El fuego iluminaba el mar de manera defensiva, un incendio abarcaba metros de una costa donde una aldea pesquera estaba destruida pero no por el fuego. Las llamas se mantenían sobre un demonio con largas extremidades, su cuerpo compartía parecido con una anguila gigante. Su cabeza se desintegraba a tan solo uno metros del agua, resultado de una feroz pelea y su intento de llegar al mar.
Un solo cazador había peleado contra el demonio, cada golpe resultaba en descargas eléctricas y ni hablar de que era su primera misión. Claramente era para un rango mayor, pero logro cumplirla con éxito. Su uniforme se rasgó por cada golpe y la pérdida de sangre hicieron que cayera en la arena, intento ponerse de pie, pero su cuerpo dejo de responderle. Ni siquiera pudo levantar la mirada cuando se acercó su superior.—Tu estado es lamentable. Como Rengoku debió tomarte menos tiempo y apenas saliste vivo. —El orgulloso Pilar del fuego mantenía una severa expresión en su rostro, y su postura indicaba que no ayudaría a su hijo. —Aumentaras la intensidad de tu entrenamiento y seguirás solo en cada misión. —Sus órdenes fueron claras. Se dio vuelta y desapareció abandonado a su único hijo en ese lugar.
No había Kakushis cercas por la situación de la cacería y ni hablar de otros cazadores, pero alguien se había quedado al margen de la pelea. Shinjuro perdió la conciencia cuando un extraño lo levantaba y le gritaba que no se muriera.
El olor a incienso lo despertó de la oscuridad, habían pasado días inconsciente y estaba perdido. Todo le pesaba y cuando intento levantarse descubrió una casa bastante grande, el sonido del mar le indico que algún civil lo había auxiliado. Sus heridas estaban tratadas, pero seguía sin fuerza para ponerse de pie, observo la extensa casa descubriendo el incienso en una estatua, probablemente un dios. Curioseando el lugar las plantas y yerbas entendió que tuvo la suerte que un médico lo ayudara, pero había algo raro en el ambiente. Era oscuro a pesar de luz que se filtraba por las grandes ventanas. La puerta estaba adornada con colgantes que avisaron cuando el dueño apareció, no mayor que el un joven vestido con prendas flojas y varios colgantes en el cuello cargaba madera en sus brazos.
—¡Al fin despiertas! —Dejo la madera en el centro donde una olla permanecía siempre caliente. —¿Cómo te sientes?
—Tengo sed.
—Claro, claro. —Se apresuró con una botella de vidrio y lo ayudo a beber. —Llevas una semana inconsciente. Trate todas tus heridas y quedaras como nuevo en unos días. —Era imposible que en unos días estuviera bien. Teniendo más cerca al extraño se quedó un momento absorto en sus ojos, eran negros nada sorprendente, pero tenía un aire que lo inquietaba. —Y bien, ¿Cuál es tu nombre?
—Rengoku Shinjuro, ¿Y tú? —Le devolvió la pregunta.
—Akimitsu, solo Akimitsu. Oye, ¿Quién era el viejo con tu misma cara? ¿Por qué no te ayudo? —Shinjuro desvió la mirada y suspiro cansado.
—Era mi padre —Arrastro las palabras, siempre lo hacía cuando se trataba de él.
—Oh… —Se rio por la incómoda respuesta. Se puso de pie de un salto y se dirigió a la entrada. —¡Voy a ir por la cena! ¡Tú duerme para que sanes!
Ni siquiera le pudo dar las gracias. Hizo caso de sus palabras y su mirada viajo en cada espacio. La estatua con el incienso estaba en un altar en lo alto, al estar del mismo lado que su cabeza solo apreciaba la tabla que sostenía el incienso. Pasaron unas horas para que su salvador regresara con una red repleta de pescados, seguro vivía a tan solo unos metros del mar.
—Esa cosa era feroz —Comenzó a hablar mientras cortaba algunos peces y otros los empalaba. —¿Qué hacia un demonio tan cercas del mar? Digo, el sol es peor por aquí.
La fluidez con la que hablaba indicaba que no era el primer demonio que veía. Quizás el hijo de un cazador o un civil con mala suerte. No encontró apropiado responder su pregunta, la situación era muy delicada desgraciadamente