchas, un largo camino se formaba en lo que parecía una habitación, pero no se distinguían paredes o suelo solamente oscuridad. Bajo cada antorcha había una persona sentada orgullosamente, espalda recta y mentón en alto, las manos descansaban sobre sus piernas y a lado derecho descansaba una espada. Las fundas variaban su diseño, pero el escudo del arma seguía una misma línea: una flama. La misma cara en el extenso camino y una haori blanca con fuego al final descansaba sobre sus hombros. No había palabras porque no eran necesarias, pero esta línea un largo camino de generaciones tenía un inicio y un final, el inicio no tenía la misma postura que los demás, el hombre tenía su mirada fija en el suelo y había una expresión de decepción en su rostro sin embargo la antorcha a su espalda era el inicio de ese camino. El camino avanzaba generación tras generación con un vivo fuego hasta el final del camino. No era el final, pero estaba cercas, tan solo a las espaldas del último hombre se planteaba una antorcha con un débil fuego y algo más. Lentamente abrió los ojos, estaba al final así que podía ver quienes estaban a lo largo, su postura era tan orgullosa como la de los demás, pero no llevaba la haori blanca en sus hombros. Bajo la mirada deteniéndose en sus manos, bajo sus piernas casi sobrepasándolo había agua, lentamente voltio hacia atrás distinguiendo en la oscuridad más agua era el inicio de un mar que no se movía y donde el fuego ya no avanzaría sin embargo lejanamente había una antorcha con una débil llama. Se puso de pie sin dejar de mirar la débil flama, levanto su espada y sin saberlo sus ancestros lo miraban en silencio entonces cada antorcha se comenzó a apagar haciendo que la oscuridad aumentara. Cada paso movía el agua y su objetivo era llegar hacia aquella antorcha que apenas iluminaba y donde el agua ganaba más altura, finalmente la antorcha que había estado a su espalda y que dejo atrás se apagó. El agua llego hasta sus rodillas a tan solo unos pasos de la débil llama. El agua no era mala, ni la débil llama, no. Eran la continuidad del largo camino de fuego, no eran lo que las generaciones fueron, pero eran lo que seguía después de el: Una débil llama y un mar que remplazaba una antorcha que nunca existió.

La oscuridad comenzó a pesar, la fuerza sobre sus hombros quería hacerlo caer que volviera al suelo y no se levantara. Y ante la situación solo podía hacer una cosa. ― ¡Respiración del fuego, segunda postura, Cielo de llamas ascendente!

― ¡Por favor no se mueva! ¡Sigue muy herido! ―un Kakushis hacia lo posible por retener a cierto pelirrojo que se negaba a estar en reposo. A los lados estaba Zenitsu e Inosuke intentando retenerlo

― ¡Debo ir con Senjuro! ―dijo más terco que nunca, su herida apenas había sido atendida, pero tenía la necesidad de ir con el rubio. Por el olor sabía que no estaba lejos y el sentimiento que emitía lo hacía querer ir con él, Inosuke dejo de jalarlo en algún momento y le presto su hombro para que se apoyara.

― ¡¿Qué haces?! ―Reclamo Zenitsu.

― ¡Se le van a salir las tripas si hace más fuerza! ―Tanjiro le agradeció su ayuda y Zenitsu dejo de retenerlo junto al Kakushis.

― ¡No me dejen solo! ―Zenitsu decidió seguirlos cuando cruzaron por la puerta, se meterían en problemas, pero al menos lo harían juntos.

Los hermanos Rengoku estaban en una habitación aparte, Zenitsu e Inosuke se quedaron afuera mientras el pelirrojo entraba. Tanjiro observo al menor sentado en la orilla de la cama y a su espalda el mayor dormía, lentamente se sentó a su lado y lo abrazo por largos minutos. Apoyo su mentón en la cabeza de Senjuro con una expresión indescifrable, había muchas emociones mezcladas, pero había una en especial que no debía estar en ese momento.

―Senjuro, ¿Qué fue lo que le inyectaste a tu padre? ―lo retuvo en sus brazos, la tensión y su intento de alejarse hicieron que frunciera el ceño. ―Pude oler la sangre de tu hermano en la aguja ¿Qué hiciste?

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