― ¿Él no va a tener discípulos?
―No.
―Bueno, será una lástima que la respiración solar desaparezca. Y tu Rengoku, ¿Vas a enseñar la respiración del fuego a tus hijos?
El silencio duro largos minutos, pero él hombre espero su respuesta.
―Si. Fue algo que me costó hacer y no quisiera que muriera conmigo.
― ¿Qué sucede Rengoku? Tienes tiempo actuando raro. Desde que Yorichi fallo en matar a ese hombre parece que perdiste la esperanza en que todo esto acabara algún día.
Realmente había perdido la esperanza.
―Lo menos que puedo hacer es dejarla como herencia.
El mismo rostro, diferentes motivaciones, un lugar que siempre era ocupado y en ningún momento permaneció vacío pues siempre había otro dispuesto y preparado para pelear. Pero en medio de esa discusión una tercera voz se metió.
―No te permito hablar de esa manera ―Severa, una voz femenina imponente se coló en medio de la conversación. ―Perder la esperanza conduce a la muerte espiritual y eventualmente la física.
Como si hubiera estado durmiendo sus ojos se abrieron lentamente. Frente a él estaba una mujer son expresión severa, su cabello trenzado de lado y kimono de colores pastel hicieron que entrara en shock.
― ¿Ruka? ―Un sonido único retumbo en lo que parecía la entrada de su hogar. Su cara termino de lado y con una marca rojiza adorno su mejilla, no le había abofeteado ¡Le dio con el puño cerrado! Pero fue suficiente para sacarlo del shok.
A un con el puño cerrado, Ruka lo miraba con una furiosa expresión, parecía que le iba a dar otro golpe. Pero solo suspiro y bajo su mano. Con pasos largos se acercó y lo tomo del cuello de la ropa, sus ojos quedaron conectados en los del otro y podía ver claramente su enojo.
―Tú no te vas a quedar aquí ―Dijo severa.
― ¿De qué hablas Ruka? ―La respuesta nunca llego. Ella lo tomo del brazo y lo acerco a la puerta, al abrirla se puso detrás de él y lo arrempujo al exterior, aunque pudo ser más una patada. ― ¡Ruka! ¿Por qué me echas de nuestro hogar? ―La mujer lo amenazo con la mirada.
―Tu hogar esta en dirección contraria ―La puerta fue cerrada con fuerza.
Al no saber que sucedía iba a volver a su hogar cuando un sonido, una voz hizo que saliera a la calle con rapidez. Apenas audible había escuchado un “ Papá ”, volteando en todas direcciones corrió en donde más largo se hacia el camino. No presto atención a las casas que eran iguales y como un bosque se alzaba a unos metros, la mayoría de luz fue cubierta por los frondosos árboles y al adentrarse más su hogar desaparecio tras su espalda. Entonces encontró lo que lo había echo correr, a duras penas distinguió que bajo un árbol una cabellera rubia resaltaba.
― ¿Kyojuro? ¿Qué haces aquí? ―Se agacho a su altura y lo hizo voltearse. Le agarro la cara queriendo saber si estaba bien. ―No deberías estar así descubierto. La luz del sol llega hasta aquí. ―Dejo de hablar cuando sin motivo alguno vio los ojos húmedos de Kyojuro y las lágrimas corrieron por sus mejillas hasta sus manos que aún lo sostenían. Viéndolo mejor, sus ojos estaban normales y alcanzaba a ver en su boca que no tenía colmillos, todo en él estaba bien.
―Es injusto ―Kyojuro había hablado claramente. ―Nunca te pedimos nada, ni te reprochamos por todo el tiempo que no estuviste.
―Yo… ― ¿Qué iba a decir? Shinjuro se quedó atrapado, pero no quería verlo llorar, no por él. ―Yo… yo sé que es inútil una disculpa. No puedo recuperar el tiempo perdido por mi culpa. Pero al menos quiero que sepas que de verdad me arrepiento de todo.
